Alta cultura popular
La desmitificación de los símbolos de la literatura británica ha sido casi una constante en los últimos tiempos
"Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa", escribió Jane Austen en las primeras líneas de Orgullo y prejuicio, novela de 1813. "Es una verdad universalmente reconocida que un zombi que tiene cerebro necesita más cerebros", escribió Seth Grahame-Smith en Orgullo y prejuicio y zombis, novela de 2009, reescritura, o versión ampliada, de la de Austen, en clave de jocoso terror decimonónico.
ORGULLO + PREJUICIO + ZOMBIS
Dirección: Burr Stears.
Intérpretes: Lily James, Sam Riley, Bella Heathcote, Ellie Bamber.
Género: comedia. EE UU, 2016.
Duración: 107 minutos.
La desmitificación de los símbolos de la literatura británica ha sido casi una constante desde que Richard Curtis y Rowan Atkinson se atrevieran con el mito shakespeariano de Ricardo III, poniendo al monarca a pedir su reino por un caballo tras cometer el pecado de perder el suyo al bajarse a echar una meada en el primer capítulo de la insigne serie de televisión La víbora negra. Unas reinterpretaciones que encontrarán (o no) su llave maestra si mantienen la fidelidad al espíritu original, algo que tanto Grahame-Smith en su travieso libro, como su adaptador cinematográfico Burr Stears en esta gamberra Orgullo + prejuicio + zombis, logran con tanto brío como, por contra, falta de brillantez.
Porque lo que hace Steers en su película es mucho más que ser fiel al espíritu Austen. Ahí están su estructura, la esencia de sus personajes, los pasajes calcados, los diálogos exactos y los subtextos: la arrogancia, el materialismo, la hipocresía, los condicionamientos sociales y el control de las pasiones. Más los añadidos zombis, claro; más cómicos que terroríficos, en un gore para todos los públicos con el que se pierde explicitud en favor del fuera de campo. La película no es más que una (efectiva) broma anclada en la interdisciplinaridad y el sampleado, más la mixtura entre alta cultura y cultura popular. Y así hay que tomarla, sin más alharacas que el currículo de Grahame-Smith en la solapa de su libro: "Una vez tomó una clase de literatura inglesa".
Babelia
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