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J. D. Salinger: todos los agujeros negros

Shane Salerno relata para EL PAÍS cómo buceó en la misteriosa vida del escritor

Retrato de J. D. Salinger realizado por Anthony Di Gesu en Nueva York en 1952.
Retrato de J. D. Salinger realizado por Anthony Di Gesu en Nueva York en 1952.

Shane Salerno (Memphis, 1972) tenía nueve años cuando su madre, fanática seguidora del elusivo J. D. Salinger (1919-2010), le dijo que tenía la edad suficiente para acometer la lectura de El guardián entre el centeno. El libro conmocionó al niño hasta tal punto que, pese a su corta edad, devoró en un tiempo relativamente breve el resto de la escasa obra del autor. “¿Esto es todo?”, le preguntó a su madre cuando puso fin al último volumen. “Salinger no ha dejado de escribir un solo día”, contestó ella, “solo que desde 1965 no ha querido publicar nada”. La insólita revelación plantó en el joven lector una semilla que tardaría 21 años en germinar.

Una tarde, mientras hojeaba una biografía del autor, llamó poderosamente su atención el violento contraste entre dos retratos del novelista neoyorquino. En uno, un Salinger joven y en la cúspide de la fama sonríe apacible. En otro, anciano ya, lanza una mirada furibunda al fotógrafo que lo ha cogido por sorpresa. La disparidad le hizo recordar que tenía una deuda pendiente consigo mismo: tratar de despejar, siquiera en parte, el enigma de una vida sobre la que se cernían demasiadas sombras. Dedicó al empeño 10 años y 1,46 millones de euros que aportó de su propio bolsillo.

En 2010 falleció el escritor. Tres años después, en septiembre de 2013, Salerno daba a conocer el resultado de sus pesquisas, recogidas en un documental de dos horas y en un volumen de 700 páginas en el que contó con la colaboración del escritor David Shields (Los Ángeles, 1956). Bajo el título común de Salinger, libro y documental ofrecen un retrato discontinuo del escritor basado en la recuperación de un ingente material fotográfico, una exhaustiva recopilación de documentos y el testimonio oral de más de 200 testigos de su vida.

Muchas cosas sobre el personaje no eran halagadoras, pero había que contarlas”

Han pasado seis meses, tiempo suficiente para hacer balance, y el libro llega a España (Seix Barral). No han faltado las acusaciones de oportunismo, falta de rigor y sensacionalismo, pero tampoco los aplausos. Económicamente, el proyecto ha sido un éxito. “El libro se vertebra en torno a los tres traumas que modelan la vida de Salinger: su participación en la Segunda Guerra Mundial, su relación sentimental con Oona O’Neill, y el violento rechazo del mundo, motivado por sus creencias védicas”, explica Salerno desde Los Ángeles. “Salinger era un niño rico de Park Avenue. Jamás había estado expuesto a ningún tipo de sufrimiento. No tenía por qué hacerlo, pero decide alistarse porque tiene una idea romántica de la guerra. Participa en el desembarco de Normandía y es testigo de innumerables atrocidades, la mayor de ellas, que jamás lograría borrar de su memoria, la entrada en un campo de concentración sobre el que flota un insoportable hedor a carne humana incinerada. Ante la inminencia de la llegada de las tropas americanas, los nazis se habían apresurado a quemar vivos a los prisioneros judíos. Trastornado por la guerra, cuando esta terminó se hizo internar en un sanatorio para enfermos mentales. Es ahí donde se produce la alquimia que lo convierte en escritor. Cuando sale, escribe su historia Estoy loco”.

