Media humanidad (como poco)
'Sufragistas' es una película que nos escupe a la cara la vergüenzacon rabia, con delicadeza, con elegancia, con justicia, con verdad, con pasión
Que dos supuestamente gloriosas democracias del mundo occidental más avanzado como Reino Unido y Francia no permitieran el derecho al voto a las mujeres, ni a ser elegidas, hasta 1928 y 1944, respectivamente, debería enervarnos hasta tal magnitud que la mejor consecuencia sería sin duda un verdadero examen de conciencia. Y no ya sobre el pasado, sino sobre el presente. Media humanidad, como poco, quedaba al margen de las decisiones, y Sufragistas, película británica compuesta en su mayoría por mujeres, nos escupe a la cara la vergüenza. Con rabia, con delicadeza, con elegancia, con justicia, con verdad, con pasión. Porque aún queda mucho por hacer. Sarah Gavron es la directora, Abi Morgan, reputada dramaturga, la guionista, mientras un grupo de sensacionales intérpretes, comandado por la siempre perfecta Carey Mulligan, pone rostro a aquellas mujeres con el valor suficiente para enfrentarse al peor de los malvados, y no de tebeo precisamente: el hombre que se cree superior.
SUFRAGISTAS
Dirección: Sarah Gavron.
Intérpretes: Carey Mulligan, Ben Whishaw, Anne-Marie Duff, Meryl Streep, Helena Bonham Carter.
Género: drama. R U, 2015.
Duración: 106 minutos
Gavron y Morgan relatan el proceso de conversión ideológica y política de una mujer común. ¿Común? Aparentemente común, porque esas obreras del activismo lo arriesgaron todo hasta las últimas consecuencias. Hasta el martirio, hasta la muerte, hasta perder a sus hijos. La imprescindible mano de obra de una revolución que tenía sus caras brillantes, y necesarias, en mujeres que han pasado a la historia por sus discursos, y que desde luego se la jugaron, pero que necesitaban las imprescindibles acciones de las de abajo.
Con unos aditamentos formales excelentes, música de Alexandre Desplat, fotografía del barcelonés Eduard Grau, ya instalado con comodidad en el cine internacional, Sufragistas es algo más que una película; es la configuración de una victoria sobrecogedora. La puesta en escena sin fisuras pero sin alardes de Gavron, entre los tonos amarillentos, de niebla física y tormenta moral de la foto de Grau, puede parecer algo fría en algunos instantes, pero nunca llega a resquebrajarse por la emoción de la temática y las situaciones. Al que no se le hiele la sangre con las imágenes finales documentales, tiene un problema.
Babelia
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