Europa sin agua: el continente se asoma a un futuro con sequías

Casi la mitad del territorio está en peligro y el 17%, en alerta grave. No solo el sur: la falta de agua llega al norte de Francia, Alemania y Reino Unido. Una sola sequía que cada país vive a su manera.

Puente sobre el río Savoureuse, seco a su paso por la localidad de Belfort, al noreste de Francia, en una imagen de este viernes.SEBASTIEN BOZON (AFP)

Les llaman los polis del agua. Vigilan que nadie se exceda al regar o llenar la piscina, que nadie malgaste una gota de un bien que este verano escasea en buena parte de Europa. Son cuatro los que en una mañana de agosto patrullan por las calles de Gémenos, un pueblo de 6.400 habitantes en el sur de Francia, cerca de Marsella. Dos mujeres y dos hombres. Uniformes grises y gorra de visera. Y al cinto, una pistola.

“Afortunadamente, nunca me he visto obligado a usarla”, sonríe a primera hora de la mañana, antes inicia...

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Les llaman los polis del agua. Vigilan que nadie se exceda al regar o llenar la piscina, que nadie malgaste una gota de un bien que este verano escasea en buena parte de Europa. Son cuatro los que en una mañana de agosto patrullan por las calles de Gémenos, un pueblo de 6.400 habitantes en el sur de Francia, cerca de Marsella. Dos mujeres y dos hombres. Uniformes grises y gorra de visera. Y al cinto, una pistola.

“Afortunadamente, nunca me he visto obligado a usarla”, sonríe a primera hora de la mañana, antes iniciar la ronda, Jean-Marc Fau, director de servicio en la Oficina Francesa de la Biodiversidad (OFB), el organismo encargado de prevenir y reprimir los atentados contra el medio ambiente en Francia.

Los policías del medio ambiente (este es el nombre oficial) tienen un sensor invisible, un talento especial para detectar, mientras pasean por el centro de los pueblos o circulan en automóvil por las urbanizaciones, el borboteo de una fuente o una piscina, o para ver un césped verde y en exceso reluciente.

Cuando lo ven, se ponen en alerta. Detienen el motor del coche. Se acercan a la valla. Observan. Evalúan. ¿Hierba real? ¿Sintética? Los habitantes de Gémenos no tienen derecho a regar el césped ni las flores por las restricciones contra la sequía. Ni a rellenar piscinas. Las sanciones pueden ir de 1.500 euros para los particular a 7.500 para las empresas o el Ayuntamiento si incumplen la normativa.

“No sabemos si este césped es verdadero o falso. Diría que falso”, sopesa Concha Agero, directora adjunta de la OFB en la provincia de Bouches-du-Rhône, donde se encuentra Gémenos. Después llama a la puerta y aparece una mujer mayor. “Sintética, ¿verdad?”, le dice Agero, hija de españoles. “Sí, si”, responde la mujer.

Gémenos se ha visto forzado a cortar el grifo: las fuentes están secas; los riachuelos, bajo mínimos. No es una excepción en Francia, que sufre la peor sequía desde 1976: de los 96 departamentos o provincias europeas, solo tres (París y alrededores) no sufren restricciones de ningún tipo. Un centenar de pueblos afrontan dificultades para acceder al agua potable. La bajada del caudal de los ríos y el calentamiento de las aguas ha forzado a reducir la producción de algunas centrales nucleares.

Pero Francia no es una excepción en Europa. El Observatorio Europeo de la Sequía considera que el 47% del territorio del continente está ahora mismo en peligro de sequía y el 17%, en condiciones de alerta grave. El mapa de este organismo muestra amplias zonas necesitadas de agua y no solo en los países del sur: la falta de agua llega al norte de Francia y Alemania, y también al Reino Unido.

“En general, julio ha sido un mes muy seco en Europa, sobre todo en el sur, y además en primavera llovió un 20% menos de lo normal, por eso muchos países arrastran una falta de precipitaciones que se combina con olas de calor”, explica Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología española (Aemet). “En el Reino Unido”, añade, “se llegó a 40 grados por primera vez en varias estaciones, y una treintena de estaciones batieron el récord nacional de temperaturas, establecido en 2003. Y en Hamburgo también se llegó a 40 grados, algo insólito en el norte de Alemania. El verano se ha visto salpicado por olas de calor y por sequías intensas en zonas donde suele llover en esta época”.

Problemas económicos en Alemania

Hay una sola sequía, que desconoce fronteras. Pero cada país la vive con distinta intensidad y a su manera.

En Alemania, el nivel Rin fluye inusualmente bajo. Y los efectos van más allá del medio ambiente y la agricultura: amenazan el comercio y el funcionamiento de la primera industria del continente.

