Suavecito os ‘colonizamos’
‘Despacito’ se asienta en el número uno en EE UU y marca otro hito en la presencia de la música latina en el mercado americano
Entre un antiguo son jarocho de Veracruz rocanroleado por chicanos, una canción del verano andaluza remezclada por cubanoamericanos y un reguetón de Puerto Rico reviralizado por un anglosajón existe un nexo: han sido los tres únicos números uno en español en la lista Billboard de EE UU. La Bamba, interpretada por Los Lobos, en 1987; La Macarena, el milagro de Los del Río, en 1996; y desde hace cuatro semanas el Despacito de Luis Fonsi y Daddy Yankee con Justin Bieber.
Cada una ha marcado un hito en la evolución de la presencia hispana en América. Cuando La Bamba estuvo una semana de primera en la lista la población latina rozaba los 19 millones de personas (8% del país) y su ritmo de crecimiento y su juventud empezaban a atraer a la industria del entretenimiento. La Macarena ocupó el primer lugar 14 semanas en plena combustión demográfica hispana (28.5 millones; 10,8% del total) y en vísperas del boom del pop latino con los Ricky Martin, Jennifer López, Marc Anthony y Shakira. Despacito ha llegado con los hispanos como primera minoría (17%), en una fase de empoderamiento avivada por la xenofobia del presidente Trump y con proyección de sobrepasar a los anglosajones a mediados de siglo como primer grupo étnico de EE UU.
La hora del reguetón manso
Despacito ha consagrado la fusión del reguetón con el pop, que lleva tiempo cocinándose con colaboraciones entre estrellas latinas asentadas y reguetoneros en auge como Bailando (2013), que unió a Enrique Iglesias y los cubanos Gente de Zona, o Chantaje (2016), de Shakira y el colombiano Maluma. En este caso se han mezclado el baladista Luis Fonsi y Daddy Yankee, que había estado entre los 50 primeros de Billboard con temas como Rompe (2006) o Gasolina (2005). El reguetón, que surgió en los noventa como música de barrio, ha ido desbravando sus letras y adoptando melodías más líricas, no tan sincopadas. Reguetón amansado, parejas artísticas con contraste de estilos y vídeos con calidad cinematográfica son la actual fórmula maestra de la música latina
La Bamba fue íntegra en español. La Macarena incorporó una voz femenina en inglés al ser adaptada para EE UU. Despacito nació en español, escaló rápido en las listas y tras volverse bilingüe con Bieber se catapultó a la cima, del puesto 44 al uno en Billboard y del tres al uno en la lista global de Spotify. “Pero con un detalle que nos abre una ventana nueva. Él se suma a los latinos, Fonsi y Daddy Yankee, sin borrarlos y cantando en su idioma”, señala la experta en estudios latinos Frances Negrón-Muntaner. Bieber se asombró al ver el tema romper la pista de un club de Bogotá y propuso a Fonsi la colaboración en la que la estrella canadiense empieza en inglés y luego canta en un español bien ensayado.
El locutor de radio Enrique Santos, al que Obama dio una entrevista a una semana de las elecciones para buscar el voto latino para Clinton, recuerda cómo en los noventa subía la ventanilla del coche al parar en un cruce “porque me apenaba un poco que me vieran escuchando una salsa o una bachata en español”. Hoy cree que Despacito es otra muestra “de que tenemos muy buen gusto musical, somos los mejores del baile y le gustamos a los estadounidenses más allá del idioma”, y resalta la propulsión extra que le ha dado a esta canción formar parte de la era de la viralidad digital. “Si Macarena se hubiera lanzado a las redes su fuerza se hubiera multiplicado por cien”.
“En nuestro caso se demoró unos meses en coger la furia”, dice Johnny Caride, el disc jockey que remezcló la canción de Los del Río desde Miami con su trío de productores Bayside Boys después de probar la original en una discoteca en la que pinchaba y ver “cómo todo el mundo saltó de la silla”. Cuando puso por primera vez su versión americana en la radio en la que llevaba un programa de música, rememora, “las líneas telefónicas se volvieron locas y una semana más tarde ya habíamos mandado por correo unos mil compactos a otras emisoras”. Caride cree que por entonces la música hispana era todavía “algo regional” y que los artistas del boom latino y otros después como Enrique Iglesias, Romeo Santos o Pitbull “han montado la gran bulla conectando el mercado latino al estadounidense”.
Negrón-Muntaner inscribe el fenómeno de Despacito en EE UU en una línea de continuidad que se remonta “al menos al tango de principios del siglo XX e incluye entre otros el mambo, el rock, el boogaloo, la salsa, la música disco, el pop o el hip-hop, que no se hubiera desarrollado de la misma manera sin la presencia puertorriqueña en el Bronx de Nueva York”. “Es imposible hablar de la historia y la cultura estadounidenses sin los latinos”, concluye. Pareciera que el título del éxito de Luis Fonsi resumiera en una palabra todo el proceso paulatino de imbricación de una minoría cultural en el tejido de un imperio: Despacito. O si se prefiere, pudiera decirse con el reguetonero Daddy Yankee en el coro: "Pasito a pasito / suave suavecito / nos vamos pegando, poquito a poquito".
Babelia
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