Nueva York experimenta la gratuidad del transporte público con tarifa cero en cinco líneas de autobuses urbanos
Las rutas se localizan en barrios de rentas bajas, en los que su población depende del transporte de superficie. El Estado aspira a reducir la huella de carbono del transporte en un 85% para 2050
Pasado por agua, por las copiosas lluvias que han caído en los últimos días sobre la Gran Manzana, el programa piloto de la Autoridad de Transporte Metropolitana de Nueva York (MTA, en sus siglas inglesas) que ofrece viajes gratis en cinco rutas de autobuses urbanos ha echado a rodar esta semana. Cinco líneas, una por cada condado o distrito de la ciudad, ofrecerán viajes sin coste durante al menos seis meses, ampliables a un año, en un experimento que imita los de ciudades como Boston, con tres rutas gratis desde marzo de 2022, o Kansas City (en el estado de Misuri), con tarifa cero en toda la red desde 2020.
Como en Boston, donde más de la mitad de los usuarios de las líneas gratuitas son de rentas bajas, el experimento de Nueva York persigue no solo un beneficio ambiental, sino sobre todo paliar la desigual movilidad de sus vecinos, en pos de una mayor equidad espacial que quienes abogan por modelos alternativos de transporte consideran un paso esencial hacia la sostenibilidad ambiental. Nueva York avanza en teoría hacia este objetivo: el Estado se ha comprometido a reducir la huella de carbono del transporte en un 85% para 2050.
En un contexto de déficit presupuestario —la MTA no ha recuperado el volumen de pasajeros previo a la pandemia y acaba de subir sus tarifas, hasta los 2,90 dólares por billete—, el programa piloto de Nueva York beneficiará hasta a 44.000 viajeros al día, una fracción de los 1,3 millones de usuarios semanales de la red de autobuses. Los trayectos elegidos se localizan en barrios de rentas bajas, porque solo quienes habitan en áreas sin acceso al metro recurren al transporte de superficie para moverse. Los autobuses de Nueva York son los más lentos del país, con una velocidad media de 13 kilómetros por hora (km/h). Muchas veces son desesperantemente lentos, con recorridos que pueden superar la hora de duración.
Las autoridades del Estado, en cuyos últimos Presupuestos se incluye la medida, han explicado que las rutas se eligieron en función del número de usuarios, los índices de impago del billete y la pobreza en las comunidades adyacentes, así como el acceso de las rutas a los corredores comerciales. Por eso Dora Smith, una jubilada afroamericana de Manhattan, celebra que una de las elegidas sea la línea 116, que la traslada hasta un mall [centro comercial] donde se concentran varios supermercados económicos (otra cuestión perentoria en EE UU es la existencia de desiertos alimentarios, de los que Nueva York no se libra).“Antes de que fueran gratis, venía [a comprar] solo dos veces al mes como mucho, porque no podía gastar tanto en transporte. Ahora que el traslado es gratuito, puedo venir a comprar productos frescos una vez por semana sin pensar en el precio del billete”, señala.
En los autobuses de la línea 116, que cruza el norte de Manhattan de este a oeste y viceversa, es habitual encontrarse el pasillo colapsado por carritos de la compra y grandes bolsas de supermercados de marca blanca. En el Bronx, donde la línea Bx18 conecta barrios sin servicios con grandes superficies, Minnie, una madre soltera de tres hijos adolescentes, se ha apuntado con entusiasmo al recorrido, casi circular, del bus: “A casi tres dólares el billete, esta línea gratis supone un considerable ahorro. Venía semanalmente a hacer la compra, pero ahora puedo dedicar el dinero que me ahorro en transporte a comprar mejor comida”.
Aumento del precio de los parquímetros
La congestión del tráfico en Nueva York está en la raíz de numerosos proyectos de viabilidad, a cuál más difícil de aplicar. El precio de los parquímetros de la ciudad subirá en breve un 20%, mientras se estudia imponer el pago de un peaje en las grandes vías de acceso a los distritos, como la exprés de Brooklyn. La ciudad también estudia la ampliación de dos grandes vías rápidas o autopistas, cicatrices de asfalto que yugulan barrios enteros, por valor de mil millones de dólares. Un proyecto que para el grupo TransitCenter, que propone modelos alternativos de movilidad, debería implicar también “mejorar la vida de la gente y ayudar a reducir las emisiones”, explica un portavoz. “Creemos que hay otros modos de gastar el dinero y alcanzar ambos objetivos”. Ponerle el cascabel al gato del transporte en una ciudad de 8,5 millones de habitantes no es en absoluto tarea fácil.
Políticos y activistas apoyan la gratuidad del transporte público porque, consideran, beneficia especialmente a los habitantes más necesitados de la ciudad, los más dependientes del sistema. Pero los responsables de la MTA sostienen que un modelo de transporte totalmente gratuito no es posible sin sustituir los actuales ingresos por otras fuentes, incluidas tarifas más altas en otras líneas, y los casi tres dólares por billete lo son para muchos neoyorquinos. De hecho, estaba previsto que el nuevo programa piloto abarcase diez rutas, pero los 15 millones de presupuesto de la iniciativa no alcanzaban a cubrir gastos. Parte complementaria del mismo plan, con un presupuesto de 35 millones de dólares, es la ampliación de frecuencias de trenes en cinco líneas de metro que enlazan los puntos cardinales de la ciudad.
A consecuencia de la pandemia, Nueva York tiene desde 2022 la mayor brecha de ingresos entre clases de los últimos 20 años, y la desigualdad estructural de la ciudad —consagrada también por su urbanismo— se ha disparado. Favorecer opciones de movilidad podría reequilibrar la balanza, según los expertos. Pero los ejemplos existentes en EE UU, lejos de ofrecer soluciones, subrayan las particularidades de la Gran Manzana, para lo bueno y especialmente para lo malo.
Transporte público gratis en Kansas City
La experiencia de Kansas City, que con medio millón de habitantes se convirtió en 2020 en la mayor ciudad del país en eliminar las tarifas en todo el sistema, presenta factores que no son extrapolables. “En parte, Kansas City pudo implantar un programa de tarifa cero porque no ganaba mucho dinero con las tarifas [el ingreso por venta de billetes]. No es el caso de muchas otras grandes ciudades, especialmente de Nueva York”, explicaba recientemente el responsable de TransitCenter, David Bragdon. “La mitad de los ingresos [de Nueva York] proceden de la venta de billetes y títulos de transporte. Decirle simplemente a la MTA que vaya a buscar miles de millones de dólares [a otra parte] no es una propuesta política realista”.
Con la vista puesta en los ejemplos de numerosas ciudades europeas, pero también americanas, como Belo Horizonte (Brasil), o coreanas, como Kaohsiung, quienes sostienen que un sistema de transporte público asequible redunda en beneficios ambientales y climáticos, consideran escasa la apuesta por la gratuidad de Nueva York. Políticos y legisladores del Estado recuerdan sin embargo que, al menos sobre el papel, Nueva York es líder en transporte limpio: según datos del censo, es el Estado con más usuarios de transporte público y con el mayor porcentaje de hogares sin coches. Lógico por otra parte: es la única ciudad de EE UU caminable y donde ir a pie no se considera propio de parias, la triste condición que en otras partes del país comparten viandantes y usuarios de lo público.
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