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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Negligencia

Los cuatros balazos que le metió a su sensual novia una gloria nacional como el amputado atleta Pistorius es un argumento tan pueril que ofendería a la inteligencia de los habitantes del limbo

Carlos Boyero

El género del cine de abogados lógicamente se ha preocupado mucho más por conseguir que el espectador se fuera a su casa convencido de que solo los malos son condenados y otras tranquilizadoras falacias que de ese concepto tan prescindible y resbaladizo de la verdad. Hago memoria y solo recuerdo dos obras maestras que se han atrevido a finalizar con la absolución del culpable. Son Anatomía de un asesinato y Testigo de cargo. Los gélidos y cínicos matadores estaban defendidos por dos abogados impagables, maravillosamente interpretados por James Stewart y Charles Laughton. También les liaban a ellos, e incluso uno de sus defendidos se largaba sin pagarle al profesional que había conseguido su libertad.

Deduces que las posibilidades de ser declarado inocente, o culpable solo a medias, o ser indultado, o reducir el castigo hasta lo grotesco, son infinitas en función de las facturas que puedas pagar a los mejores equipos jurídicos del poder y las relaciones que acumules, de todo aquello que el dinero puede comprar y corromper.

El genial y desolador Coetze nos contó en Desgracia que la violencia extrema, los asaltos, las violaciones, siguen latiendo en Sudáfrica, que la barbarie, la tensión y el miedo gozan de inmejorable salud en el país que acabó con el apartheid. Puede ocurrir que en ambiente tan amenazador se multiplique la precaución y la autodefensa. Pero los cuatros balazos que le metió a su sensual novia una gloria nacional como el amputado atleta Pistorius, uno de ellos en el cerebro y con la dama intentando proteger desesperadamente su cabeza, asegurando haberla confundido con alguien que se había introducido furtivamente en su casa, es un argumento tan pueril que ofendería a la inteligencia de los habitantes del limbo. Pero ha colado. Porque interesaba a los que controlan la movida. Algo transparentemente salvaje, independientemente de los motivos del asesino para ensañarse de esa forma con su pareja, se saldará con el ridículo apaño de homicidio por negligencia.

Esa manía de balear a la esposa (y a su amante) también la practicó otro dios del deporte como OJ Simpson. Se libró del trullo. Debió de costarle una fortuna, pero también le ayudó pertenecer a una minoría oprimida y cabreada. Y Fabra exigiendo su indulto. No sería extraño. Le deben favores.

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