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Acrobacias contra el derroche de luz

Jóvenes aficionados al ‘parkour’ recorren ciudades de toda Francia apagando la iluminación exterior de los comercios para reivindicar un uso responsable de la energía

Silvia Ayuso

A veces, basta con un salto poderoso. Las más, se requiere un estudio minucioso de la pared, tomar impulso y, sobre todo, aplicar las habilidades del parkour, esa práctica acrobática urbana nacida en los suburbios parisienses y popularizada por la película Yamakasi (2001), que consiste en trepar, saltar o correr sobre los obstáculos que se interponen en el camino. En cualquier caso, Kevin Ha y sus amigos del colectivo On The Spot rara vez fallan su objetivo y, en pocos segundos, alcanzan el interruptor que, por ley, está situado en Francia en lo alto de la fachada de todo comercio que tenga iluminación exterior, para casos de emergencia. De inmediato, el logo se apaga y, a veces, se desvanecen también las luces de los escaparates.

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Bastan unos minutos para que una pequeña calle comercial quede casi oscurecida. En avenidas como la de los Campos Elíseos, de París, elegida por el grupo para su última acción nocturna, el impacto es menor, pero aun así se nota la diferencia. En una salida han llegado a dejar a oscuras hasta medio centenar de luminosos, dice Ha.

No es un acto de vandalismo, sino de concienciación ecológica, subraya este aficionado a la escalada de 28 años que está acabando su doctorado en Oceanografía y Climatología mientras trabaja como investigador en el Ministerio de Transición Ecológica en París. La acción, que se repite en ciudades de toda Francia, ha sido bautizada como Operación Lights Off.

“Buscamos sensibilizar a la gente sobre el desarrollo sostenible y un consumo energético responsable”, explica Ha. “Es una cuestión de sentido común, que permite demostrar hasta qué punto todo el mundo puede tener un impacto positivo en la reducción de la huella energética”, agrega.

Esta particular forma de acción directa, que comenzó el pasado verano Gang Wizzy, un grupo de parkour de Rennes, ha cobrado peso las últimas semanas. Vídeos de jóvenes haciendo acrobacias para apagar los letreros de calles comerciales en Marsella o París se han hecho virales. Cuentan con cierta connivencia de la policía: aunque con el toque de queda, que en Francia empieza a las 18.00, estos jóvenes no deberían estar en la calle, suele hacer la vista gorda y, a veces, hasta aplaude su acción. Al fin y al cabo, incide Ha, no son ellos quienes incumplen la ley, sino los comercios que dejan encendidos toda la noche sus letreros. Desde 2018, los establecimientos comerciales franceses, sea cual sea su tamaño, deben apagar sus rótulos de una a seis de la madrugada. Pocos respetan la norma.

Con la población encerrada desde las 18.00, mantener la iluminación resulta “absurdo”, opina Samuel. Este parisiense de 32 años que prefiere no dar su apellido no es tan ágil como para llegar saltando a los interruptores. Pero, junto a varios amigos, fundó hace seis meses otro colectivo, Revoir le Ciel (“volver a ver el cielo”), que también apaga los luminosos de noche. Para ello, usan un palo de escoba al que han añadido el gancho de una percha con el que llegan a algunos de los interruptores más altos. Una acción que, con una menor visibilidad pública, ya llevaban años realizando militantes ecologistas. El manifiesto de Revoir le Ciel, un vídeo de un minuto en el que explican que apagan los comercios para “reivindicar el derecho a ver el cielo”, ha impulsado acciones similares en unas 25 ciudades francesas, comenta Samuel.

Poco a poco, empiezan a tener efecto. Ha sonríe cuando comprueba que varios letreros que su grupo apagó la semana pasada siguen así. No sabe si es porque los responsables de los establecimientos no han sabido cómo volver a encenderlos o porque —confía— han entendido el mensaje. Revoir le Ciel también reivindica una primera victoria: una cadena nacional de ópticas se ha comprometido a apagar sus letreros a la hora de cierre. Estos serenos del siglo XXI vigilarán para que así sea.


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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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