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La pandemia hace caer la contaminación por ozono a los niveles más bajos desde hace una década

En 2020 han estado expuestos a este contaminante entre cinco y siete millones menos de españoles. Ecologistas en Acción lo relaciona con la reducción de la movilidad y del tráfico

Esther Sánchez
Contaminación en Madrid con las cuatro torres de la Castellana al fondo.
Contaminación en Madrid con las cuatro torres de la Castellana al fondo.CARLOS ROSILLO

La población española ha seguido respirando este año aire contaminado con ozono troposférico, pero en menor medida, según el último informe sobre el contaminante de Ecologistas en Acción. Si se tiene en cuenta el límite legal marcado por el Estado español, han estado expuestos al ozono 4,4 millones de personas (un 9,4% de la población). Datos que implican un descenso de entre cinco y siete millones de ciudadanos frente a los años anteriores y la cifra más baja desde que entró en vigor ese límite en 2010. Tomando los márgenes marcados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), mucho más restrictivos, la situación también mejora: han estado afectados por el ozono 35,7 millones (el 75,9% de la población), una cifra que aunque es muy elevada supone una bajada de entre uno y seis millones respecto a los últimos años.

El valor más alto de la década se reportó en 2015 y 2017 (con 11 millones de personas afectadas). Dos años con olas de calor muy importantes: en junio y julio de 2015 se produjo la más prolongada, con una duración de 26 días que afectó a 30 provincias, con datos de la AEMET. “Hay que tener en cuenta que en la formación de ozono es muy importante la meteorología, la radiación solar, por eso hay periodos puntuales con variaciones, pero cada dos años tenemos otro récord de temperaturas debido al cambio climático con el ozono al alza”, comenta Miguel Ángel Ceballos, autor del informe y miembro de Ecologistas en Acción. El trabajo ha estudiado los datos recogidos en 483 estaciones de medición oficiales repartidas por todo el territorio español entre el 1 de enero y el 30 de septiembre de 2020

En este escenario de reducciones, tampoco se han dado casi superaciones del umbral marcado para informar a la población y los indicadores solo han subido una vez por encima del umbral de alerta, en Puertollano (Ciudad Real). Algo que no se había producido desde que se empezaron a medir de forma sistemática los niveles del contaminante, a inicios de la década de los noventa del siglo pasado. De esta forma, la frecuencia en la que se ha superado el estándar legal y el de la OMS ha bajado un 56% y un 41%, respectivamente, con relación al promedio de las registradas en el periodo 2012-2019.

El conocido como ozono “malo” en contraste con el bueno, que protege de la radiación ultravioleta en la estratosfera, es un contaminante secundario muy complejo que necesita para formarse de otras sustancias precursoras. El ozono aparece en verano cerca de la superficie terrestre por una combinación de la radiación solar con los óxidos de nitrógeno (NOx), procedentes sobre todo de los tubos de escape de los coches y con otros compuestos orgánicos volátiles (COV) por la combustión de carbón, petróleo o gas en centrales eléctricas, vehículos a motor y calderas. ¿Qué ha ocurrido este año? “Ha habido un estado de alarma, un confinamiento social y una limitación de la movilidad debido a la crisis de la covid-19”, aclaran los conservacionistas. Y añaden: “Esto confirma la estrecha relación entre emisiones de precursores y ozono, y constata que descensos decididos y sostenidos en las emisiones del transporte y la industria como los producidos este año son efectivos para reducir la presencia de ozono en el aire que respiramos, en las ciudades y las zonas rurales”.

La superficie expuesta a niveles más altos de los recomendados para proteger la salud humana, tanto los legales como los de la OMS de 25.000 y 408.000 kilómetros cuadrados (una vigésima y cuatro quintas partes del territorio español), respectivamente, también ha disminuido. Los territorios más afectados se reparten por las comunidades de Madrid, Extremadura, Castilla-La Mancha, Castilla y León, el interior de Cataluña y la comunidad de Valencia, la ciudad de Córdoba y, al norte de esta, la zona industrial de Puente Nuevo.

El ozono tiene otra peculiaridad. No es un gas estático. Se produce en las zonas donde se emiten las sustancias que lo originan, pero luego se desplaza y afecta con más virulencia a “las áreas suburbanas y rurales a sotavento de grandes aglomeraciones urbanas”. Y es un “asunto grave”, porque cada año causa entre 1.500 y 1.800 muertes en el Estado español, además de afectar a los ecosistemas y a la salud vegetal porque reduce la productividad de las plantas y aumenta su vulnerabilidad a las enfermedades y plagas, advierten los ecologistas. Según el Banco Mundial, el coste sanitario derivado de esta contaminación representó en torno a los 5.000 millones de euros en 2013, un 0,33% del Producto Interior Bruto (PIB) español.

La Agencia Europea de Medio Ambiente advierte de que las partículas, el dióxido de nitrógeno y el ozono troposférico son los tres contaminantes que más afectan a la salud humana. “Los efectos que producen las exposiciones crónicas y máximas a estos contaminantes son de gravedad variable, pudiendo abarcar desde afecciones del sistema respiratorio hasta la muerte prematura”, asegura el organismo. Según sus cálculos, en torno al 90 % de la población urbana de la Unión Europea está expuesta a concentraciones de contaminantes atmosféricos a niveles altos considerados nocivos para la salud.

“El ozono es un gas que no se comporta de una forma lógica, por ejemplo, en la crisis de 2008 bajaron los niveles de óxido y el ozono bajó de forma paulatina con altas y bajas. Es la primera vez que la caída del ozono ha sido sostenida durante muchos meses”, comenta Ceballos. El experto no tiene ninguna duda en que para bajar su presencia “hay que reducir los precursores, y eso solo se puede hacer con una reducción drástica del dióxido de nitrógeno, que procede sobre todo del transporte, y con una disminución drástica de la quema de combustibles fósiles”.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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