El arte del espiritismo fotográfico
La artista y cineasta María Alché se introduce a sí misma en antiguas diapositivas sacadas del álbum de su familia “Me interesa la sugestión y la hipnosis”
Son tiempos de archivo en el arte contemporáneo. De pequeños gestos que consisten en mirar atrás y fijar la vista en un instante, en un fogonazo de vida que aspira a explicar el mundo. Todo lo cual casa bien con las intenciones estéticas de María Alché (Buenos Aires, 1983). También con las biográficas. La serie de microfilmaciones que expone ahora bajo el título de Fallasen Madrid (en la galería Cero, consagrada al joven talento fotográfico) toma como punto de partida sus recuerdos familiares para levantar un poético edificio en el que la ciencia-ficción se enreda con la memoria.
Alché se introduce a sí misma en todas sus fotografías. Comparte espacio en viejas diapositivas sacadas del álbum de su familia paterna. Se inmiscuye en las vidas que la precedieron, invade, en suma, las imágenes que se tomaron antes de que ella llegara. ¿Con qué objeto? Ella insiste en que no busca efectos artísticos, sino ejercer una minuciosa labor de documentación y recreación de la memoria, eso sí, de una manera caprichosa.
Lo llama fotografía espiritista, una disciplina en la que los personajes se insertan de manera natural en los recuerdos y adquieren forma física sobre el papel revelado. “Me interesa la sugestión y la hipnosis. Forman parte de mi cultura vernácula”, explica. Cada imagen es como una película de un solo fotograma. “En esas imágenes están los momentos que mi papá quería conservar para siempre. Eran fiestas familiares, excursiones, vacaciones. Hay gente que apenas conocí y lugares de los que tengo un borroso recuerdo. En un momento determinado reparé en que en ellas había huecos que pedían presencias y empecé a manipular las imágenes”
Además de su labor como fotógrafa, Alché mantiene un pie en el mundo del cine, donde empezó a trabajar desde muy jovencomo guionista, productora, directora y actriz. Quizá la recuerde por su personaje en La niña santa, de Lucrecia Martel (2004), con el que se consolidó como intérprete y se dio a conocer en Europa.
Acaso por ese bagaje, su trabajo despliega cierto hechizo cinematográfico. En la fotografía que lleva por título Camino al Cristo redentor con mi papá. Aún no conoce a mi mamá. Éramos esperados entonces sobre la tierra. (1980). En la imagen, una adolescente (María), mira de perfil a unos viajeros sentados al fondo de un vehículo. Entre ellos están los que luego serían sus padres. En otra imagen, Atlántida, se ve a dos adolescentes que parecen hermanos o colegas.
Su próximo proyecto está volcado en la reconstrucción de la memoria de la familia materna. Lo hará a partir de otras fotografías y también de documentos como cartas y otros objetos. Con todo, no se olvida del cine. “Todo participa de un mismo proceso de producción. Hay un guion, un reparto, un script… La forma de trabajar es la misma. Y además, estoy inmersa en muchos planes”.
Babelia
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