“La poesía puede hacer que la gente vaya a las librerías”
Elena Medel, responsable de la editorial La Bella Varsovia, caza poetas unicornios para demostrar que los versos sí importan
Elena Medel, cuando se quita la piel de brillante escritora y se pone el barniz de editora, es lo más parecido a una cazadora de unicornios, esos animales fabulosos inencontrables en la realidad pero tremendamente poéticos y evocadores, tal y como demostró en el año 1982 Ridley Scott en su película Blade Runner.
Berta García Faet, David Refoyo, Alberto Conejero, Alberto Santamaría o Álvaro Lasso son algunos de esos animales míticos que Medel caza —adopta, acoge, protege— para diseñar un catálogo editorial abismático, es decir, en los límites y riesgos inherentes al hecho poético. Ese catálogo es, por supuesto, el de La Bella Varsovia, una editorial que lleva una docena de años demostrando que la poesía sí interesa. “En estos doce años he ido cambiando de intenciones pero siempre he ido con esa sensación de querer publicar lo que tiene que ser publicado y quizás no tenía cabida en editoriales más comerciales”, comenta Medel, que concibió La Bella Varsovia cuando apenas tenía 19 años. Una edad en la que, probablemente, poco se sabe de nada y menos de mercados: “Iniciar la editorial fue algo muy natural. No me planteaba que fuera a convertirse en un negocio. Simplemente tenía la voluntad de compartir lo que me entusiasmaba”.
Elena es una de las editoras más jóvenes y veteranas del panorama editorial español. Doce años no resiste cualquiera. Es además una rara avis a la que cuesta poco convencer que las palabras pueden mover montañas y transformar vidas: “Creo que hay libros de poemas que cambian de verdad vidas. Yo quiero apostar y luchar para que esos libros estén en las mesas de las librerías y en los medios de comunicación”. La médula que vertebra todo el catálogo y que sirve como requisito para que Medel acepte un manuscrito, se asienta en tres líneas bien diferenciadas: en primer lugar, el trabajo con el lenguaje; en segundo lugar, la relación de sus autores con la realidad (desde un punto de vista político, crítico, personal o de construcción de la identidad); y, por último, una especial atención a la escritura de mujeres.
Por si todos estos atributos no fueran suficientes, Medel es responsable de uno de los nombres de editorial más hermosos que existen. Eufónico y evocador. “La verdad es que no estuve en Varsovia hasta el año pasado y por tanto pude comprobar si era bella o no”, explica divertida Elena, “pero sí me parecía que tenía una sonoridad y que incitaba a abrir mundos diferentes que es, por cierto, una de las búsquedas de la poesía”. Pese a contar con el Premio Pablo García Baena —que recompensa a los mejores poetas españoles y latinoamericanos menores de 35 años—, Medel lleva tiempo intentando sacudirse un lugar común que le persigue desde el comienzo de su andadura editorial: “Una de las dificultades de estos años ha sido quitarle a la editorial la etiqueta de jóvenes autores. Es cierto que en los inicios fue así pero ahora puedo publicar a autoras veteranas como Ana Rossetti o Pilar Adón y a jóvenes como Azucena González Blanco que se estrena en enero. Lo que importa al final es el texto”.
A esta editora malabarista y multitarea que en el plazo de dos horas puede actualizar las redes sociales, maquetar un libro, ir a Correos o hacer albaranes, facturas y cajas, le gusta el trabajo riguroso de una minúscula editorial llamada Kriller 71. Del catálogo de ésta destaca su empeño de divulgación de obra poética inédita y singular, y entre sus libros destaca Conjuros y cantos de Sara Torres.
Si a Elena Medel conviene leerla, no digamos ya escucharla. Sus palabras son anchas y su expresión honesta. Es por ello que cuando se le pregunta si alguien debe creer en los libros ella responde serena: “Vivimos con libros desde hace siglos. Es un instrumento humilde y pequeño, pero funciona”.
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