El sexo anal y otras creencias
La actriz Isabelle Stoffel presenta su atrevido monólogo ‘La rendición’ en el festival de Edimburgo La obra adapta las memorias de la neoyorquina Toni Bentley
Uno cuenta, recuenta y observa muchas maneras de rendirse. Desde el tópico a las luces y sombras con las que cada cual se enfrenta a la vida existen múltiples opciones: para bien y para mal. La rendición por acción, por omisión, por circunstancias, por decaimiento, involuntariamente, por propia voluntad, a los encantos, a la seducción, al savoir faire,a las evidencias, por hartazgo, por cansancio, en los juegos de mesa…
Pero la que cada día encuentra durante este mes en el escenario del festival de Edimburgo Isabelle Stoffel es bien fuerte. La misma, por otra parte, que ha alzado a esta descomunal y bellísima actriz suiza desde los escenarios off del Madrid crujiente de tablas al Centro Dramático Nacional y ahora al gran escaparate del teatro universal que es el que se monta cada verano en la ciudad escocesa. Allí se ha presentado Stoffel con 8.000 condones que reparte por la calle y un corsé para que la gente entre al teatro.
Por el sexo anal hacia Dios, podría decir uno después de admirar su valiente monólogo. La rendición, se titula. Y no se trata de otra cosa que de una encendida glosa al poder de ciertas prácticas, según ella, “todavía encerradas en grandes tabús”. Así es como en la conjugación de esta serie veraniega titulada Presente histórico entra este caso dentro de la primera como anillo al dedo.
Entre la física y la mística encara Stoffel la revelación de la penetración anal. Lo defiende en esta versión que no deja de triunfar desde hace dos años en España y que sale de las memorias adaptadas por ella —con la dirección escénica de Sigfried Monleón— que, a modo de turbia, espontánea y cristalina confesión escribió la neoyorquina Toni Bentley.
La intérprete suiza, políglota, aterrizó
Stoffel la adaptó primero al castellano y después lo ha hecho al inglés —muy fiel al original— y al alemán, su lengua madre. Una y trina. Actriz en tres lenguas. Y sin despistarse, echando mano de su vertiente políglota. Cuando la representa en español, asombra en Stoffel la concentración en los ceceos. No muy práctica, porque apenas un 5% de los hispanoparlantes la aplican a su vida diaria. Pero lo que demuestra es su rigor de mecanismo relojero suizo para el teatro. “No puedo pasar por encima de las palabras para así poder soltarlas luego con ligereza y naturalidad”.
Aunque para las frases que se escuchan en La rendición, lo mismo se requiere una espartana concentración que una desenfadada aceptación a entrar invitados desinhibidamente en lo que plantea el texto. “En el culo, la verdad siempre sale a la luz. Una polla en un culo es como la aguja de un detector de mentiras. El culo no puede mentir: si mientes, duele…”, te suelta Stoffel sin despeinarse, deslizándose por el escenario como una divina gata de goma y terciopelo.
En cambio, delante, uno debe guardarse de las mentiras por una mera cuestión física: “El coño está concebido para engañar a los hombres con sus aguas incitadoras, su predisposición a abrirse y sus dueñas airadas”.
Eso en escena, porque tomando un café a media mañana en el centro de Madrid, la actriz guarda las formas. Aunque no las cargas de profundidad: “El sexo es un motor en la vida, pero me resulta tremendamente difícil ponerle palabras al poder que transmite. Puede ser tan grave como la muerte, así que si no se le aplica ironía resulta un tema pesado. En La rendición encontré ese equilibrio”.
En el culo, la verdad siempre sale a la luz”, dice en el escenario
El equilibrio entre lo trascendente y lo ligero, entre lo ignoto y el sentido común, entre la rebeldía y la resignación que desprende esta pieza. Pero para pronunciar lo que Stoffel pronuncia en el escenario, además de sentido del humor, se requieren agallas para una actriz que aterrizó hace ocho años en España y que nunca ha dejado de trabajar tanto en cine como en teatro.
Existe una búsqueda de la trascendencia a través de lo físico. “Bentley confía en eso como su camino de perfección, a lo santa Teresa”, asegura quien ha nombrado a su compañía escénica Traspasada. “Es por ella —por la de Ávila—, no por querernos convertir en una agencia inmobiliaria”, comenta.
“En la sodomía, la confianza lo es todo. Si te resistes, pueden hacerte daño de verdad. Pero una vez superado ese miedo, una vez traspasado literalmente, ¡qué placer tan grande encuentras al otro lado de las convenciones! Dejándome dar por el culo he aprendido mucho, pero sobre todo una cosa: he aprendido a rendirme…”. Ahí queda eso.
En escena, insistimos. Porque recién salida de la cama, con la cara lavada y con el descaro que te pueden dar los churros y el zumo de naranja que cada mañana desayuna Stoffel, desvía un tanto sus experiencias personales. “Para interpretar hay que experimentar…”, comenta. Y ella se ha rendido al amor incondicional al menos un par de veces.
Espera que sean más. Puede que le llegue esa entrega durante el trimestre que le espera después de su paso por Edimburgo. Recalará en Barcelona (Sala Montaner), Buenos Aires y México DF. Allí también espera desatar esa risa floja que a veces le entra al público cuando escucha según qué confesiones: “Soy atea, por herencia. Llegué a conocer a Dios por medio de la experiencia, dejándome follar por el culo, una y otra vez, y otra vez más. Aprendo despacio, y soy de un hedonismo voraz”.
El sexo es un motor en la vida, pero es difícil poner su poder en palabras
Por no hablar de la inspiración lírica que prende en cada penetración. “Para mí el sexo anal es un acontecimiento literario. Las primeras palabras empezaron a fluir cuando él estaba en lo más hondo de mí. Su pluma en mi papel. Su rotulador en mi secante. Su cohete en mi luna. Es curioso de dónde saca una la inspiración. O cómo recibe una el mensaje”.
Lo haga en inglés, alemán o castellano, observarla rendirse, inquieta. Stoffel hace brotar la serena sonrisa de la ironía no exenta de perversión y el más puro instinto sólido de la seducción. “Pretendo provocar una sacudida física, es necesario crear un personaje cercano, elegante, aunque en cada suspiro, en cada movimiento haga saltar los instintos. En eso me ha ayudado mucho la dirección escénica de Sigfrid Monleón”, asegura.
Movimiento físico, movimiento anímico, movimiento trascendental, el alma aristotélica era eso: movimiento. Santa Teresa, en su quietud mística, implora movimiento, escape, huida; Toni Bentley en su sincera transfiguración hija de estos tiempos y con las aceras de Manhattan como testigos, nos trata de convencer de que sin el movimiento y el removimiento de las convenciones cotidianas quizás nos congelemos. Stoffel está aquí para provocar con este insólito e intrépido monólogo ni más ni menos que el deshielo.
Babelia
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