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LIBROS

Un dilema ejemplar

Janet Lewis analiza magistralmente en 'La mujer de Martin Guerre' el regreso a casa de un hombre al que ya habían dado por muerto y al que su esposa no reconoce

Tchéky Karyo y Gérard Depardieu en 'El regreso de Martin Guerre'.
Tchéky Karyo y Gérard Depardieu en 'El regreso de Martin Guerre'.

Henry James consideraba la nouvelle una “hermosa bendición”, pues a veces resulta más profunda y resonante que la narración larga. Esa cualidad tan difícil de explicar está presente en el turbador relato La mujer de Martin Guerre. En apariencia se trata de la recreación de un hecho histórico acaecido en el siglo XVI en Gasconia, que Montaigne menciona en sus Ensayos (‘De los cojos’). Un hombre regresa a casa en Artigues tras ocho años de ausencia y su mujer, Bertrande, que primero lo recibe con alegría y queda embarazada de su segundo hijo, tiempo después lo lleva a juicio por suplantar a su verdadero marido, el cual aparece al final ante el tribunal de Toulouse para su desgracia, la de ella. Y con una pierna menos, perdida en la batalla de San Quintín.

Janet Lewis (Chicago, 1899 - Palo Alto, 1989) vio en esta historia el terrible dilema de una mujer. Poniéndose en la piel de Bertrande, contó cómo una niña de 11 años es casada con el hijo de un cap d’hostal; cómo sufre la rudeza y severidad de Martin desde el principio; cómo lo llega a amar y lo añora cuando él se marcha para huir de la ira de su temible padre; cómo lo anhela esos largos años y se convierte en la cabeza de la familia al morir sus suegros, y cómo finalmente se echa a los brazos de quien todos dicen que es Martin Guerre aunque ella no lo reconozca. Recela de ese personaje que llegó cuando ya no lo esperaba menos por su apariencia física que por su carácter: ¿puede cambiar tanto un hombre? Su marido se ha vuelto amable y ecuánime; ríe y fascina a todo el mundo. Nadie quiere ver lo que ella sabe con la intuición infalible de la esposa fiel: no es él. Si bien lo ama y lo prefiere al ausente, quizá muerto en una batalla, se rebela contra el engaño y la impostura. Se siente en una posición falsa y su moral la acusa. Se confía al cura y a su familia, que la consideran loca, excepto el tío Pierre.

Y mientras, las estaciones se suceden, su hijo crece y la naturaleza se muestra indiferente con su tortura. Janet Lewis, con una prosa bella y contenida en la que el paisaje tiene la rotundidad plástica de un Corot o un Constable, nos hace ver como pocas veces antes la percepción de la inconsistencia del mundo. No importa aquí el trasfondo histórico (las guerras de religión, el feudalismo rural y el vasallaje de la mujer), solo esa conciencia sin reposo que nos conmueve.

La finca ha prosperado desde que quien es reconocido por un soldado como un aventurero llamado Arnaud du Tilh llegó a Artigues. A nadie le preocupa que su talante sea por completo diferente del que se marchó ya hace una década. Una cuñada le reprocha sus sospechas y ella responde: “¿Cómo puedo negar la verdad?”. Lewis, en tres actos (si bien con el de Artigues habría bastado), mantiene el suspense hasta el final. ¿Está ella loca o es el mundo que ha perdido el juicio y por ello hace fermentar su alienación y temor? Todos los personajes son un reflejo inseguro en la mirada de Bertrande. Al llegar a la apelación en Toulouse, la confusión que la embarga se contagia a los jueces. Le horroriza enviar al patíbulo a un “inocente” con el que tal vez, de haber sabido acallar su conciencia, hubiera podido vivir sin culpa el resto de su vida.

Su tragedia interroga al lector una vez y otra, al modo de un relato clásico. No es extraño que este dilema ejemplar haya interesado a historiadores como Natalie Zemon, que sostiene una versión diferente a la de Lewis, y que Rubén Darío y Dumas lo utilizaran como material literario. Además de las adaptaciones al cine de Daniel Vigne con Depardieu en El regreso de Martin Guerre (1982) y de Sommersby (1993) con Richard Gere y Jodie Foster. Pero aquí el mérito es todo de Janet Lewis y su manera de contar con precisión poética una vida insólita como la de Bertrande de Rols. “Nada hay de lo que se cree”, dejó escrito Montaigne.

La mujer de Martin Guerre. Janet Lewis. Traducción de Antonio Iriarte. Reino de Redonda. Madrid, 2016. 146 páginas. 21 euros

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