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LA OPINIÓN DE DOS FANS DE GENERACIONES DISTINTAS

Diego H. Casla (20 años): Matt Groening, como Leonardo Da Vinci

Matt Groening, con Bart (izquierda) y Homer Simpson, sus criaturas.
Matt Groening, con Bart (izquierda) y Homer Simpson, sus criaturas.

A lo largo de todos los años de mi vida (20 recién cumplidos), se puede uno figurar cuáles son las personas o seres que más huella han podido dejar en mí; padres, amigos, amigas, profesores, mascotas, etcétera. Pero en mi caso, y al parecer en millones de casos mas, existen otros miembro de la familia que no viven en nuestra casa, ni quedan con nosotros, y que ni siquiera son de carne y hueso. La familia Simpson.

Los Simpson han convivido conmigo desde mis primeros recuerdos, siendo un niño que buscaba dibujos animados en televisión, hasta hoy. Siempre estuvieron ahí, con amigos, en soledad, estudiando, de resaca, incluso estando fuera del país. El secreto es el ingenio de Matt Groening para conseguir lo que solo consiguió Leonardo da Vinci con el hombre de Vitrubio: crear al hombre perfecto; o sea, Homer J. Simpson.

Su evidente escasez de inteligencia es tan profunda que, como sucedió con Peter Sellers en Bienvenido Mr. Chance, llega a ser tratado de genio. Yo lo trato igual. Un padre de familia, con un trabajo hecho a su medida (echar siestas en una central nuclear), que obedece a todos y cada uno de sus impulsos como si no hubiera un mañana. Tal es su éxito que llega a compartir cama con Kim Basinger, salir airoso de un secuestro en Río de Janeiro o llegar al mismísimo espacio. Aparte de Homer, personajes como el corrupto alcalde, el incompetente policía o el depresivo tabernero hacen que esta serie se haya convertido en la mejor de la Historia. Aunque a primera vista parezcan personajes para niños, encierran una complejidad divertida, adictiva y sin efectos secundarios.

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