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Muere el nigeriano Chinua Achebe, padre de la literatura africana

El autor de 'Todo se desmorona' fue uno de los primeros escritores que hizo universal la literatura moderna de su continente

El escritor Chinua Achebe, en una imagen de 2008.
El escritor Chinua Achebe, en una imagen de 2008. Craig Ruttle (AP)

Chinua Achebe, quizás el escritor más influyente de África, acaba de fallecer. Nació en Ogidi, sur de Nigeria, en 1930. Educado en el cristianismo, desde temprano sintió la necesidad conservar sus señas de identidad, permaneciendo fiel a su cultura ibo. Mientras estudiaba Historia y Teología en la Universidad de Ibadán, en su país -entonces colonia británica-, dejó de llamarse Albert para recuperar su nombre tradicional. En esa época, y en la misma prestigiosa institución, se forjó una formidable generación de escritores, vanguardia de las letras africanas en lengua inglesa: John Pepper-Clark, Cole Omotoso y el premio Nobel Wole Soyinka. Nombres como Amos Tutuola y Cyprian Ekwensi también destacan en una lista más amplia de quienes durante más de medio siglo han marcado las líneas básicas de la literatura moderna africana, creando una escuela que continúa en autores como Ben Okri o el inolvidable Ken Saro-Wiwa, paisano de Achebe, ahorcado en 1995 por la ominosa dictadura del general Sani Abacha.

Una de las características esenciales de estos creadores es la utilización de la lengua inglesa -impuesta por el colonialismo- para sus propios fines. Lo importante no es el perfeccionismo academicista, sino la transmisión de los valores; no rechazan escribir en la “lengua del enemigo”, sino que se valen de ella para comunicar y universalizar sus emociones, anhelos y frustraciones africanas. De ahí que no desdeñen construir su literatura en el inglés sencillo propio del común de su gente, en el idioma de los suburbios y de los estibadores de los puertos de Lagos o Port-Harcourt. Esa apuesta, además de remarcar su grandeza, permite soslayar polémicas un tanto artificiales que desde hace tiempo planean sobre las literaturas africanas: el papel de las llamadas “lenguas importadas” en la construcción de las culturas postcoloniales, o la presunta inutilidad de la literatura en sociedades mayoritariamente analfabetas.

Esa preocupación de Achebe por afirmar las señas de identidad no es sólo estética o estilística. Su primera novela, Things Fall Apart (Todo se desmorona), publicada en 1958, incide temáticamente en lo que se llama ahora “choque de culturas”. El autor propone reflexionar sobre el efecto de la penetración de la civilización europea sobre los africanos, las consecuencias para una sociedad de la imposición violenta y caótica de otra moral, de otras normas, de otros hábitos; porque, añadidos los componentes de explotación, rapiña y racismo, eso fue la colonización para los africanos. Los efectos son bien visibles hoy: un África insegura, carente de los asideros espirituales que permiten afrontar los retos de la existencia desde la seguridad interior de convicciones propias.

El éxito de esta novela, traducida a cincuenta lenguas, con más de diez millones de ejemplares vendidos, radica en la propuesta de Achebe. En aquel tiempo, era facilísimo caer en la tentación del revanchismo, del rechazo frontal y virulento de un colonialismo opresor que tocaba a su fin. No le hubiesen faltado ni razones ni seguidores. Sin embargo, la idea subyacente en Todo se desmorona es mucho más racional y humana: Puesto que los hechos históricos son los que son y no pueden ser cambiados, la respuesta no es la resignación, ni el lamento constante, ni la venganza, sino la búsqueda de fórmulas que permitan recobrar el aliento. Él descubrió medio siglo atrás lo que para otros es un hallazgo reciente: el necesario diálogo entre las culturas, el reconocimiento de la interacción permanente, la falacia de la superioridad de unas civilizaciones sobre otras.

Ocurre a menudo que una obra excepcional eclipsa el resto de la producción de un autor. Novelista, poeta y crítico literario, Achebe es conocido y reconocido por Todo se desmorona, pero escribió más de una veintena de libros, entre los que cabe citar también La flecha de Dios (1964), Un hombre del pueblo (1966), Chicas en guerra (1971) o Navidades en Biafra y otros poemas (1973). En ellos, vemos a un Achebe preocupado por los problemas de su país y de África, una persona que da testimonio de su tiempo y deja una huella profunda de su tránsito por la vida. Siempre humano y sobrio, no era un ser estridente. Nunca puso sus conocimientos ni su valía al servicio de la arbitrariedad. Pese a tentaciones y amenazas, no colaboró con ninguna de las dictaduras que ha padecido Nigeria desde su independencia. Rechazó honores y prebendas para mantenerse fiel a sí mismo. Por ello es un símbolo del papel del intelectual en nuestros países convulsos, un referente moral. Dejó reflejado este aspecto en su novela Hormigueros de la sabana (1987), retrato del fracaso de los intelectuales y de los políticos africanos. Su única incursión en la política fue su participación en el aparato cultural de la efímera República de Biafra durante la guerra civil de Nigeria (1967-1970), experiencia que narra en su último libro, There was a country: a personal history of Biafra (2012).

Para Nadine Gordimer, premio Nobel sudafricana, Chinua Achebe es el “padre” de la literatura africana moderna. Creemos que el título es merecido. En lo personal, y como ya he contado en alguna ocasión, le debo mi vocación literaria a Achebe desde que, en mi adolescencia, cayera en mis manos su primera novela. Fue fascinante descubrir que un negro, un negro africano, podía contar historias que yo mismo llevaba en mis genes. Achebe me dio los ánimos, la motivación, el tono. Y como se puede reconocer con facilidad su huella en escritores africanos de otros ámbitos linguísticos -por ejemplo en el congoleño Sony Labou-Tansi- debemos reconocer su influencia decisiva en nuestro oficio y su maestría en el servicio a la causa de la dignificación de nuestro continente.

Achebe no ha muerto en su país, sino en Estados Unidos, donde vivía desde que en 1990 un accidente de tráfico le postró en una silla de ruedas: la postrera metáfora del sino de millones de africanos que, por múltiples razones -todas relacionadas con el subdesarrollo de países sin embargo riquísimos- estamos obligados a padecer la expatriación.

* Donato NDongo es periodista y escritor ecuatoguineano.

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