La sabrosura tropical de Guacamayo
Las mezclas psicodélicas de este dúo de DJ’s colombianos ponen a bailar a todos los distraídos.
En medio de una explosión multicolor, un par de DJ’s pinchan a todo trapo una sucesión de ritmos tan estrambóticos como pegadizos. En plena madrugada madrileña, la fiesta parece ocurrir en una acalorada y paradisiaca playa del Caribe o… en una Villa Miseria, donde la miseria se aplasta con pisotones de diversión. Es imposible permanecer quieto. Suena la cumbia y suena la electrónica. Suena la quebradita y el bullerengue. Lo autóctono, lo folklórico. Suena, todo suena. Y quien no sabe bailar, se menea. O salta. O mira a los de al lado e imita sus movimientos. ¡¡Guepa, guepa, gueeeepaaa!! La energía emana de una tornamesa y el personal la recibe al instante. “Que la fiesta no pare. Que dure, por lo menos, hasta el lunes”, parecen decir los rostros que encarnan el desmadre. Sube la bilirrubina, sube la intensidad del güiro y las percusiones. Sube la temperatura y sube el ritmo cardiaco. Cuando Guacamayo Tropical actúa, ya puede acabarse el mundo que en esta burbuja del universo nadie se enterará.
"Hace falta frescura musical y
Andrés (29) y David (35), dos colombianos afincados en la capital de España, se conocieron hace poco más de tres años y desde entonces no han dejado de llevar su fiesta sicodélico-tropical por rincones de la península ibérica, Europa y Latinoamérica. Juntos se han propuesto rescatar el patrimonio musical de la popular y populosa América Latina con la intensión de poner a bailar a todos los distraídos. Para preparar un fiestorro como la del pasado viernes en la Sala Caracol, una actuación que formó parte del FestiMad 2015, este par de muchachos definen las canciones, melodías y efectos que han de mezclar, distribuyen su escenografía en el escenario, simulando una selva, y salen a pinchar su repertorio con ilusión y sentimiento.
Un día, una amiga le contó a David que conocía a otro chico “en la misma onda” que él. David y su novia (inglesa) tenían un puesto de discos y ropa usada en un mercadillo del centro de Madrid. Hacían la vendimia bajo el nombre de “Guacamayo” y, después de enterarse de que Andrés tenía un proyecto musical llamado “Sistema Tropical”, decidieron que, ante su inminente fusión, deberían llamarse Guacamayo Tropical. Organizaron una fiesta con amigos. Luego otra. Y otra más. El público aumentaba y los bolos comenzaron a realizarse en otras ciudades del país. En salas pequeñas, pero siempre llenas. “Teníamos que organizar nuestra informalidad”, dice Andrés, detrás de unas gafas de pasta. “Porque nos dimos cuenta de que podríamos llegar lejos. Porque somos una opción distinta para la noche.”
“Hoy va a vernos mucha gente alternativa: estudiantes Erasmus, españoles de 40 años, muchas feministas, gente espiritual, que hace yoga, latinos… gente de muchas nacionalidades. A los africanos les encanta bastante. A los europeos que han viajado por Latinoamérica también. Es gente que busaca algo más que el punchis-punchis de siempre. Les llama la atención que nosotros cuidemos la parte visual y hasta olfativa, además de la auditiva. Es gente que, después de los 35 años, ha vuelto a salir por la noche”, añade David, barba y caballera larga, que llegó a vivir a España a los 16 años de edad (“porque andaba muy loco en Bogotá y mi padre quiso que me viniera apara acá”), luego tuvo “un problema serio con las drogas” y, para salir de él, se refugió en la ayahuasca. “De hecho, todo esto que ahora hacemos lo vi gracias a ella. De repente me di cuenta de que llegaban muchos guacamayos a mi cabeza. Yo estaba en un planeta rojo y ahí empecé a tocar música sabrosa. Luego les conté todo eso a mis amigos y me empezaron a decir guacamayo. Y se me quedó el apodo.”
Hace unos días, los dos regresaron de México, donde hicieron “arqueología de sonidos”, y se trajeron varios vinilos que quizá pronto integren a su show. Pero donde son más exóticos en el Viejo Continente. “El año pasado estuvimos por muchas partes de Europa. En Holanda, Finlandia… Muchos no sabían bailar, pero saltaban e intentaban moverse con el ritmo. Porque esto hace que te muevas. En Suecia, en un lugar muy elegante, estaban encantados bailando”, dice Andrés. “Hay quien nos mira como “uy, estos jipis come plantas.” Pero después se empiezan a interesar por lo que hacemos”, interviene David con media sonrisa.
Lo importante para ambos es dejar claro que la música latina es mucho más que el reggaetón. “Pero es verdad que hay más interés por lo latino en Europa que aquí en España. A Madrid, por ejemplo, le hace falta frescura musical y quitarse los prejuicios de lo que es la música latina, que es más que el reggaetón y la bachata. Porque aquí en España el racismo también es musical”, dicen los chamanes de la sabrosura que con sus mezclas pretenden, modestamente, poner a bailar a todo el Sistema Solar.
Babelia
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