Ponce, El Juli y Álvaro Lorenzo se reparten nueve orejas en Toledo
El Fandi y Talavante, a hombros en Granada, y Pablo Aguado corta una oreja en Sevilla
Los diestros Enrique Ponce, Julián López, El Juli, y Álvaro Lorenzo se repartieron nueve orejas en la tradicional corrida del Corpus Christi celebrada en Toledo, cuya plaza de toros cumplía su 150 aniversario. A hombros salieron El Fandi y Talavante en Granada, y el novillero Pablo Aguado cortó una oreja en el festejo celebrado en Sevilla.
Con tres cuartos de entrada, se lidiaron en Toledo cinco toros de Garcigrande y uno —el quinto— de Domingo Hernández, desiguales de presentación, nobles y manejables en su conjunto, pero igualmente faltos de fuerza. El más encastado, el quinto.
Enrique Ponce, dos orejas y dos orejas tras aviso. Julián López El Juli, oreja y oreja con petición de la segunda. Álvaro Lorenzo, dos orejas y oreja.
Ponce cuajó al primero por el pitón derecho, a media altura, mientras que a su segundo lo toreó muy templado, con los puntos álgidos en un soberbio cambio de mano en el inicio de faena y un tres en uno en el tramo final.
El Juli se mostró como un torero poderoso. En el segundo no alcanzó cotas sobresalientes, mientras que con el encastado quinto, anduvo especialmente arrebatado.
Álvaro Lorenzo solventó dignamente la papeleta de estar al lado de dos figuras. En el tercero manejó el capote con cadencia, y con la franela toreó con firmeza y gusto. El que cerró plaza fue el de menos clase del encierro, pero, a pesar de ello, no hubo un atisbo de duda en el toledano.
El Fandi y Talavante, a hombros en Granada
Los diestros David Fandila El Fandi y Alejandro Talavante, con tres orejas cada uno, salieron a hombros de la segunda corrida del abono del Corpus de Granada, a pesar del escaso juego de la corrida de Cuvillo.
Con más de tres cuartos de entrada, se lidiaron cinco toros de Núñez del Cuvillo, justos de presentación, escasos de fuerzas y sin raza, de juego deslucido. El sexto, el más manejable del envío. El segundo fue un sobrero de Luis Algarra, también sin apariencia, ni fuerza ni casta.
David Fandila El Fandi, oreja con fuerte petición de la segunda, y dos orejas con fuerte petición de rabo.
José María Manzanares, ovación tras aviso y oreja.
Alejandro Talavante, oreja y dos orejas.
El novillero Pablo Aguado, oreja en la Maestranza de Sevilla
El novillero Pablo Aguado cortó la única oreja de la tarde en Sevilla, en un espectáculo interminable, en el que los también sevillanos Rafael Serna y Alfonso Cadaval se fueron de vacío. Con dos tercios de entrada, se lidiaron cuatro novillos de Alejandro Talavante y dos —el sobrero que hizo tercero y el sexto titular— de Rocío de la Cámara. El primero, soso y flojo, brindó pocas opciones; en el segundo pesó más la mansedumbre que la nobleza de su pitón derecho; el tercero, noble, no tuvo recorrido; el cuarto, manejable; nulo el quinto y muy deslucido el sexto.
Pablo Aguado, ovación tras aviso y oreja tras aviso. Rafael Serna, ovación y saludos por su cuenta. Alfonso Cadaval, palmas tras aviso y silencio.
La novillada de abono celebrada en la plaza de la Maestranza no ha respondido a la expectación levantada. Solo Pablo Aguado logró puntuar en un festejo de excesivo metraje en el que tampoco llegó a convencer la novillada que había embarcado Talavante.
Aguado sorteó en primer lugar un jabonero soso y de escasas fuerzas al que enjaretó una faena larga que no pudo ir a más por la falta de fondo de su enemigo. Con el cuarto, logró interesar al público en el final de un largo trasteo que remató relajado, especialmente en una tanda de naturales trazados de uno en uno y de frente que validaron la oreja que cortó.
Serna no había logrado levantar el hilo de la tarde con un segundo de fondo noble pero condición mansa que brindó sus mejores arrancadas por el lado derecho. La nula condición del quinto impidió el brillo de la faena.
Cadaval, que se presentaba en Sevilla como novillero con picadores, lidió en primer lugar un sobrero de Rocío de la Cámara de buena condición en el que mostró tanta entrega como falta de experiencia. Con el sexto, manso y peligroso, volvió a mostrarse voluntarioso sin más.
Babelia
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