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Festival de Cannes
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Jaleos, venganzas y David Lynch a lo suyo

Cuando François Ozon está inspirado puede hacer películas desasosegantes, pero en otras ocasiones bordea el ridículo

Carlos Boyero
La actriz francesa Marine Vacth, en la presentación de 'L'Amant Double', en Cannes.
La actriz francesa Marine Vacth, en la presentación de 'L'Amant Double', en Cannes.ANNE-CHRISTINE POUJOULAT (AFP)
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Aunque en alguna olvidable ocasión haya sido tentado por la comedia, el cine del director francés François Ozon siente debilidad ancestral por la esquizofrenia y las tinieblas que habitan en el cerebro de gente aparentemente estable, el desdoblamiento de personalidad, la perversión erótica, la certidumbre de que nada es lo que parece. Deudor de Hitchcock, cuando Ozon está inspirado puede hacer películas desasosegantes, pero en otras ocasiones sus delirios mentales bordean el ridículo. En El amante doble, una mujer joven y hermosa, que se siente sola y acosada por sus fantasmas, acude a un psicoanalista. La relación entre médico y paciente termina pronto. Al enamorarse y decidir vivir juntos, la felicidad no dura mucho, ya que la dama descubre que su amante tiene un hermano gemelo y también psicoanalista, sexy y violento, con el que acabará liándose.

Tratándose de Ozon sabemos que realidad y fantasía van a entremezclarse, que lo que vemos tal vez solo exista en la enferma cabeza de la protagonista. Este argumento le permite a su creador todo tipo de desparrames psicológicos y onanismos mentales. Reconozco que las trampas están narradas con estilo. Pero, sobre todo, dispone en cada plano de una actriz a la que descubrió en Joven y bonita. Se llama Marine Vacth y su belleza posee imán. O sea, que tal vez me pierda en la retorcida historia que cuenta el director, pero la presencia continua de esta mujer hace imposible que te desentiendas. Los giros del guion y la sorpresa final pueden dejarte frío, pero observar a esta belleza sofisticada te compensa.

Doy por supuesto que el director alemán de descendencia turca Fatih Akin es consciente de que para los yihadistas el enemigo a exterminar somos los ciudadanos de cualquier parte y condición, pero en su película In the Fade el solo quiere centrarse en los neonazis que tienen objetivos específicos, gentuza que incluso puede prestarse a la farsa de militar en el juego democrático, pero que ante todo creen en los bombazos para acabar con la escoria que representan para ellos todo tipo de inmigrantes. Una mujer alemana que se casó en la cárcel con su antiguo camello, que lleva una vida redimida y plácida con este descendiente de turcos y con su pequeño hijo, ve cómo ambos vuelan por los aires al estallar una bomba casera en la agencia de viajes que poseen. Los asesinos son una pareja muy unida, sobre todo por su veneración a Hitler. Esta viuda completamente rota, que vuelve a meterse coca y a fumar chinos, para soportar el dolor, suicida frustrada, decide estar presente en el proceso legal contra los que destruyeron su vida. Pero existen resquicios jurídicos o falsos testigos que pueden evitar la condena de los culpables. Y entonces solo existe la venganza. Akin narra con fuerza expresiva y veracidad esta terrible historia. El desenlace puede crear dudas morales en el espectador civilizado. Personalmente, entiendo la decisión de la acorralada víctima.

Cannes, supremo sacerdote de la pureza de las películas, pero siempre al loro de lo que marcan los tiempos, ha comprendido que el negocio está cambiando a toda velocidad y exhibe en su programación los dos primeros capítulos de una serie de televisión, formato que antes no hubiera tenido cabida en un lugar tan distinguido como este. No es una serie cualquiera, por supuesto. La firma David Lynch, uno de los eternos popes sagrados del festival y supone la continuación de Twin Peaks 25 años después. En la época de su estreno solo me sentí fascinado por los primeros capítulos y por la inolvidable música de Angelo Badalamenti. El resto me pareció delirante, me aburrió, algo que me ocurre también con el modernísimo, alucinado y rompedor cine de Lynch, a excepción de las maravillosas El hombre elefante y Una historia verdadera. Lo que he visto del nuevo Twin Peaks es más de lo mismo, enigmas sin solución, delirios gratuitos, atmósfera identificable, sonidos y ruidos muy cuidados, personajes y situaciones esperpénticas, militante ausencia de lógica. Los adictos no se sentirán estafados.

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