La niña más bella del mundo
EL PAÍS pone a la venta el domingo la comedia 'Pequeña Miss Sunshine', una ácida mirada al mundo de los concursos infantiles en Estados Unidos La película ganó dos 'oscars': al mejor guion original y al mejor actor de reparto
Una película que empieza con una niña gafotas corriendo de un extremo al otro de su casa gritando de felicidad no puede ser mala. Pero una película que empieza así y acaba con toda una familia bailando desaforadamente Super Freak, del gran Rick James, es sencillamente grandiosa. Y así es Pequeña Miss Sunshine, una comedia que estuvo a punto de no ser realidad: durante años el proyecto avanzó a un ritmo demasiado pausado, a la búsqueda de una financiación que llegó a cuentagotas. Después se fueron cayendo actores del reparto: el primer protagonista, Bill Murray, le paso el personaje de Frank a Robin Williams, y él a su vez lo desdeñó: el heredero fue Steve Carell, que cuando se filmó la película -verano de 2005- era un don nadie. Cuando llegó su estreno doce meses más tarde, Carell era una estrella gracias a Virgen a los cuarenta.
Carell no tiene el personaje más jugoso. Ni la estupenda Toni Collette, ni el soberbio Alan Arkin (abuelo tiñoso que se convierte en el mejor consejero musical y emocional de su nieta), ni el siempre correcto Greg Kinnear, ni un adolescente Paul Dano que de repente logró la fama con su papel de chaval mudo por cansancio vital... No, si Pequeña Miss Sunshine funciona como un torpedo cómico es porque Abigail Breslin borda a Olive, la niña ávida de reconocimiento social y que arrastra a toda su familia y su furgoneta Volkswagen en pos de una extraña aventura: un concurso de belleza infantil.
En San Sebastián, los dos directores, la pareja Jonathan Dayton-Valerie Furnis, procedentes de la realización de vídeos musicales, contaban que ellos eran unos contratados, que el guion ya era espectacular y que lo único que intentaron fue no estropearlo, y que solo hubo que cambiar el final: la primera canción elegida no era Super Freak, y hubo que cambiarla porque tras los primeros pases de público, el colofón no funcionaba. Ese guion y Alan Arkin, como actor secundario, ganaron sendos oscars, y en la memoria de cualquier cinéfilo queda el recuerdo de una gran comedia, probablemente la mejor de aquella temporada, que dentro de su acidez esconde un canto a la familia y a la diferencia.
Babelia
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