Identidad desleída
En mi opinión, el mayor espectáculo del mundo en esta última década lo está dando un puñado de mujeres que cruzan con perversidad música y sexo. No hay nada más imponente que los montajes de Lady Gaga, Beyoncé, Miley Cyrus o Rihanna, a cuya sombra la pobre Shakira de caderas tartamudas parece una monja. Cinco dólares más y las veremos copulando sobre el escenario o devorando a su pareja.
Pensaba yo que esta progresiva crispación de la sexualidad se debía a la exigencia de mantener la excitación del espectador dada la cada vez más rápida obsolescencia de las diversiones. He aquí, sin embargo, que una exposición en el Museo ABC de Madrid me sugiere otra posible causa, la desaparición de la identidad fisiognómica. En la muy interesante obra gráfica de Francisco Sancha puede verse cómo a comienzos del siglo XX era todavía posible definir a los personajes por su aspecto.
El estilo de Sancha, que murió en una prisión de Oviedo en 1936, debe mucho a los grandes franceses como Daumier, pero su personalidad es rotundamente hispana. Es el tipo popular, el cochero, el farolero, el buhonero, el mendigo, el portero, su motivo para unas estampas casi antropológicas en un escenario urbano soberbio. Rostros grotescos, cuerpos anómalos, gestualidad animal, sus personajes tienen la huella realista y al tiempo expresionista del Baroja de La lucha por la vida.
La gente antigua tenía rasgos fisiognómicos fuertemente diferenciados y pensaba yo que nosotros venimos a ser todos iguales. En el proceso de modernización, no sólo se ha producido una severa igualación económica entre las clases, sino también una nivelación física. Es raro ver criadas, carniceros o funcionarios con los caracteres que Sancha retrata memorablemente. Hoy no se distingue por el porte a un pocero de un arquitecto.
Por ser todos cada vez más parecidos físicamente, las cantantes mencionadas se ven en la obligación de recuperar las mandíbulas simiescas, el bigote de hembra, los arcos prognáticos, la espeluznante delgadez, los ojos de huevo, las cejas unidas, o las glándulas mamarias de las amas, todo ello puesto al día, como es lógico. El éxito de los zombis, creo yo, que obedece a lo mismo: ya que carecemos de identidad, nos untamos un kilo de afeite hasta parecer cadáveres. Es lo que más deseamos, dar miedo.
A esta igualación se le opone algo aún más sorprendente. Las viñetas de Sancha podrían publicarse mañana y nos parecerían de pura actualidad. Felipe Hernández Cava, autor del espléndido catálogo, resume así algunos temas de Sancha hacia 1904: la corrupción de los políticos, el desorden regionalista, las algaradas de los vascos, la insaciable clase política catalana, el despilfarro de la obra pública, la política como profesión de mediocres, los alcaldes infames, el tancredismo de algunos dirigentes, y así sucesivamente. Ciertas viñetas, como la que figura a los diputados catalanes con barretina y sacando bolsas de oro de Las Cortes, te llevan a pensar que en cien años nada ha cambiado.
Transcurrido un siglo, hemos perdido los rasgos físicos, sí, pero los rasgos morales tienen una incontestable persistencia.
Babelia
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