Cuando el poder secuestró la Historia
El catedrático Ricardo García Cárcel gana el Premio Nacional de Historia con un ensayo que desenmascara los sucesivos mitos construidos al servicio de monarcas y políticos
El libro que ha ganado el Premio Nacional de Historia se abre con una cita que apunta maneras. Corresponde a un consejo de la historiadora canadiense Margaret MacMillan: “Úsela, disfrútela, pero trate siempre la historia con cuidado”. MacMillan escribió una aclamada obra sobre los usos y abusos de la historia que parece pensado para los vientos que soplan sobre España: “El pasado puede usarse para casi cualquier cosa que uno quiera hacer en el presente”. Y otra, ideal para escribir en la frente: “Usamos la historia para entendernos a nosotros mismos y deberíamos usarla para entender a otros”.
En La herencia del pasado, la obra galardonada, que fue publicada en marzo de 2011 por Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg, Ricardo García Cárcel (Requena, Valencia, 1948) viaja hacia atrás para desenmascarar los mitos sobre los que unos y otros han asentado la identidad de España o de los nacionalismos periféricos. “Cada territorio ha construido su propia tradición cargada de mitos y a veces de falsificaciones. Podríamos decir que cada comunidad autónoma se ha montado su propia película historicista. Siempre ha habido presiones de cara a la instrumentalización política de la historia y el reto de los historiadores es intentar no contaminarse políticamente”.
En sus cuatro décadas de vida académica, García Cárcel, catedrático de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha asistido a sucesivas modas historiográficas (positivismo, Annales, marxismo, historia de las mentalidades…) hasta desembocar en un acusado presentismo. “Hoy, el presente lo invade todo, lo explica todo”, avisa en el prólogo de su ensayo.
Por teléfono, mientras espera un avión que le llevará a Sevilla para sumarse al homenaje a Francisco Márquez Villanueva, catedrático de Harvard, erudito del Siglo de Oro, exiliado “de la grisura del franquismo”, explica por qué rehúye la sobredosis de inmediatez: “Solo se hace la historia desde el propio presente, cada historiador busca cómo trasladar sus propios fantasmas del presente al estudio del pasado”. ¿No es útil la historia del tiempo actual? “Le veo utilidad a estudiar el presente, pero no sé si a eso habría que llamarle historia”.
Un ejemplo de sobredosis se da, escribe en su libro, “en el uso y abuso de la llamada memoria histórica, que en España se ha condensado en la explicación de nuestros traumas más recientes (República, Guerra Civil y franquismo) en clave de alineamiento político actual, demasiadas veces sectario, con connotaciones casi épicas, de memoria-rescate”. Su análisis crítico podría confundir: García Cárcel reivindica la memoria histórica y el estudio de la República y la Guerra Civil desde nuevas perspectivas y fuentes. “Pero reivindico la historia larga. Uno a veces tiene la sensación de que la historia empieza en 1936 o que Franco fue el inventor del concepto de España, cuando probablemente no fue más españolista que el presidente Azaña”.
Recuerda el catedrático que su generación fue educada “en el cultivo de los mitos más rancios de la historia de España”. “Llegamos a la universidad en los años sesenta y nos lanzamos a la caza y derribo de toda esa mitología que cuestionamos de arriba abajo en tanto que la identificamos con la historia oficial producida por el franquismo”, proclama en La herencia del pasado. Una generación que puso en la picota a un discurso secuestrado y al que ahora le ha sucedido otro. “Posiblemente sea necesario pasar por los extremos para valorar y encontrar la justa verdad”, concede.
En el altar de mitos españoles, sin embargo, ve los huecos dejados por la caída de los iconos franquistas. “Los hemos barrido, frente a ese barrido los nacionalismos a escala pequeña no tienen el menor complejo en seguir exhumando sus referentes”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.