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OBITUARIO

Guy Béart, uno de los últimos representantes de la ‘chanson’

Con Georges Brassens y Jacques Brel formaban las tres B de la canción francesa

Guy Béart, durante una actuación en 1988.
Guy Béart, durante una actuación en 1988.PIERRE VERDY (AFP)

“Todo está dicho, pero como nadie escucha, hay que volver a repetirlo”, contestaba con humor Guy Béart cuando se le preguntaba si después de haber escrito más de 300 canciones le quedaba algo por decir. Con su desaparición la canción francesa pierde a uno de sus últimos grandes representantes, protagonista de esa edad de oro forjada por los nombres de Brassens, Brel, Aznavour, Ferré, Gréco, Moustaki, Barbara... que a partir de los años cuarenta proyectaría la canción francesa a todo el mundo en esa convergencia insuperable de canción, lirismo, melodía y expresión.

Nacido en 1930 en El Cairo —su verdadero nombre es Guy Béhar—, realiza una primera carrera profesional como ingeniero civil, que acabará abandonando por la canción. Como otros intérpretes de la chanson, Béart hace sus primeras armas en los años cincuenta en los cabarets de la llamada Rive Gauche, debutando en la Colombe, donde llama la atención del promotor Jacques Canetti, hermano del futuro Nobel de Literatura Elias Canetti, que guía sus primeros pasos profesionales y discográficos. En 1957, en una Francia que vive los desgarros de la guerra de Argelia, Béart consigue su primer gran reconocimiento popular con L’Eau vive de la película del mismo título y para la que escribe la banda sonora. El tema de aire infantil y al mismo tiempo sutil y sensual seduce a la Francia gaullista pasando al cancionero popular.

A finales de los años cincuenta Béart es un autor reconocido, sus canciones triunfan en las voces de artistas como Patachou (Le bal temporel), Zizzi Jeanmaire (Il y a plus d’un an) o Juliette Gréco, que interpreta con éxito Il n’y a plus d’après, una canción que anuncia el fin de una época, el París existencialista de la posguerra del cual forma parte. Si el amor y la melancolía cruzan sus canciones, Béart no rehúye los temas de actualidad como cronista de su tiempo, la descolonización (Chandernagor), la crisis de Suez (Suez), la muerte de las ideologías (Qui suis-je) o la apocalipsis nuclear (Les temps étrangeres). En España, una de sus canciones, Les souliers, conoce una excelente adaptación al catalán a cargo del letrista Delfí Abella siendo popularizada por Joan Manuel Serrat.

 Con la irrupción de la nueva ola ye-yé, Béart vive un cierto eclipse, como otros cantautores. Como respuesta a una generación que baila el twist, reivindica la pasión del tango como baile de seducción. Mientras pasa la revolución juvenil, Béart sabe aprovecharse de un medio como la televisión, donde crea y presenta Bienvenue, un programa donde se mezclan los géneros musicales y el talk-show, con la única prohibición de cantar en playback. Precisamente será frente a las cámaras donde protagoniza uno de sus momentos más controvertidos. En el programa cultural Apostrophes que dirige Bernard Pivot Béart sostiene una agria polémica con Serge Gainsbourg a propósito de la canción como arte musical. El balance final del match televisivo será a favor de Gainsbourg.

A pesar de los periodos de crisis, Béart continuará contando con el apoyo del público que llena las salas cada vez que reaparece con motivo de la presentación de un nuevo disco. A principios del 2015 realizaba su despedida de los escenarios en la sala Olympia, la misma sala donde había debutado en 1958 haciendo de telonero de la vedette y estrella musical Caterina Valente. Para su despedida, Béart se rodea de amigos y cantantes como Hervé Vilard y Julien Clerc y de su hija, la actriz Emmanuelle Béart, interpretando juntos su canto elegiaco, Il n’y a plus d’après.

Retirado en su casa de Garches, el cantante que había sobrevivido al cáncer, “conozco la muerte, me ha cruzado varias veces con ella”, ha muerto este miércoles 16 de septiembre. Tenía 85 años. Béart había comentado su deseo de convertirse en un “anónimo” del siglo XX. “He dado todo lo que he podido, y ahora mi papel es transformarme en anónimo, me gusta más la gente de las que se recuerda su obra que de la que se recuerda su cara y sus anécdotas”. Sus deseos en parte se ha cumplido, sus canciones seguirán viviendo en el corazón de varias generaciones de franceses.

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