Actores, directores y dramaturgos: “¿Y cuándo no fue político el teatro?”
Representantes de la escena española se pronuncian sobre las críticas de Bob Wilson contra las obras con un cariz ideológico
De Antígona a las comedias de enredo, de Shakespeare y Rigoletto a Sonrisas y lágrimas,¿qué creación escénica no aporta una visión del mundo y resulta, por tanto, política? Es la respuesta más o menos común, con matices que la enriquecen, a la duda lanzada esta semana por Bob Wilson en la Cuatrienal de Artes Escénicas de Praga. El director estadounidense se preguntaba si cabe hoy hacer un teatro reivindicativo en términos políticos. Propugnaba, frente a las respuestas en ese ámbito, la confusión. Actores, directores y dramaturgos de la escena española entran al debate.
Nuria Espert, actriz y directora. “Creo que Bob Wilson no niega esa posibilidad; simplemente lanza una duda. Era una pregunta pertinente en tiempos de la dictadura, pero en época de libertad, todo tipo de teatro es bienvenido. Yo he hecho siempre teatro político, pero no panfletario. Lo respeto muchísimo. El arte, si es bueno, va unido a la política. El teatro, además, va unido a una vertiente educativa, y eso siempre lleva implícito algo de compromiso”.
José María Flotats, actor y director. “Desde Sófocles, 400 años antes de Cristo, con Antígona, hasta Tony Kushner, en el siglo XX y sus Ángeles en América, pasando por Shakespeare, con El rey Lear, Molière y su Tartufo, Lorca con Yerma o La casa de Bernarda Alba o Bertolt Brecht con El resistible ascenso de Arturo Ui, el gran teatro no ha dejado, también, de ser político”.
Juan Diego Botto, actor y director. “Todo teatro es político, desde los clásicos griegos a las comedias de puertas y sofás. Plantear una distinción es ir contra natura.Se puede hacer conscientemente o sin querer, pero siempre llevará implícita y explícitamente una visión del mundo. Vivimos un cambio profundo de sociedad y paradigmas; en este contexto, el teatro sirve para plantear y resolver dudas”.
Natalia Menéndez, directora del Festival de Almagro. “El quid reside en plantearlo de forma diferente según la época. Pero el teatro de rasgos políticos está triunfando hoy como nada, y más entre los jóvenes, en todo el mundo. El teatro fronterizo, que lidera en España Sanchis Sinisterra, o el teatro-documento que he visto triunfar en México o Perú, basado en testimonios o pruebas de denuncia de hechos concretos, funciona como pocas cosas. Siempre la escena se ha planteado fuertemente desde el compromiso, de Grecia a Shakespeare, Fuenteovejuna, La vida es sueño o Brecht. Así ha sido y será”.
Pedro Casablanc, actor. “No entiendo esa posición de Wilson. Menos cuando él habla de que la sociedad parece querer necesitar impactos y su teatro se basa, sobre todo, en eso y en distintos flashes. ¿De qué me está hablando? Yo no concibo ninguna expresión que no sea política. Más en una época como esta, cuando desde foros como el Teatro del Barrio, nos cuesta sacar tanto adelante espectáculos como el dedicado a [Luis] Bárcenas, el extesorero del PP. Está muy mal visto y no cuenta con apoyos”.
Jordi Galcerán, autor. “Los dramaturgos debemos plantearnos hacer buen teatro; el resto, si lo logramos, viene dado por añadidura. El teatro considerado político, el ideologizado, me parece redundante y normalmente pesado. Insisto: al hacer buen teatro, inevitablemente cae lo demás. Un autor contemporáneo, por lo demás, es imposible que no hable de lo que ocurre, más en un entorno de crisis, pero hay que dejarse llevar ante todo por las historias que contamos, no por las ideas que quisiéramos inculcar”.
Sergio Peris Mencheta, actor y director. “Siempre he creído que nuestro papel es el del bufón del rey. Consiste en soltar a la cara a quien gobierna lo que no hace bien. Otra cosa es que quien está al mando no acuda al teatro. Los patios de butacas adolecen de políticos, y más en épocas como esta. La ventaja que tiene el teatro sobre otras artes para expresar ideas políticas es la inmediatez. Por la mañana, Dolores de Cospedal suelta lo de los pagos en diferido de Bárcenas y por la tarde le hacen un monólogo. Yo soy partidario del teatro como medio de entretenimiento, de partida; es la única manera de despertar interés. Pero plantear la neutralidad, como creo que desearía Wilson, me parece erróneo, porque ésta es enemiga del arte”.
Gerardo Vera, director y escenógrafo. “El teatro y el compromiso político son inseparables. Son acción, intervención decidida, directa, sobre nuestro mundo más inmediato, que ilumina nuestras contradicciones como seres humanos y como ciudadanos con el fin de transformar la realidad. El teatro hoy ya no puede separarse del compromiso con nuestro entorno más cercano, y siempre será ese milagro que se hace posible a través del actor como centro de gravedad indiscutible de un arte que ya nunca deberá reducirse a informar ni a proponer soluciones, sino que nos permitirá profundizar en aspectos únicos de nuestra propia experiencia”.
Magüi Mira, actriz y directora. “¡Cómo no va a ser necesario el teatro político! La vida es política desde que uno se levanta y decide cómo vivir, a todas horas uno se está comprometiendo, y la política es un compromiso que nos correponde asumir a todos. El teatro, aunque no quieras, tiene que ser político. Por cierto, Bob Wilson también hace teatro político”.
Laila Ripoll, dramaturga y directora. “¿Teatro político? ¡Absolutamente! Y hay que abordarlo con rigor, mucho rigor, mucho arte, huyendo del ladrillo... Ya lo inventó Brecht. Todo arte es política, y las gentes del teatro creo que eso lo tenemos muy claro. No hay más que darse una vuelta por los escenarios de nuestro país”.
Babelia
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