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Gaspar Noé: el niño prodigio se desinfla con ‘Love’

‘Love’, un drama con sexo real y proyectado en 3D, desilusiona tras el histerismo colectivo

Gregorio Belinchón
El director Gaspar Noé sonríe, durante la rueda de prensa de 'Love', hoy en Cannes.
El director Gaspar Noé sonríe, durante la rueda de prensa de 'Love', hoy en Cannes.ANNE-CHRISTINE POUJOULAT (AFP)

Prohibida la entrada de Lars von Trier al festival de Cannes –tras aquel malentendido sobre su supuesto apoyo a Hitler-, al certamen solo le queda un enfant terrible: el cineasta argentino afincado en Francia Gaspar Noé. Autor de Irreversible, un filme sobre la violación de una mujer que se centraba más en el hecho que en el drama de sus consecuencias, y de Enter the void, drogas y fantasmas en Tokio, desde hace unos días se estaba calentando el ambiente con su Love, la historia de una pareja con bastantes secuencias de sexo real, y que se había rodado, y por lo tanto así se proyectaría, en 3D. Cannes albergaba su estreno en la sección Oficial, aunque fuera de concurso.

Anoche la expectación superó todas las previsiones. La sesión de madrugada en el Grand Théâtre Lumière empezó con media hora de retraso ante la avalancha de público que taponó la entrada. Es la sala más grande de Cannes, con 2.300 butacas, y con todo se quedaron fuera más de 200 personas. Lo mismo ha pasado con las dos proyecciones de hoy: a pesar de que había corrido la voz de la baja calidad fílmica y sexual de Love, se ha quedado gente fuera de las salas. Histerismo colectivo.

Porque las críticas han dejado claro que Noé se ha columpiado con Love. La historia arranca en la mañana de un 1 de enero: el protagonista se despierta, ante la llamada de su hijo de dos años, resacoso y arrepentido de su vida. Empieza a recordar a la mujer que amaba de verdad, su anterior novia, a la que conoció cuando estudiaba cine. Murphy es estadounidense, y llegó a Paris atraído por la cinematografía francesa. La mujer idealizada, Electra, no es más que otro retrato del cliché de la bomba sexual parisiense con coqueteo con las drogas. Pero son felices. Hasta que la pareja conoce a su nueva vecina, una rubia llamada Omi, y tras un ménage à trois, Murphy decide repetir a espaldas de su novia. El condón se rompe, Omi se queda embarazada y Electra abandona a Murphy. Las dos horas y cuarto del metraje se pierden en las divagaciones y recuerdos de Murphy, interpretado por Karl Glusman, en el que destaca su absoluta ausencia de carisma, su incapacidad para que el espectador tenga algo de cariño por su personaje. De ellas tampoco se puede decir mucho, ya que les toca cargar con personajes tópicos. Como titula el crítico de The Guardian Peter Bradshaw: “Cincuenta grados de vainilla”.

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Vamos al lío. Noé, que tanto anoche en la sesión de gala de la madrugada como en el encuentro ante la prensa de hoy estaba exultante, ha rechazado contar qué momentos sexuales son reales y cuáles no. Se da por sobreentendido que sí son los que acaban con una eyaculación masculina. Pero en Love hay una robótica repetición de la mecánica de los encuentros sexuales: besos, sobeteo de pechos, el chico realiza sexo oral a la chica correspondiente y penetración final con condón. El sexo oral realizado por ellas se esconde con juegos de cámara y el momento del trío no deja de ser dos chicas encantadas de conocerse con un chico intentado pillar cacho por algún lado. Por supuesto, es Noé: hay una eyaculación masculina contra la cámara, y en 3D significa que el esperma vuela sobre las cabezas de los espectadores, pero sorprende su falta de imaginación. En lo que sí no parece conocer fin es en sus muestras de egolatría: el hijo se llama Gaspar; el primer novio de Electra tiene una galería de arte llamada Noé y le encarna… el mismo director, con peluca, y otras lindezas de igual tono. El cineasta asegura que dejaría que “los niños de 12 años vieran la película”, que “nunca podría rodarse un filme de este estilo en Estados Unidos”, que “en cuanto dices pornografía la gente se asusta” y que “no se puede rodar sexo sin mostrar genitales”. Lleva razón cuando asegura: “He hecho una película sobre el amor. No sobre la banca suiza o la cienciología. ¿Por qué no mostrar lo que significa?”. Por desgracia para el público, le ha faltado talento y se ha olvidado de la pasión.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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