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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Casi todos

Este año le ha tocado a Messi hacer de Lola Flores, porque las folclóricas de nuestro tiempo son los futbolistas

David Trueba
Leo Messi.
Leo Messi.

 La temporada de la declaración de Hacienda ofrece el maravilloso espectáculo de algún famoso sacrificado a los pies de la inspección fiscal. No hay mejor prédica que la que alecciona con el ejemplo. Y este año le ha tocado a Messi hacer de Lola Flores, porque las folclóricas de nuestro tiempo son los futbolistas. Ahora ya nadie se olvida de hacer la declaración de la renta por falta de costumbre, sino que monta un entramado fiscal aprendido en los periódicos, que desvelan a diario lo fácil que es refugiarse en paraísos fiscales. La pena del asunto es que la inspección de Hacienda haya llegado también en estos días y con tanto retraso a la película de Bárcenas, de gran éxito en nuestras salas. La devolución de dinero al contable del PP confirma que los millonarios entran sin problemas en el cielo por el ojo de una aguja después de varias décadas de negociación con las oficinas de Dios en la tierra.

Hay dos maneras de hacer la declaración de Hacienda. Una consiste en pensar que todo lo que pagas irá a costear quimioterapias de tus seres queridos o los mejores profesores para tus hijos sin reparar en el color del Gobierno y sus reformas, a menudo un rosario de caprichos e inutilidades disfrazadas de prioridades ineludibles. Luego está el que se considera agraviado, ya sea por las tasas o las multas o porque trabaja mucho y se siente exprimido por el Estado. Es ese tipo de persona que se cree mejor que el colectivo que le rodea.

La corrupción encuentra siempre una excusa moral facilona para sus tejemanejes.

Hace poco en Estados Unidos un alto responsable fiscal tuvo que dimitir cuando se sospechó que había dirigido sus inspecciones contra rivales políticos. En nuestro país a los cambios de Gobierno les acompaña un giro en el perfil de la gente que es pillada en falta. Lo de Bárcenas es otra historia. Con él se celebra la impunidad, la penosa idea de que bajo el paraguas de un gran partido cualquier engaño se oculta y tolera. Pero es preciso salvaguardar ese estímulo que consiste en pensar que si Hacienda no somos todos, al menos somos casi todos.

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