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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Se infiere

La dimisión de Ana Mato hace un favor estético al partido gobernante, que no puede ampararse en actitudes contemplativas ante los numerosos escándalos

David Trueba
Ana Mato, en el Congreso de los Diputados
Ana Mato, en el Congreso de los DiputadosBernardo Pérez

Para muchos espectadores ha resultado esclarecedor que la ministra de Sanidad, Ana Mato, dimita al ser considerada beneficiaria de la trama de corrupción bautizada como Gürtel. No está imputada, pero el juez instructor la considera partícipe a título lucrativo. Conviene recordar que la trama accedía a concursos de gestión y organización que se costeaban con dinero público. Es decir, que cualquier regalo que destinaba a personas con decisiones administrativas o de alto rango político cumplía la función de torcer su voluntad. Y, más importante aún, quien pagaba la factura era el contribuyente a través de sus impuestos. Así que no estamos ante una cesta de Navidad o unos turrones más o menos bienintencionados, sino ante un episodio repetido hasta la saciedad del poquísimo entendimiento de nuestros políticos sobre lo que es la función pública y la transparencia.

La dimisión hace un favor estético al partido gobernante, que no puede ampararse en actitudes contemplativas ante los numerosos escándalos que jalonan las páginas de nuestra actualidad política. La entrada en la cárcel de Carlos Fabra es grave, pero lo es más aún la persistencia en mantenerlo en el cargo, bendecirlo y agasajarlo, premiar a sus familiares y tratar de enfangar su juicio con retrasos, traslados y manipulaciones, todo ello logrado desde el poder central del partido. Socialistas y populares deben aplicar la doctrina papal, nueva en esta plaza, que consiste en la inflexible persecución del delito entre los suyos. No hay mejor medicina si quieren frenar la decadencia que anuncian las encuestas.

Queda una espina clavada en la percepción que los espectadores reciben a través de los medios sobre el estado de nuestra política. Si una ministra debe recoger sus cosas y dejar el despacho porque es partícipe a título lucrativo de una trama corrupta, se infiere que una actitud similar debería dictarse en la organización del partido, pues ha sido declarado también en el auto judicial como entidad lucrada por la actividad delictiva. No es el ocultamiento y la destrucción de pruebas la mejor receta para transmitir transparencia, sino vaciar despachos, levantar alfombras y mandar a casa a todos los implicados, que reinaron con absoluta impunidad bajo el mantra aquel tan engañoso de que España iba bien. No, iba mucho mejor Suiza.

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