El día en que los nazis querían matar a los punkis
Jeremy Saulnier estrena el contundente ‘thriller’ ‘Green Room’
Para Jeremy Saulnier hacer cine no fue fácil. En sus inicios se gastó sus ahorros y el de la gente de su alrededor, y rodó en modo guerrilla incluso para el cine guerrilla. De protagonista, su mejor amigo Macon Blair, que por suerte es un soberbio actor. Así rodó Murder Party (2007) y Blue ruin (2013), un filme desasosegante y violento que logró el premio FIPRESCI de la Quincena de Realizadores de Cannes. Blue ruin, que popularizó su nombre, sirvió como carta de presentación mundial del estilo de Saulnier: contundencia, sequedad y todo tipo de giros en sus guiones. A este estadounidense de 38 años le gusta que el público piense que está viendo una película para en un segundo cambiar de registro.
Y en Green Room vuelve a jugar con el espectador: un grupo punk actúa en un apartado local de neonazis -buen momento para que suene Nazi Punks Fuck Off, de los Dead Kennedys- y al volver al camerino presencian algo que no deberían haber visto, y que les convierte en presas de una cacería. "En mi infancia viví en una ciudad realmente violenta, Washington D. C. Yo era además un adolescente amante del punk rock, así que conozco bastante bien esa escena musical", cuenta por teléfono. "Pasé mi juventud tocando en bandas de ese estilo, viendo conciertos en los noventa repletos de energía, algo de violencia. De aquellos recuerdos, muy Mad Max, nace Green Room. ¿Si había nazis? Pues sí, formaban parte de aquel ecosistema. La violencia atraía a mucha gente distinta. Si te juntabas con gente inadecuada, corrías peligro".
A Saulnier nada se le interpone en el camino, y separa radicalmente vida personal y profesional. Tanto que para un personaje secundario clave no dudó en hacer pasar a su amigo Blair por un casting porque no tenía claro si encajaba en Green Room: "Soy gran defensor de separar las cosas. De verdad no estaba seguro, y el trabajo de Macon marcaba tanto Blue Ruin que no podía verlo. Me dejó vapuleado con su prueba. Se preparó con tatuajes y variando su aspecto físico. Me parece importante que fuera así, porque eso te lleva a que en el rodaje haya confianza mutua". Blue Ruin le abrió muchas puertas, tantas como para que en este reparto aparezcan nombres de pesos pesados como Patrick Stewart, Anton Yelchin o Imogen Poots. "Esta vez ha sido más sencillo desde luego levantar la financiación, y ese dinero ha logrado que entrara en el proyecto una de las mejores directoras de casting del mundo, Avy Kaufman, auténtica artífice de juntar a estos actores". Sí que les avisó en qué tipo de viaje embarcaban, "un thriller violento y muy físico". ¿Y Stewart? "Pues es que llegamos en el momento adecuado porque estaba buscando algo distinto a lo habitual y justo quería un guion así".
Como cineasta, el estadounidense disfruta manipulando a personajes bastante incompetentes, a menudo les hace saltar en un segundo de la comedia al drama, en escenarios violentos. "¡Así es la vida! No quiero que parezcan estúpidos, quiero que sean reales. Investigo mucho antes de rodar, y busco ambientes verosímiles que efectivamente provoquen situaciones muy intensas, de mucho estrés, en las que los protagonistas deban variar radicalmente su comportamiento". ¿Y luego? "Pues la fragilidad o la fuerza aflorará".
En la última pregunta, después de que Saulnier rinda homenaje a John Carpenter, una clara "influencia en su juego de realidad y ficción", el periodista no puede aguantar el chiste. Tras Blue Ruin y Green Room, ¿habrá un tercer color que cierre la trilogía? "Pues por ahora no, en el proyecto con el que estoy no hay referencias al color, pero lo mismo para satisfacer a los medios de comunicación...".
Babelia
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