Jim Marshall, creador del altavoz más potente del rock
Los amplificadores con su apellido fueron los más utilizados por generaciones de músicos Jimi Hendrix, Eric Clapton, Pete Towshend y Jimmy Page fueron clientes habituales
La estruendosa guitarra de Jimi Hendrix nunca hubiese sonado tan impactante si no hubiese sido por esa caja negra, rectangular, con un innovador sistema de circuitos para los primeros sesenta del siglo pasado. De hecho, la encarnación del rock más guitarrero y vigoroso ha pasado desde entonces por esas cajas, los célebres amplificadores Marshall, que diseñó Jim Marshall, muerto ayer a la edad de 88 años en una residencia de Londres.
Enfermo de cáncer desde hacía años, Marshall falleció tras un ataque de apoplejía, según informó uno de sus hijos a la agencia Associated Press. Nacido en Londres, empezó su carrera como baterista a finales de los cincuenta pero se ganaba el pan como profesor de música para bateristas, entre ellos Mitch Mitchell de The Jimi Hendrix Experience y Micky Waller de los Bluesbreakers de John Mayall, y como dueño de una tienda de instrumentos en Londres. Fue allí donde entró en contacto con diversos músicos, entre ellos Richie Blackmore y Pete Towshend, quien, según contó él mismo a una radio nacional estadounidense, le pidió un amplificador “más grande y ruidoso” para sus canciones con The Who.
Él, sus ayudantes y un ingeniero que contrató fabricaron varios modelos desde 1962. El primero, de 45 vatios, era muy similar al ya existente de la marca estadounidense Fender, creadora de las guitarras eléctricas más influyentes del rock. Pero la clave la hallaron con el sexto modelo, un amplificador de 100 vatios, con controles básicos en su parte superior, capaz de moldear de forma más potente las resonancias eléctricas de los acordes de las guitarras. Towshend tenía lo que buscaba para las epifanías rock de The Who, como en Won't Get Fooled Again que se sirvió de este amplificador. Y, como él, todos los grandes espadas que saldrían de la excelente escena británica de los sesenta. Eric Clapton, Jimi Hendrix y Jimmy Page, entre otros, utilizaron estos amplificadores. El rock ya tenía un altavoz en condiciones para su nueva condición eléctrica, mucho más plástica y versátil, desprovista de cualquier corsé, rebosante de energía y músculo rítmico.
A mediados de la década, estos amplificadores saltaron el charco y se convirtieron en una pieza deseada entre los músicos estadounidenses. Según contaba el propio Marshall, Roy Orbison fue el primero en hacerle un pedido en 1964 aunque, sobre todo a partir de los setenta, fue habitual ver estas famosas cajas negras en conciertos y estudios de grabación. En una conocida imagen, la banda Kiss posó rodeada de ellos mientras Slash de Guns N’Roses o Kurt Cobain de Nirvana no entendían su música sin su presencia.
La marca Marshall, gracias a sus amplis, quedó asociada al rock. Y el negocio del baterista, aparte de prosperar espectacularmente, se convirtió en un distintivo en el mundo de la música, consiguiendo asociaciones comerciales con varios artistas. Marshall, que mantuvo la sede de la compañía en Londres a pesar de los efectos de la globalización y los consejos que recibió de ahorrarse costes fabricando sus productos en otros países, recibió el apodo de Padre del ruido. Incluso recibió condecoraciones de la Casa Real británica. Amante de los puros cubanos Montecristo y del whisky escocés, según dijo a The New York Times, Marshall contribuyó a que el rock se propagase con toda su fuerza innata. Solo basta escuchar a Jimi Hendrix, al que calificó como “el gran embajador” de su amplificador.
Babelia
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