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Los hitos y el fracaso

Compras, exposiciones, reformas y una espina, el 'Guernica', en la gestión de Miguel Zugaza al frente del Prado

Cola para entrar en el Museo del Prado.
Cola para entrar en el Museo del Prado.SAMUEL SÁNCHEZ

Después de 15 años al frente del Prado Miguel Zugaza da por cumplidos los objetivos planteados bajo su dirección: el museo se ha convertido en un referente mundial. La ampliación firmada por Moneo llevó a la pinacoteca al siglo XXI y muchas de sus exposiciones han rebasado con creces el objetivo con el que suele bromear el director: un Camp Nou lleno (100.000 espectadores). Aquí recordamos algunos de los grandes hitos logrados durante la era Zugaza y su fracaso más mediático.

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Pasión por Tiziano. En otoño de 2003, Zugaza tuvo con Tiziano su primera exposición de masas. Comisariada por el actual director adjunto, Miguel Falomir, era la primera antológica que se le dedicaba en España y la mayor que se veía desde la organizada en Venecia, en 1935. Se mostraron 65 obras, de las que nada menos que 35 no se habían visto nunca en este país, incluida La Venus de Urbino, un óleo que salía de la galería de los Uffizi en Florencia por primera vez en su historia.

El salto al siglo XXI. Desde su creación en 1819 el edificio construido por Juan de Villanueva había tenido sucesivas mejoras. Pero fue en otoño de 2007, después de seis años de trabajos, cuando de verdad llegó su modernización con la ampliación realizada por el arquitecto Rafael Moneo. Con 135 millones de euros se añadieron 22.000 metros cuadrados capaces de albergar con el mayor de los lujos la mejor colección de pintura europea del mundo. La transformación que ahora realizará Norman Foster en el vecino Salón de Reinos completará el ambicioso proyecto concebido con Miguel Zugaza y su equipo.

La compra de 'El vino en la fiesta de San Martín'. En 2010 el museo realizó una de sus más importantes adquisiciones El vino en la fiesta de San Martín, del artista flamenco Pieter Bruegel el Viejo (1525-1569). Considerada el descubrimiento más importante de la pintura de los Países Bajos del último cuarto de siglo, la obra se creía perdida y fue localizada en una colección particular española, la de la Duquesa de Cardona, descendiente de la Casa de Medinaceli. El Museo pagó siete millones de euros.

Los cuadros de Patrimonio se quedaron en el Prado. En 2015, el Prado protagonizó una de sus batallas más mediáticas a propósito de la reclamación de José Rodríguez-Spiteri. El entonces presidente de Patrimonio Nacional reclamó cuatro obras propiedad del organismo pero vinculadas como los auténticos iconos que son a la colección permanente del Prado: El descendimiento de la cruz, de Rogier Van der Weyden (1435); El jardín de las delicias (1500) y La mesa de los siete pecados capitales (1485) ambas de El Bosco, y El lavatorio (1548), de Tintoretto. La batalla se saldó con la caída de Spiteri y el acuerdo de que las obras permanecieran en el museo.

El Bosco. Desde la ampliación del museo, las exposiciones temporales han sido un permanente reclamo para multiplicar los visitantes, tanto para reforzar el conocimiento sobre sus artistas más emblemáticos (Durero, Patinir, Goya, Murillo, el Greco), como para dar a conocer a otros con menos presencia (Vermeer, Ingres) o a artistas contemporáneos fuera de su jurisdicción (Bacon, Barceló). La más exitosa, récord de visitantes del propio museo, ha sido la antológica dedicada a El Bosco este mismo año, con 589.000 visitantes.

El fracaso del Guernica. Si alguna espina se lleva clavada Zugaza después de su larga y reconocida gestión, es su reiterada pretensión de instalar el Guernica en dependencias del Prado, un plan que se conoció en enero de 2010 y que destapó la caja de los truenos en el Reina Sofía, el museo vecino en el que está alojado desde hace 25 años y donde tiene un papel similar al que suponen Las Meninas en el Prado. El director del Reina, Manuel Borja-Villel, logró frenar en seco la idea del traslado arropado por su patronato y el argumento, incuestionable, de que los informes científicos prohíben cualquier movimiento de la castigada tela. Ni al Prado ni a ningún otro emplazamiento. Pese a ello, Zugaza no ha desaprovechado ninguna oportunidad para seguir reclamando el mural casi hasta el anuncio de su despedida.

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