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Evita vuelve para ser millones

Vuelve a Broadway el musical estrenado en 1976 Ricky Martin interpreta el papel que Antonio Banderas asumió junto a Madonna en el cine

Ricky Martin, en la nueva versión de Evita.
Ricky Martin, en la nueva versión de Evita. Richard Termine (Hartman Group P.R. )

“Volveré, y seré millones”. Esas palabras atribuidas a Eva Perón son un acertado augurio no sólo en el plano político, sino en el artístico. Evita, el musical, vuelve, para ser millones. Hasta la fecha, millones de espectadores, millones de entradas vendidas, millones de representaciones. La obra se estrenó en 1976 en el West End de Londres y 36 años después ha regresado ahora a Broadway, para convertirse en uno de los éxitos casi automáticos de público del arranque del año.

En sólo un mes, la versión del musical, que ya se vio en Londres en 2006, se colocó entre lo más visto de Broadway, escalando a puestos reservados sólo a clásicos perennes en las temporadas neoyorquinas, como Wicked El rey león. Su recaudación desde el preestreno de mediados de marzo hasta el 15 de abril, ha sido de 6,7 millones, con más de 57.000 entradas vendidas, según datos de la patronal The Broadway League.

Es complicado, para cualquier nuevo actor y cantante, estar a la altura de los sólidos cimientos sobre los que se ha erigido el mito del musical de Evita. En el recordado estreno en Broadway de 1979 participaron Patti Lupone como Eva y Many Patinkin como Che. Fueron voces de lujo para un arranque que, por lo demás, recibió una tibia acogida. El crítico del New York Times, por ejemplo, alabó entonces la música, pero criticó el argumento y las letras, por “remotas y poco desarrolladas”.

Luego llegó Madonna, fascinada por una mujer con tantas ansias de poder. Quiso ser Eva y se empeñó con esmero en ello. Con la ambición rubia metida en el proyecto, podría haber sucedido cualquier cosa (sólo hay que recordar películas como Shangai Surprise), pero la estrella se supo rodear de profesionales de altura, desde el director Alan Parker a los actores Jonathan Pryce y Antonio Banderas. El resultado logró tres Globos de Oro y un Oscar, y acabó, inesperadamente, por elevar el listón.

Y ahora llega a Broadway una Eva encarnada por la argentina Elena Roger, que asumió el mismo papel en la misma reposición en Londres, de 2006. La acompaña Michael Cerveris como Juan Domingo Perón, y el cantante Ricky Martin en el papel de Che, un personaje que no tiene nada que ver con el Che Guevara y que es en realidad la encarnación del coro griego, una voz irónica y de contrapunto a Eva.

Precisamente, algo que las anteriores escenificaciones de Evita captaron a la perfección es la ironía que derrocha el libreto de Tim Rice. La Eva de los escenarios no es una santa matrona que lucha por la dignidad de los descamisados, como quieren las hagiografías peronistas. Es una arribista que seduce a Perón, desbanca a sus amantes (“te acabo de quitar el puesto de trabajo”, le dice a una de ellas en un glorioso momento) y alberga inconmensurables ansias de gloria sólo truncadas por una prematura muerte a los 33 años.

Nada que ver con la encarnación de Roger, según los críticos norteamericanos. “Como el centro del espectáculo, la Sra. Roger, a la que le dieron el abrazo del oso los críticos de Londres hace cinco años, encarna una reverencia impasible”, escribió Ben Brantley en el New York Times. “En la apariencia y la presencia, su Evita, libre de ironía, puede quedar más cercana a la Eva Perón real que a nadie que la haya interpretado antes”.

Cuando la obra alcanza cotas más altas es cuando se la pasa por el tamiz de la fama, los abrigos de pieles, los vestidos de Christian Dior, las grandes joyas y los tupidos velos. No hace falta adorar a Eva, sólo basta con distanciarse de ella. Si Evita triunfó en los años 70 fue porque era la entrada de los musicales en la era de Andy Warhol, la de los 15 minutos de fama para todos, la que convertía hasta la política en un campo reservado a celebridades.

Y es por eso por lo que quien más éxito está disfrutando en su papel es Ricky Martin, famoso por derecho propio, carne de papel cuché. No es el mejor cantante, no es el mejor actor, pero su sola presencia en el escenario es capaz de atraer a legiones de admiradores y curiosos. Le resta gravedad al asunto y, en contra de lo que pueda parecer, es lo mejor que le puede suceder a una producción como ésta.

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