Martin Drewes, rapaz de la noche sobre los cielos de Alemania
As de caza nocturna de la Luftwaffe, se le atribuyen 52 victorias durante la II Guerra Mundial
La guerra aérea nocturna entre cazas alemanes y bombarderos aliados, especialmente británicos, fue una de las grandes –terribles- aventuras –de la II Guerra Mundial. Aunque lucharan con la esvástica en la cola, al servicio último de un régimen despiadado y agresor, es difícil no valorar a los pilotos de la Luftwaffe que noche tras noche, en circunstancias que requerían una pericia y un coraje extraordinarios, se enfrentaron a las devastadoras oleadas de aviones cuya misión era convertir en infiernos las ciudades alemanas. La bandada de búhos incluía a personajes tan notables como Heinrich Prinz zu Sayn-Wittgenstein, El príncipe de las tinieblas, un gran as (83 victorias) que planeaba matar a Hitler durante una entrega de medallas (lo derribaron antes). El mayor Martin Drewes, que falleció en Brasil el pasado 13 de octubre una semana antes de cumplir los 95 años, fue una de esas rapaces de la noche de la Nachtjagd, la fuerza de caza nocturna de Alemania.
En ese cometido y a los mandos principalmente de un Messerschmitt Bf-110, un aparato con malos resultados diurnos pero que, reacondicionado, se convirtió en uno de los más efectivos de la caza en tinieblas, logró 43 victorias nocturnas –todas bombarderos británicos, la mayoría Lancasters- en los cielos sobre Alemania. Parecerán pocas si se comparan con las de los grandes ases diurnos, que llegaron a pasar de los 200 y hasta los 300 aparatos abatidos, pero los derribos en la noche eran mucho más difíciles -y en consecuencia valiosos- que los de día. Había que encontrar al enemigo, afrontar la escolta de los bombarderos y la artillería de estos e incluso la letal tela de araña de la propia defensa antiaérea, que lo tenía difícil para hacer distingos allá arriba.
Drewes, que fue condecorado con la preciada Cruz de Caballero (con hojas de roble), añadía a su cuenta en la oscuridad otras victorias conseguidas antes en acciones diurnas, hasta contabilizar 52 aviones enemigos derribados (49 según otras fuentes, pero no nos vamos a poner aquí rácanos con el muerto). A señalar que uno, el de un Gloster Gladiator, se produjo en un frente tan poco conocido de la contienda como Iraq, adonde fue enviado el piloto en 1941 como parte del Sonderkommmando Junck, la fuerza aérea alemana de apoyo a los rebeldes iraquíes alzados contra la monarquía hachemita probritánica a fin de crear un régimen favorable al Eje en Oriente Medio. Así que nuestro hombre probablemente ametralló algún día desde el aire a los beduinos de la legendaria Legión Árabe de Glubb Pachá que luchaban junto a los británicos en ese teatro de operaciones. Eso cuesta perdonárselo.
Nacido en un pequeño pueblo cerca de Hannover, Drewes, hijo del farmacéutico local, entró en el ejército en un regimiento panzer (que ya es inicio), fue transferido a la Luftwaffe en 1939 y comenzó su participación en la guerra aérea realizando patrullas para la Kriegsmarine sobre el Mar del Norte. Tras la aventura en el desierto iraquí, la unidad de Drewes fue reconvertida para la caza nocturna. El primer derribo a oscuras del aviador fue la noche del 17 de enero de 1943. En marzo de 1944 fue nombrado comandante de escuadrilla. El 20 de julio, tras derribar dos Lancasters, su avión resultó alcanzado por la explosión de las bombas del último y él y sus tripulantes (el caza nocturno llevaba un navegante y un artillero) tuvieron que saltar en paracaídas y resultaron heridos. El ataque usual de noche era por debajo de los bombarderos, usando el sistema de armamento Schräge Musik que apuntaba hacia arriba. En total voló en 252 misiones y entre sus presas se contaron un Spitfire y siete bombarderos de EE UU. Para la caza nocturna equipó su Meserschmitt Bf-110 G-4 solo con ametralladoras pues no le gustaban los cañones, que, decía, arrancaban grandes trozos de los bombarderos que podían dañar tu propio avión. Nunca abría fuego a más de 35 metros, para obtener un blanco seguro. Capturado por los británicos al finalizar la guerra, Martin Drewes emigró a Brasil en 1949 donde se casó con una brasileña, trabajó en la aviación civil y luego en la Volkswagen. Es difícil decir lo que pensaba al mirar el cielo de noche.
Babelia
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