Jesús Ruiz Mantilla: “Escribir es más rentable que ir al psiquiatra”
El periodista publica 'Hotel Transición', novela en gran medida autobiográfica con la que ha ganado el premio Fernando Quiñones
Pirata, Makilikudi, Turuta, rata, indio cochise, nené… Al chaval que protagoniza Hotel Transición (Alianza) cada una de las personas que le rodea le llama de una manera. A Jesús Ruiz Mantilla (Santander, 1965), que con esta novela ha ganado el premio Unicaja de novela Fernando Quiñones, nunca le han llamado cariñosamente rata, pero lo que sí comparte con el protagonista es el apodo familiar: Chucho. El apodo, y muchas cosas más.
“Lo real es que yo crecí en un hotel que dirigía mi madre durante la Transición, en Santander. No teníamos calefacción en casa, así que los meses de frío nos mudábamos allí. Lo que es ficción son las historias. Los conflictos exagerados, las tramas retorcidas”, cuenta Ruiz Mantilla, periodista de EL PAÍS. En Hotel Transición ha creado un mosaico de vendedores, policías, amantes y gente misteriosa cuyas vidas secretas estimulaban la imaginación del niño mientras España se hacía mayor.
El autor no admite distinción entre su condición de periodista y de escritor: “Es lo mismo. Mi periodismo es el periodismo creativo"
Cuenta Ruiz Mantilla que la primera ficha del dominó la empujó el escritor Juan José Millás: “Un día me pregunto que cómo no había escrito una novela sobre ello, habiendo crecido en un hotel. Pues claro. En ese momento todo comenzó a activarse, a salir solo”.
Desde que escribió Gordo, al autor le gusta definir a sus personajes más por lo que comen que por el aspecto físico. “La literatura que me interesa es la de las sensaciones, la que se puede tocar, degustar. Ese poder evocador de ciertos olores y sabores”, confiesa. “Es una cosa que con la edad va a más. Cómo un recuerdo de la infancia que de repente te golpea, un sabor olvidado, te lleva al pasado. Es una experiencia casi alucinógena, como tomar una droga”. Hotel Transición es también eso, un magma efervescente de olores y sabores de entonces: bares donde se freía, sudor mezclado con Varon Dandy, tabaco negro sin filtro, restos de lejía.
Hay otra voz que cose el relato del niño. Es la del Chucho adulto, que pasa revista a los hechos vividos por el niño y los enmarca en el mundo de hoy. “Una voz más descarnada, sin pudor, que se sumerge en la lascivia, los traumas, y contrasta con la candidez del relato del niño”, explica. Una voz que replica desde un mundo ecléctico y con otros olores: “A aloe vera por todas las esquinas, a bolsas con ensaladas que se pudren pronto, a calor de gigabyte”. Dos voces que se mezclan para crear un personaje. “El tema que más me interesa es la identidad. Aquí confronto experiencias de mi pasado, y espero confrontar al yo de hoy, me seguiré autoanalizando desde la literatura. Entre otras cosas, porque escribir es más rentable que ir al psiquiatra”, confiesa con una sonrisa.
También hay momentos cruciales. Desde el atentado contra Carrero Blanco hasta la muerte de John Lennon, las efemérides se suceden frente a los ojos de Chucho. “El momento que lo puso todo patas arriba fue el 23-F. Entonces se había entrado en la libertad con las ganas de 40 años acumulados de represión", recuerda. "Y en ese momento se temió que se diera un paso atrás”.
Ruiz Mantilla no admite distinción entre su condición de periodista y de escritor: “Es lo mismo. Mi periodismo es el periodismo creativo. Hoy las cosas que enseñan en las facultades, el qué, el quién, el dónde… eso se resuelve hoy ipso facto. Es el cómo lo que me interesa. Y es el cómo lo que nos va a salvar a los periodistas, hacerlo de una forma creativa. Siempre que me preguntan digo que soy periodista y escritor, valga la redundancia”.
Babelia
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