Todos podemos ser masoquistas: por qué buscamos experiencias que conectan el placer con el dolor
El masoquismo benigno es un fenómeno en el que una persona disfruta de situaciones inicialmente desagradables, pero que no producen un daño real

¿Qué se viene a la mente al imaginar a un masoquista? La escritora estadounidense Leigh Cowart sugiere que puede ser alguien que respira a través de un agujero en un traje de látex. O una persona que trabaja demasiado, que se muerde obsesivamente las cutículas o que baila ballet hasta tener los pies anestesiados a moretones. Un masoquista, asegura Cowart, puede ser un aficionado a los tatuajes o a las salsas picantes, o un ultra maratonista que se apunta a una carrera sin línea de llegada. “¿Observas un patrón entre todos ellos?”, se pregunta la periodista en su libro Duele rico: ciencia y cultura del dolor intencional, aún no traducido al español. Y unas líneas más abajo, responde: “Estas personas eligen el dolor a propósito”.
Todo el mundo puede, de alguna u otra forma, ser un poco masoquista y disfrutarlo. Es un espectro que tiene al llamado masoquismo benigno como uno de sus matices. Un estudio publicado a finales de 2023 lo define como “la búsqueda del disfrute en experiencias comúnmente desagradables, que el cuerpo interpreta como repulsivas”. Estas experiencias, a primera vista aversivas, son rápidamente seguidas de una sensación de placer.
Karolina Dyduch-Hazar, investigadora en la Universidad de Wurzburgo (Alemania) y autora de la investigación publicada en Journal of Research in Personality, recuerda que se encontró con el término cuando estudiaba por qué algunas personas disfrutan de participar en actividades que suelen provocar disgusto o tristeza. “Por ejemplo, por qué ciertos individuos prefieren leer libros de Dostoyevski en lugar de los de Mark Twain, ver películas como Cadena perpetua en lugar de Legalmente rubia, o mirar videos de granos explotando en vez de reels de gatos adorables”. En definitiva, comprender por qué se busca el disfrute, la diversión, e incluso la satisfacción, al participar en actividades desagradables, pero inofensivas, que no tienen efectos verdaderamente dañinos.
La científica compara estas prácticas con el masoquismo sexual, donde también hay matices, pero que al final buscan la gratificación a través de ser humillado o golpeado. “Estas actividades son tanto dolorosas como dañinas”, detalla la autora. En el masoquismo benigno el daño real no existe.
Mariana Castillo, psiquiatra en HM Hospitales, explica que, en los casos benignos, “lo fundamental es que el entorno sea controlado y que no haya una búsqueda de sensaciones tan intensas”. Las diferencia también de aquellas personas que se regodean detrás de picos muy altos de adrenalina, como las que saltan de una avioneta con un paracaídas. “No necesitan que el entorno sea seguro, como los masoquistas benignos, y en vez de buscar dolor o una sensación desagradable, lo que están buscando es un subidón”, agrega.
La explicación detrás del fenómeno
A principios de 2023, un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge publicó un artículo en el que explicaban que el masoquismo benigno es un fenómeno que “involucra la interpretación errónea del cuerpo de una experiencia como amenazante, lo que, al reconocer la ausencia de peligro real, genera placer”. Dyduch-Hazar profundiza: “Una posible explicación de por qué existen personas así es que disfrutan del cambio repentino que surge al darse cuenta de que la mente ha sido engañada por el cuerpo”.
Este cambio indica que la amenaza no es real, aunque el cuerpo la interprete como tal. Al ver una película de terror o al montar en una montaña rusa, la frecuencia cardíaca aumenta y se libera adrenalina. El cuerpo responde a estos estímulos de la misma manera a como respondería si, en medio de un paseo por el monte, se encontrara con un oso. “El disfrute surge al darnos cuenta de que la amenaza no es real”, dice Dyduch-Hazar. Y Castillo acota: “Eso permite bajar la guardia y entregarse a la sensación corporal”.
Estudios anteriores demostraron que las experiencias de dolor y placer activan áreas del cerebro similares que incluso están hiperconectadas. Santiago García Soriano, psicólogo asociado al Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, asegura que “los canales del placer y del dolor están unidos de tal manera que cuando se experimenta una misma sensación, el cuerpo puede entenderla como placentera, si es leve, o como dolorosa, si es demasiado fuerte”. La diferencia radica en la intensidad del estímulo y de la interpretación que haga el cerebro de la situación según su contexto.
Por eso es difícil determinar si el masoquismo benigno es una búsqueda universal en los seres humanos o está determinado por la historia y el contexto cultural de cada individuo. “Probablemente, sea una combinación de ambos”, aventura Dyduch-Hazar. Sin embargo, existen investigaciones que asocian una mayor prevalencia de este fenómeno entre ciertos tipos de personalidades. La científica lo detalla: “El masoquismo benigno se ha vinculado con rasgos antisociales, como psicopatía subclínica y sadismo subclínico”. Se refiere a personas que tiene características asociadas a estas patologías, pero que no alcanzan los niveles clínicos requeridos para un diagnóstico formal. Si bien el masoquismo benigno no es un término psiquiátrico ni una patología, investigaciones recientes lo han relacionado con ciertos rasgos, como la creatividad, la curiosidad y un comportamiento poco convencional.
“El ser humano disfruta y goza de maneras muy diferentes y diversas”, señala García Soriano. Esta característica siempre ha beneficiado a nuestra especie. “Poder controlar el dolor, manipularlo, nos permite superarnos a nosotros mismos y enfrentarnos a situaciones que expanden nuestra zona de confort”, añade Castillo. Al final, es casi un mecanismo de resiliencia.
Las investigaciones alrededor de este fenómeno todavía tienen lagunas. Dyduch-Hazar cree que hace falta indagar un poco más para llegar al núcleo de estos impulsos y encontrar la respuesta del millón de euros: ¿por qué los masoquistas benignos buscan experiencias aversivas? “Tal vez lo hagan para conocerse mejor a sí mismos o para formar conexiones con los demás. También podrían hacerlo para aprender a enfrentar situaciones en un entorno seguro”, opina la experta.
Ya lo escribió Leigh Cowart en su libro: “Nuestras mentes y cuerpos encuentran significado y alivio en el dolor, una peculiaridad en nuestra programación que impulsa la disciplina y la innovación, incluso cuando amenaza con devorarnos por completo”.
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