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EN PORTADA / 63º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un esplendor que no debería ser efímero

El cine español atraviesa un momento de gran creatividad pero sin apoyo gubernamental

Javier Cámara y Ricardo Darín en 'Truman'.
Javier Cámara y Ricardo Darín en 'Truman'.

Los responsables del Festival Internacional de Cine de San Sebastián nos anuncian la importancia que va a tener el cine en español, en cualquiera de sus lenguas, en sus variadas secciones. En efecto, vemos nombres de directores consagrados como Amenábar, Álex de la Iglesia, Imanol Uribe, Colomo, Agustí Villaronga, Cesc Gay, Marc Recha y muchos otros, latinoamericanos, noveles y experimentados.

Si unimos a esta explosión de títulos los estrenados recientemente o por estrenar de manera inmediata, como Un día perfecto, de Fernando León, película dirigida al mercado internacional, o el filme de animación Atrapa la bandera, que también intenta abrirse paso en el mercado americano, o Silencio, la última película de Almodóvar, por citar solo tres títulos muy diferentes, tendríamos la impresión de que el cine español atraviesa un momento de plenitud y creatividad.

Puede que sea cierta la creatividad, pero la plenitud se encuentra aún muy lejos, la económica al menos.

Desde la subida del IVA al 21% se han cerrado 400 salas y el empleo en la exhibición ha caído un 15%.

Para empezar, las películas citadas a modo de ejemplo no son sino una parte ínfima de todo lo que se rueda. También son largometrajes una elocuente multitud de películas que pueblan Internet, realizadas con otros medios, muy escasos, de bajísimo presupuesto, de coste cero muchas veces, que se hacen con el entusiasmo, el talento y la buena voluntad de sus autores. Y, por qué no, gracias también al extraordinario paro laboral dominante, que les permite tener tiempo para tan altruistas dedicaciones. Y no hablemos del cortometraje, actividad que se practica de manera natural por cualquier joven con inquietudes creativas.

En la junta directiva de la Academia de Cine nos estamos planteando la manera de hacer partícipe a toda esta nueva producción en los premios Goya, al menos la que se pueda controlar con unos mínimos trámites administrativos y algún estreno, que hoy no tiene por qué ser forzosamente en salas. Es muy complicado, pero no podemos ignorar el suceso.

¿Y cómo contempla nuestra administración todo este bullicio? Con malos o muy malos ojos, como quien tiene un problema molesto que le gustaría dejar a un lado, intoxicando a la gente con las famosas subvenciones, o con la obsesión de los cineastas por hacer una de esas frecuentísimas (5% de frecuencia) películas sobre la Guerra Civil, no vayan a recordar a alguien que tiene a sus antepasados bajo una cuneta. Últimamente juegan al despiste electoral con el policía bueno diciendo que baja el IVA cultural y el policía malo diciendo que de eso nada.

Mientras los espectadores en salas aumentan en los países de nuestro entorno, aquí, desde la subida del IVA al 21% se han cerrado 400 salas y el empleo en la exhibición ha caído un 15%. A cambio, el Estado ha recaudado 50 millones más, en 2013 por ejemplo, mientras las salas, la industria cinematográfica dejaban de ingresar 168 millones. Por cada euro nuevo para el Estado, la industria perdió 4,10 euros.

Nuestro deseo no es dar guerra a las autoridades. Por el contrario, queremos que los diferentes partidos se pongan de acuerdo en una política de Estado

Mientras la desgravación fiscal por inversión en esos países se mueve entre el 150% de Bélgica, el 40% de Francia, Alemania o Italia, o el 28% de Reino Unido, aquí la directora general del ICAA dimitió cuando, después de mucho regateo, Hacienda subió la desgravación en un 2% para el primer millón invertido, dejándola como estaba, al 18%, para el resto de la inversión. En Brasil la desgravación puede llegar al 70% y en Colombia es del 40%. Esto solo en cuanto a desgravaciones fiscales. EE UU es seguramente el país que más protege a su industria cinematográfica. El Estado de Nuevo México, por ejemplo, devuelve a la productora antes de un año entre el 25% y el 30% del gasto generado en el territorio. Desde hace unos años, todos los Estados compiten en ofrecer las mejores condiciones para atraer a los rodajes. Reino Unido tiene unas ayudas públicas a la industria audiovisual de 120 millones, Alemania de 340 millones y Francia de 770 millones. Y todo esto, ¿por qué lo harán? ¿Será solo para ayudar a subsistir a los cómicos y titiriteros de sus países?

Está claro que piensan que el cine es, desde un punto de vista meramente económico, un generador de riqueza y un puntal para la marca específica de un país, aquí de la Marca España que tanto preocupa a nuestro Gobierno. Y desde un punto de vista cultural, imprescindible como seña de identidad nacional.

Nuestro deseo no es dar guerra a las autoridades. Por el contrario, queremos que los diferentes partidos se pongan de acuerdo en una política de Estado, una política similar a la de los países citados, o, como sucede en Francia, cada alternancia en el Gobierno de la derecha o la izquierda sirva para mejorar las condiciones de una industria cultural de la que se sientan orgullosos. De esa manera el cine español tendrá un esplendor de fondo que hoy solo puede ofrecer lateral y puntualmente en citas como nuestro querido Festival de San Sebastián.

Emilio Martínez-Lázaro es director de cine, autor de Ocho apellidos vascos.

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