El cine: un sueño incumplido
El cine fue, para Salvador Dalí, un sueño deseado e incumplido. Hizo que Luis Buñuel abandonase su proyecto de debutar con un guion de Ramón Gómez de la Serna para, en un acto de asesinato del padre, imponerle en 1929 el proyecto de Un perro andaluz, un escándalo y una revelación, cuyo ojo cortado por una navaja hoy sabemos que fue una aportación personal de Dalí y cuya iconografía está presente a lo largo de todo el filme. André Breton les abrió las puertas de su cenáculo surrealista de par en par y para su grupo Buñuel realizó la escandalosa La edad de oro (1930), con la colaboración más distanciada de un Dalí ya secuestrado por el amor y el comercialismo de Gala. Pero Dalí no quiso renunciar al cine y escribió en 1932 el guion de Babaouo, con sus fantasías personales trasladadas a una revolución en Portugal, pero no consiguió llevarlo a la pantalla.
Fue el clamoroso triunfo comercial del pintor en Estados Unidos lo que le permitió acercarse en Hollywood a su objeto de deseo. Alfred Hitchcock le requirió para que diseñase los fantasmas culpabilizadores de Gregory Peck en Recuerda (1945). Mientras que Walt Disney, tras su ensayo musical de Fantasía, le propuso el experimento titulado Destino, cuyos despojos han sido recuperados recientemente. Pero su amistad con su admirado Harpo Marx no le sirvió para convencer a la muy conservadora Metro-Goldwyng Mayer que le permitiera dirigir al trío Marx en una fantasía que no encajaba con su canon comercial. Se publicó por entonces que dirigiría a Greta Garbo en un filme titulado Alma. Pero tendría que reservar su creatividad audiovisual en aquel país para una breve pieza televisiva muy artesana que grabó en Nueva York con el título de Creación y caos y que sería rescatada muy tardíamente.
Dalí produjo su testamento audiovisual para la televisión alemana al final de su carrera, con el título Recuerdos de la Alta Mongolia, una aplicación muy creativa de la microfotografía al lenguaje audiovisual que dio forma a sus fantasmas exóticos. El cine sería para Dalí, en definitiva, un sueño incumplido que solo pudo proyectar en la pantalla interior de su conciencia.
Babelia
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