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El Prado entra en la Complutense para revelar sus secretos

Un curso de verano hace aflorar los misterios de la conservación, la restauración y la réplica artísticas en la gran pinacoteca

La Universidad Complutense hizo gala en la tarde de este lunes de la excelencia con la que su campus madrileño ha sido recientemente distinguido, en el arranque de los Cursos de Verano 2010, inaugurados consecutivamente en Madrid y en San Lorenzo de El Escorial por el Rector Carlos Berzosa: en la villa escurialense, con un Elogio al conocimiento, del escritor y ensayista Antonio Muñoz Molina y en Madrid, con un curso titulado El Prado oculto, la vida secreta del museo.

Casi dos centenares de personas, señaladamente jóvenes, llenaron el auditorio de la pinacoteca estatal donde habían acudido a escuchar sendas conferencias de Francisco Calvo Serraller, ex director del Prado y comisario de este curso, y a Gabrielle Finaldi, director adjunto y responsable de Conservación e Investigación del museo. La introducción corrió a cargo de Plácido Arango, presidente del Real Patronato del Prado y la presentación de los ponentes por cuenta de Carlos Zurita, presidente de la Fundación de Amigos del Museo y duque de Soria. Zurita remarcó la calidad de Adam Lowe, de Factum Art, George Bisacca, del Metropolitan Museum of Art y la del conservador de los museos franceses, Pierre Curie, así como la solvencia científica de las conservadoras y restauradoras españolas Pilar Sedano, Leticia Ruiz y Manuela B. Mena, y de Enrique Quintana y José De la Fuente, igualmente ponentes en jornadas sucesivas que durarán hasta el jueves. El también español Javier Portús sustituirá al ponente estadounidense Michael Gallagher, que no podrá acudir por haber sufrido un accidente.

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Carlos Berzosa señaló que es el sexto año en el que la Universidad Complutense y el Prado colaboran en este tipo de evento y remarcó la buena acogida que tiene cada edición, especialmente la de este año, que atribuyó a la cualidad de los ponentes y también al morbo del título de este curso, donde los asistentes visitarán las entrañas del más importante museo de pintura del mundo para adentrarse en los secretos de la conservación, la restauración y la réplica de los obras de arte.

Francisco Calvo Serraller informó de que cuando el museo se abrió al público, en 1819, "únicamente era visitable los miércoles, y ello si no llovía"; en aquellas fechas, añadió, El Prado poseía una ajuar de 1531 obras, de las que se exponían 311, frente a las 24.829 de las que hoy dispone, siendo de 1549 las que se muestran al público. Calvo Serraller se refirió luego al intento de desvelar el misterio de las obras de arte y para ello recurrió al despoblamiento al que algunos artistas contemporáneos someten piezas clásicas, y citó entre ellos a José Manuel Ballester y su reproducción del paisaje, sin figuras, de los Fusilamientos de la Montaña del Príncipe Pío, de Francisco de Goya. Resaltó luego el pensamiento de José Ortega y Gasset, quien subrayara la contradicción entre "la evidencia del signo y la significación compleja en el Arte". Posteriormente, remarcó la existencia de un "Prado disperso" en Embajadas, Gobiernos civiles y Audiencias, así como otro "Prado itinerante" en préstamos de sus obras a través de un mundo de interrelación artística, para culminar con un aserto según el cual "en el Museo del Prado, lo invisible hace posible lo visible", en referencia a la conservación y la restauración que permiten prolongar la vida de las obras de arte, cuya vivificación atribuyó a la mirada de quien la contempla, "el público".

Gabrielle Finaldi, director adjunto del museo, centró su intervención en la investigación y en los procedimientos científicos para prolongar la vigencia de las obras de arte. Tituló su ponencia Desde dentro, debajo y fuera de algunas obras del museo del Prado. Finaldi dio noticia de los soportes físicos sobre los que el artista despliega sus obras, desde la tela, a la tabla, con especial referencia a las maderas bálticas empleadas por los pintores flamencos; más el cobre, "que cumplía funciones de media tonalidad", así como la pizarra o la pintura sobre alabastro u obsidiana -como una pieza de Bartolomé Murillo- o, incluso, encima de una cristalización llamada venturina, cuyo arcano guardaba secretamente en la isla de Murano una familia de vidrieros venecianos. Sorprendió a los asistentes con las revelaciones que facilita la aplicaciòn del infrarrojo a las piezas de arte y los sistemas de signos que ocultan en sus bastidores, a su juicio, cargados de información. Las jornadas prosiguen hasta el viernes con otras ponencias y una visita a los talleres y a la Sala de Diego Velázquez, recién reacomodada.

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