El río Rin a su paso Bad Honnef, localidad alemana en Renania del Norte-Westfalia.NurPhoto (Getty Images)

El río conecta los megapuertos de Róterdam y Amberes con el corazón industrial de Alemania y con Suiza. Cada año, más de 300 millones de toneladas de mercancías se transportan por el Rin entre Basilea, donde confluyen Suiza, Alemania y Francia, y el mar del Norte. Alrededor del 80% de todo el transporte de mercancías por agua dentro de Alemania (entre otras, carbón, componentes, productos químicos que alimentan las fábricas y centrales eléctricas situadas en su curso) se transportan por esta autopista fluvial.

La persistente escasez de lluvias hizo que la profundidad del Rin bajara el pasado domingo a 49 centímetros en la torre de medición de Kaub, un cuello de botella en el río de 1.233 kilómetros situado entre Wiesbaden y Coblenza. Los barcos grandes, que en tiempos normales transporten 6.000 toneladas, se han visto obligados a llevar solo 800, una realidad que aumentó los precios y redujo la velocidad de transporte de las mercancías.

En Reino Unido, 2022 es ya el año más seco desde 1976, pero en la zona meridional, meses como julio no tienen precedentes desde que los registros comenzaron en 1836. En el sureste de Inglaterra, donde se acercan a los 150 días sin apenas ver la lluvia. El viernes se declaró oficialmente la sequía en buena parte del territorio: ocho zonas (de un total de 14 en las que la Agencia de Medio Ambiente divide Inglaterra), incluidas Londres, Cornualles o Devon.

Paseantes en un reseco parque de Greenwich, en Londres, el pasado 6 de agosto. NEIL HALL (EFE)

La presión está ahora sobre las compañías de agua para que actúen. Cuatro han anunciado restricciones, entre ellas, Thames Water, proveedor de Londres y los condados vecinos, con 15 millones de clientes. Las medidas se limitan, por ahora, a vetos en el uso de mangueras, una intervención clave en un país donde proliferan los jardines particulares.

En Italia, aunque la sequía afecta a todo el país, el norte, que concentra la mayoría de la producción agrícola, sufre especialmente. En la región del Piamonte, en la cuenca del Po, las cosechas de maíz han caído un 50%; las de trigo, un 30% y las de arroz entre un 30% y un 100%, según Coldiretti, la mayor asociación de agricultores del país. En la zona piamontesa de Novara, la producción de leche ha caído entre un 20% y un 30%.

En Portugal, el Gobierno ha ordenado la reducción del consumo de agua en los centros turísticos del Algarve, al sur del país. El 52,2 % del territorio está en sequía severa y el 38,6 % en situación extrema, señaló el Instituto Portugués del Mar y la Atmósfera (IPMA).

Y en España, la falta de agua afecta a casi todo el territorio. Según la Aemet, este año hidrológico (de octubre a septiembre) ha sido el cuarto más seco desde que hay registros, en 1961. Los otros tres años más secos han ocurrido en las dos últimas décadas.

“En el último año ha llovido un 26% menos de lo normal”, dice Rubén del Campo, de la Aemet, “pero si nos vamos al último trimestre, de mayo a julio, ha sido el más seco de la serie histórica, es decir, un año mucho más seco de lo normal”.

La situación es más acusada en el norte y oeste que en la costa mediterránea, donde sí que ha habido episodios de gotas frías en primavera. Galicia, Castilla y León, Extremadura, Andalucía, Cataluña o Navarra ya sufren por la falta de agua, pero también han entrado en un escenario de emergencia zonas de las cuencas del Duero y del Ebro. Las reservas hídricas están al 39%, el menor porcentaje desde la gran escasez de 1995. Algunas localidades empiezan a sufrir cortes de suministro.

Es una solución: cortar el grifo. Otra, no excluyente, son las sanciones, como las que se aplican en los municipios franceses. Y otra más: el traslado de agua potable con camiones-cisterna.

Esta es la opción que hace unos meses adoptaron René Ugo y otros alcaldes de la comunidad de municipios del Pays de Fayence, una comarca montañosa en las primeras estribaciones de los Alpes, entre Marsella y Niza. Desde diciembre apenas llovía. Se dieron cuenta de que el depósito que alimenta parte de Seillans, el pueblo de 2.700 habitantes del que Ugo es alcalde, se estaban quedando vacío. Así que compraron un camión de segunda mano y contrataron a camionero jubilado que el resto del año conduce el autobús escolar.

