Noche en el Rijksmuseum
José Manuel Ballester vivió durante siete años la metamorfosis del centro de arte de Ámsterdam como una metáfora de la propia vida
Cuando le ofrecieron la posibilidad de documentar las obras de remodelación del Rijksmuseum no lo dudó un instante. José Manuel Ballester (Madrid, 1960) vivió durante siete años la metamorfosis de la obra como una metáfora de la propia vida, en la que todo es relativo y vulnerable. En Ámsterdam, una ciudad que le fascina y al lado de las obras de los grandes pintores holandeses, Ballester volvió a retratarse a sí mismo a través de un escenario y una situación. Esperó la hora del crepúsculo para recorrer las salas vacías en el momento más vulnerable del día. Se encontraba muy cerca de donde ahora se ubica La ronda de noche, en una de las zonas laterales, cuando tuvo un encuentro con ese arco de luz que se refleja en el ventanal. Fijó el trípode, abrió el obturador a una exposición más larga de lo habitual y captó ese pequeño arco que baña el espacio y lo insinúa inerte y desnudo. El museo en este caso sirve como soporte pero nos permite hacer una reflexión sobre lo aleatorio y ponernos trascendentes. Sabemos que el museo custodia la cultura del lugar al que pertenece pero, en ese instante y con esa iluminación, puede tener otra función o reflejar otra realidad. El manto de la noche pone en evidencia algo que está a punto de perderse dejando unas gotas de nostalgia. Nocturno en el Rijksmuseum puede verse como un autorretrato de la forma en que Ballester mira y se posiciona ante un mundo. La obra inédita se muestra ahora solo para nuestros ojos. Del resto del material, el museo se quedó con ocho imágenes: cinco se exhiben en la biblioteca y tres permanecen colgadas en la sala de prensa.
Babelia
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