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Por no quedarse en casa / 1

Raymond Roussel no sale de su camarote

El autor de 'Impresiones de África', que nunca usó en sus libros las experiencias de sus viajes, inaugura esta serie dedicada a las vacaciones de los escritores

Patricio Pron
Imagen de Raymond Roussel en 1895.
Imagen de Raymond Roussel en 1895.RDA/Roger-Viollet

Quizás el autor de Impresiones de África descubriese tardíamente la famosa frase de Blaise Pascal acerca de que “la mayoría de los males le vienen a los hombres por no quedarse en casa”; tal vez la conociese pero no pudiera o no deseara desoír los cantos de sirena de las tierras exóticas y la industria del turismo. En cualquier caso, Raymond Roussel viajó mucho; sólo entre 1920 y 1921 visitó con su madre (quien transportaba entre sus pertenencias un ataúd en la previsión de que muriera durante el trayecto) India, Australia, Nueva Zelanda, Polinesia, China, Japón y Estados Unidos, aunque es improbable que haya visto algo de todo ello: como recordaba Enrique Vila-Matas en este periódico hace algunos años, cuando un amigo le escribió diciéndole que lo envidiaba por las puestas de sol de las que debía estar disfrutando durante sus viajes, Roussel le confesó que no había visto ninguna. Estaba demasiado ocupado escribiendo en su camarote, de donde no había salido ni una sola vez en todo el viaje. Roussel siempre había sido un raro; de hecho, buena parte de su vida y su obra continúan siendo profundamente enigmáticas, esta última debido al peculiar método de escritura que el autor desarrolló basándose en las homofonías del francés: en su relato ‘Chiquenade’, por ejemplo, la primera frase del texto reza: “Les vers de la doublure dans la pièce du Forban talon rouge” (los versos del suplente en la pieza Forban del talón rojo), y la última: “Les vers de la doublure dans la pièce du fort pantalon rouge” (los gusanos en la tela del fuerte pantalón rojo), dos frases que suenan relativamente similares; en el relato, Roussel se las arregla para unir de manera lógica ambas instancias, lo que significa explicar quién es el suplente, qué pieza es ésa, quién la escribió, de dónde salieron los gusanos, etcétera.

Imágenes de la autocaravana de Raymond Roussel.
Imágenes de la autocaravana de Raymond Roussel.

Nadie había escrito así nunca ni iba a volver a hacerlo: el método sólo le servía a su creador y no era su única particularidad. Según el escritor surrealista Michel Leiris (quien lo conoció tanto como el impenetrable Roussel podía ser conocido), el autor de Locus Solus nunca usaba las camisas y las corbatas más de tres veces, las chaquetas y abrigos únicamente dos semanas y los cuellos de camisa sólo un día; tenía terror a los túneles y los evitaba; sometía a sus interlocutores a preguntas inocuas que preparaba con antelación por temor a verse envuelto en una conversación incómoda o provocarla; le gustaba imitar a las personas y solía trabajar hasta siete años en sus imitaciones hasta llevarlas a la perfección; convencido como estaba de que la comida afectaba a la “serenidad” que necesitaba para escribir, solía ayunar por días y a continuación someterse a comilonas de cinco horas de duración en las que se hacía servir, consecutivamente, el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena. Una de las ingestas de octubre de 1926 fue documentada, e incluyó frambuesas en azúcar, sopa de chocolate, ostras, golosinas de mazapán con queso brie, pescadilla, callos con foie-gras, compota de uvas, sorbete de champaña, un filete, suflé de patatas, café, sopa, suprema de perdiz, piña a la oriental, etcétera.

Un mundo en tres trazos

1. Raymond Roussel nació en París en 1877 y murió en Palermo (Italia) en 1933; puede que se suicidara, aunque también es posible que la sobredosis de barbitúricos que lo mató fuese accidental: aunque Leonardo Sciascia investigó su muerte en un libro extraordinario, esta sigue siendo motivo de controversia.

2. Los temas de su obra son (según Michel Leiris) la omnipotencia de la ciencia, la estrecha correspondencia entre micro y macrocosmos, el éxtasis, el edén, el tesoro por descubrir o el enigma por descifrar, la inmortalidad artificial, las máscaras y los disfraces.

3. Entre sus libros traducidos al español se encuentran Impresiones de África (Siruela, 2004), Locus Solus (Capitán Swing, 2012) y el fundamental Cómo escribí algunos libros míos (Tusquets, 1973). Turner publicó en colaboración con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía el catálogo de la exhibición Locus Solus: impresiones de Raymond Roussel (2011).

A pesar de ello, su mayor singularidad consistió en viajar por el mundo sin desear ver absolutamente nada, o muy poco. En 1925, Roussel (quien había nacido en 1877 y publicado su primer libro a los veinte años de edad) se hizo construir una caravana o casa rodante cuya radical novedad hizo que fuese exhibida en el Salón del Automóvil de París de ese año y que Benito Mussolini y el papa Pío XI pidieran visitarla durante una visita del escritor a Roma. La caravana tenía nueve metros de largo y algo más de dos metros de ancho y había sido diseñada por Roussel para trabajar durante sus viajes sin ser molestado por el paisaje y/o las vistas: el vehículo no tenía ventanas. En él, visitó Suiza, Alsacia e Italia, pero continuó trabajando como si estuviese en París.

En consonancia con su idea de que la obra artística no debía contener nada “real” sino puras combinaciones imaginarias, Roussel no utilizó en su literatura ninguna de las experiencias vividas durante sus viajes. De hecho, hizo lo posible por no tener experiencia ninguna: ya tenía suficiente con las que sucedían en sus libros, donde los cabellos bailan sobre la cabeza de los calvos, las máquinas construyen mosaicos con dientes humanos, un gato sin pelo se transforma en una batería eléctrica y el mundo es hecho una y otra vez de nuevo, no con la fuerza de la experiencia sino con las potencias de la imaginación y de los sueños. Frente  a ellas (pensaba Raymond Roussel), ningún viaje valía la pena, excepto que se hiciera con los ojos cerrados.

Imágenes de la autocaravana de Raymond Roussel.
Imágenes de la autocaravana de Raymond Roussel.

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