No hay peor odio que el de la propia sangre
El montaje de `Pascual Durate' de Gerardo Malla respira esa violencia contenida de la obra de Cela, que tan bien refleja el lado oscuro de la España interior, y la bilis que se cuece de puertas adentro
Realista por el modo en que trasluce los interiores de la España rural, truculenta como una velada de grand-guignol, introspectiva, La familia de Pascual Duarte no parece presa fácil para un adaptador teatral. Ni el narrador en primera persona que Cela utiliza como recurso literario ni los hitos extremos que salpican de sangre la vida del protagonista son un material que pueda traducirse al lenguaje escénico sin pericia. Tomás Gayo, cuya perseverancia en producir espectáculos de cierto riesgo (por el tema y por el número de actores contratados) nos depara gratas sorpresas, esta vez se ha liado doblemente la manta a la cabeza al encargarse también de escribir una adaptación sintética, fluida y fiel al espíritu y a la letra de la novela.
El primer reto superado era encontrar un actor dual, capaz de incubar los arrebatos de sangre del protagonista en un temperamento introvertido: Pascual es un volcán en un glaciar. Aunque Miguel Hermoso, su intérprete, no pueda evitar ponerle al vocabulario recio del convicto extremeño la música de una prosodia cultivada, tiene en escena peso rural sobrado y unos arranques que dan vuelo a los momentos más comprometidos y virulentos. Su monólogo inicial, dicho al vacío primero, debería de dirigirse a público desde el arranque mismo: en ese cara a cara, el actor logra meternos en harina dramática.
LA FAMILIA DE PASCUAL DUARTE
A partir de la novela de Camilo José Cela. Versión: Tomás Gayo. Intérpretes: Miguel Hermoso, Ana Otero, Ángeles Martín, Lola Casamayor, Sergio Pazos, T. Gayo y Lorena do Val. Luz: Jon Aníbal López. Vestuario: Cristina del Yerro. Escenografía: Mundo Prieto. Dirección: Gerardo Malla. Teatro Fernán Gómez. Hasta el 4 de marzo.
El montaje de Gerardo Malla respira esa violencia contenida, presta a estallar por un quítame allá esa linde, de la obra de Cela, que tan bien refleja el lado oscuro de la España interior, y la bilis que se cuece de puertas adentro: “No hay peor odio que el de la misma sangre. Uno llega a aborrecer ese parecido”, viene a decir Pascual, en una frase que anticipa el último y peor de sus crímenes. El director sitúa alguno de ellos fuera de campo, o los deja al hilo del relato, con muy buen criterio: puesto a la vista, tal cúmulo de horrores solo encajaría en un espectáculo paródico, a lo Sweeney Todd. Sin embargo, él y sus actores se lanzan con arrojo a dramatizar frontalmente el duelo mortal entre el protagonista y ‘El Estirao’, que pone en vilo al espectador tanto por lo que en la ficción se dilucida como por el riesgo artístico que Hermoso y Sergio Pazos arrostran con éxito durante esa inmersión cuasi naturalista hecha a pulmón.
Malla renuncia a utilizar un código teatral más contemporáneo, para poner el espectáculo enteramente en época. La escena de amor violento entre Pascual y Lola, tras el funeral del hermanito lelo, respira una sexualidad sanguínea. La del asesinato de la madre, reinterpreta la de la novela con un margen de genuina libertad creativa: su resolución aporta un punto de vista inédito.
La Lola de Ana Otero tiene sex appeal y unos prontos que le ponen las entrañas en la punta de la lengua. Sin tener respecto al actor protagonista la diferencia de edad que hay entre Pascual y su progenitora, Lola Casamayor hace creíble a la madre insidiosa y colérica (y de paso da una lección de control de la energía desplegada). Ángeles Martín redondea un buen reparto.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.