“¡Recordad a María Antonieta!”
Stiglitz convierte 'La gran brecha' en un alegato contra la desigualdad que amenaza la prosperidad. El libro, en lenguaje asequible, recopila conferencias y artículos del Nobel
Un conocido multimillonario invita a cenar a algunos colegas de riqueza y a algunos intelectuales del sistema, aparentemente preocupados por el crecimiento exponencial de la desigualdad. Durante la reunión, varios de los “plutócratas” presentes evocan a María Antonieta (mujer del rey francés Luis XVI, juzgada, condenada por traición y guillotinada) y se recuerdan mutuamente los peligros de que las desigualdades aumenten hasta el exceso al que han llegado. “Recordad la guillotina’ se convirtió en el lema de la noche”.
¿Anécdota contada por algún indignado de extrema izquierda, testigo de cargo? ¿Lenguaje el de los plutócratas utilizado por algún marxista desclasado nostálgico de los métodos de Robespierre? No. Está en las páginas iniciales del último libro de un premio Nobel de Economía, galardonado por el Banco de Suecia, asesor económico de presidentes de EE UU, economista jefe y vicepresidente del Banco Mundial, columnista estrella de los principales periódicos del mundo: el norteamericano Joseph E. Stiglitz.
De la importancia que da a la desigualdad como característica central de la época, crecida exponencialmente durante la Gran Recesión, la prueba es que a ella ha dedicado Stiglitz dos de sus últimos ensayos, El precio de la desigualdad (Taurus, 2012) y éste que acaba de aparecer, La gran brecha. La desigualdad conforma el ADN de la nueva sociedad y ha acabado por sustituir el contrato social implícito que se firmó tras las dos guerras mundiales (un cierto equilibrio en los beneficios y en los sacrificios) por lo que los sociólogos denominan el efecto Mateo, reproduciendo el pensamiento del evangelista: al que tiene más se le dará, y al que no tiene se le quitará para dárselo al que más tiene.
Stiglitz, Krugman, Steve Keen, Piketty, Atkinson (del que se espera en España su último libro sobre el tema), Richard Wilkinson y Kate Pickett (tener a mano su texto imprescindible y menos conocido que los de los anteriores autores, Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva; Turner), Emmanuel Saez, Gabriel Zucman, Branko Milanovic, James Galbraith… corrigen en los últimos tiempos el desprecio tradicional de los economistas ortodoxos sobre la importancia del reparto de la renta y la riqueza en la conformación de las sociedades modernas. Uno de los más conspicuos representantes de esta última corriente, el también Nobel Robert Lucas, escribía: “Entre las tendencias perjudiciales para una economía sólida, la más seductora y (...) venenosa es la de centrarse en la distribución”.
La principal limitación de La Gran Brecha para un lector universal es que está casi totalmente centrado en la desigualdad norteamericana y que sus capítulos son artículos, conferencias e intervenciones públicas de Stiglitz, que comenzaron a ser acumulados por la revista Vanity Fair, en la que aparecieron algunos, así como en The New York Times y en el Proyect Syndicate. Las reiteraciones de argumentos y repeticiones de datos pueden servir de testimonio de las obsesiones del economista. Su principal ventaja es que están escritos con un lenguaje asequible difícil de encontrar en el mundo de los economistas y de las revistas teóricas. Alguno de esos artículos fue la base del famoso lema del movimiento Occupy Wall Street “Somos el 99%”.
A lo largo de las páginas, el catedrático de la Universidad de Columbia muestra reiteradamente la separación que se ha producido en los intereses del 1% y del 99% restante: hablan de distintas cosas, viven en reductos muy diferentes, están de espaldas unos y otros. Son vectores tirando en dirección opuesta. Stiglitz analiza la unidad de asuntos como la gran brecha, la mala gestión económica, la globalización y el reparto de papeles del Estado y de los mercados, para concluir que empieza a ser mayoritaria (incluido entre el 1% que recordaba a María Antonieta) la tesis de la imposibilidad de un crecimiento sostenido si los ingresos de la gran mayoría continúan estancados. La desigualdad, como gran amenaza de la prosperidad. Y hace suyas las palabras del que fue famoso magistrado del Tribunal Supremo de EE UU, Louis Brandeis, que dijo: “Podemos tener democracia o podemos tener la riqueza concentrada en pocas manos, pero no podemos tener ambas cosas”.
La gran brecha. Joseph E. Stiglitz. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia y Federico Corriente. Taurus. Madrid, 2015. 480 páginas. 22,90 euros
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