Ahora el camión-cisterna recorre siete u ocho veces al día la decena de kilómetros que separan un surtidor conectado a la fuente del río Siagnole, del depósito de Seillans. Daniel Martel, el camionero, enchufa la manguera al surtidor, carga los 7.500 litros en el camión, asciende por una carretera angosta y rodeada de los bosques de una base militar, y minutos después los descarga en el depósito. Y vuelta a empezar.

Las órdenes para reducir el consumo son estrictas Los vecinos reciben periódicamente un mensaje en el móvil. Dice literalmente: “La Compañía de Aguas les informa: ALERTA SEQUÍA. Gracias al conjunto de usuarios del Pays de Fayence por vigilar su consumo. El recurso es precioso: compartámoslo. Recordamos: max 200l l/pers (salvo sector sensible de Seillans 150 l/pers) para los hogares. Gracias a los profesionales por asociarse a las medidas de ahorro en el consumo. Gracias por su civismo”.

Patrick Legendre, electricista en Seillans y padre de cinco hijos, muestra el mensaje que acaba de recibir, y explica que ya ha dejado de llenar la piscina y de regar el huerto. “Está seco”, dice. La mayoría de vecinos y visitantes cumple cívicamente con las restricciones; las multas aquí han sido escasas.

“Haremos todo lo posible para que los habitantes y los turistas estén bien y que el agua no falte”, dice el alcalde Ugo en el Ayuntamiento de este municipio medieval encaramado en el monte y calificado como “uno de los más bellos de Francia”. “Pienso que lo lograremos”, asegura.

Paseando por Seillans, con sus calles estrechas, sus comercios de productos artesanales, sus restaurantes gastronómicos o el coqueto hotel en la plaza con vistas al valle, no da la impresión de que este haya sido uno de los primeros pueblos en verse forzado a traer agua en cisternas. Ni que se le describa como una especie de zona cero de la sequía francesa que ha salido en telediarios y reportajes de todo el mundo. Las noticias sobre la sequía, unidas a las de la canícula y los incendios, coinciden con el primer verano de turismo masivo después de los años de pandemia.

Inédita desde 1976

“No es una calamidad, no son las siete plagas de Egipto”, previene por teléfono Vazken Andréassian, hidrólogo en el Instituto Nacional de Investigación Agronómica francés. “La referencia era 1976: la última gran sequía que afectó a toda Francia y tuvo un impacto importante en la producción agrícola y en los ríos. Lo que sucede ahora puede compararse con aquel año”.

Que haya un centenar de pueblos con carestía de agua potable, en un país con 36.000 municipios, tampoco es atípico. En muchos, explica este hidrólogo, la población se multiplica por dos en verano. Y entonces la fuente y el depósito entran en tensión. Es el caso de Seillans. De ahí las restricciones y las multas. Ninguna gran ciudad afronta por ahora problemas similares.

“La particularidad de la sequía actual es su amplitud geográfica: afecta a todo el territorio”, describe Andréassian. ¿Y el cambio climático? “No lo cambia todo, pero viene a modular el clima actual”, responde. “Esto significa que si hay una crecida o una sequía excepcional con una probabilidad de producirse cada 50 años, pues quizá la probabilidad de esta sequía será mayor: en vez de cada 50 años, o cada 40 o cada 35. En cuyo caso los daños, acumulados sobre la duración, serán más importantes”.

Policías del agua

La ronda de la poli del agua en Gémenos, cerca de Marsella, se prolonga durante todo la mañana. Los inspectores se ha citado con el alcalde, Roland Giberti para verificar si anuncia correctamente las restricciones. En la plaza del Ayuntamiento hay fuentes secas, hierba quemada, pero ¡sorpresa!, las flores de los parterres tienen buen aspecto, y hay un trozo de hierba bien verde.

“Perder agua por esto...”, dice Concha Agero, de la OFB. Mete los dedos en la tierra de las flores, y comenta al periodista: “¿Lo ve? Está húmedo”.

Más tarde, los polis del agua tomarán declaración al alcalde para que el fiscal de Marsella evalúe si merece o no la multa. No dejan pasar una.

“Este césped es un olvido”, justificaba unos minutos antes Giberti a los periodistas que cubrían la ronda: aparentemente ha quedado abierto un conducto de regado automático por error. El alcalde llamó por teléfono al responsable del Ayuntamiento encargado de las fuentes y el regadío para asegurarse del cierre del agua en la zona regada.

“Nicolás, me está agrediendo la policía del medioambiente porque han encontrado un trozo de verde”, le dijo. “Nicolás, ciérreme esto”

Con información de Eva Millán (Londres), Enrique Müller (Berlín), Lorena Pacho (Roma), y Miguel Ángel Medina (Madrid).

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