Buena parte de las investigaciones de Shields y Salerno tuvo como fin tratar de caracterizar su singularísima forma de relacionarse con las mujeres. “El otro trauma que lo marcó fue su ruptura con Oona O’Neill”, explica el biógrafo. “Era una chica muy atractiva, que entre los 16 y los 18 años además de con Salinger, mantuvo relaciones con Peter Arno, el caricaturista del New Yorker, y con Orson Welles. Dejó a Salinger para casarse con Charles Chaplin, con quien tuvo ocho hijos y a cuyo lado se mantuvo hasta que él murió. La pérdida de Oona marcó la pauta de todas sus relaciones sentimentales futuras. Cuando se casó con Chaplin, ella tenía 18 años y él 54. Cuando Salinger conoce a Joyce Maynard, una de las mujeres más importantes de su vida, él tenía 54 y ella 18. El esquema se repetiría siempre. Le fascinaban las mujeres cuando conservan algo de niñas. Mantuvo relaciones, no necesariamente sexuales, con chicas muy jóvenes, de 15 o 16 años, incluso 14, como ocurrió con Jean Miller”.

Miller es, según Salerno, uno de los logros de Salinger. “Hemos sido los primeros en conseguir declaraciones directas suyas. Tenía 14 años y Salinger 30, cuando se conocieron en Florida. Mantuvieron un contacto muy estrecho entre 1949 y 1954. Las cartas que le escribió Salinger durante ese tiempo proporcionan un retrato insólitamente revelador del escritor”. Tampoco habían visto la luz fotos de su época bélica, “con los tres mosqueteros, Jack Altaras, John Keenan y Paul Fitzgerald, sus mejores amigos; ni siquiera de su primera esposa, la alemana Sylvia Welter. Falsificó sus papeles para traerla a Estados Unidos y luego resultó ser colaboradora de la Gestapo”.

El horror vivido en la II Guerra Mundial le marcó para siempre

Con ser importantes, todos estos detalles palidecen frente a lo que se supone que es el logro mayor de las investigaciones realizadas con Shields: la lista completa de las obras que, según los autores, saldrán a la luz entre 2015 y 2020. Cinco libros en total: dos ciclos de cuentos, en torno a las familias de Holden Caulfield y Seymour Glass; una novela sobre su matrimonio con Sylvia Welter; el diario de un agente de contrainteligencia, basado en los interrogatorios de prisioneros llevados a cabo por Salinger… y un manual sobre sus creencias védicas. Es la parte más cuestionada por la crítica. ¿Ha tenido Salerno acceso al material? ¿Puede pronunciarse acerca de su valor literario? Como quien pisa ascuas, él responde: “No puedo contestar esa pregunta”.

El biógrafo reacciona con firmeza cuando se le pregunta si es legítimo violar la intimidad del escritor: “No he dedicado 10 años de mi vida a Salinger con intención de dañar su imagen. Para hacer algo así, con un año basta. Queríamos contar la verdad, y muchas de las cosas que averiguamos no eran exactamente halagadoras, pero había que contarlas”. ¿Qué opinan los hijos del escritor al respecto? ¿Qué significa que Mathew no quisiera colaborar en el proyecto? “Imposible pensar en dos infancias más distintas. Según Mathew, Salinger fue un gran padre. Margaret, al contrario, trazó un retrato devastador de su padre en sus memorias”.

No he dedicado 10 años de mi vida para hablar mal de Salinger”

Salerno se muestra tajante con respecto a la acusación de sensacionalismo formulada contra Shields y él al hilo de los crímenes cometidos en nombre de El guardián entre el centeno: “¿Qué se supone que teníamos que haber hecho? ¿Pasarlo por alto? Los asesinos de John Lennon y Rebecca Schaeffer, una actriz bellísima y muy joven, y el asesino frustrado de Ronald Reagan llevaban encima un ejemplar del libro, como si fuera un talismán maligno”.

De entre los muchos otros temas que aborda, Salerno resalta el tercer factor que explica el enigma de Salinger: “La clave de su retirada del mundo está en sus creencias védicas, conforme a las cuales hemos estructurado el libro. Al morir, un familiar suyo pronunció en su nombre las primeras palabras que hacía públicas en 45 años: ‘Vivo en el mundo, pero no formo parte de él”.

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