“Juego de tronos’ plasma perfectamente el populismo moderno”
El intérprete que encarnó en la serie a Tywin Lannister pone voz en la Quincena de San Sebastián a discursos de Lincoln junto a la Orquesta de Cincinnati
Charles Dance se ha presentado en San Sebastián para hacer dos de las cosas que más disfruta en este mundo: nadar en el mar y salir a escena. A lo primero se entregó por la tarde. Miraba esta mañana de martes de reojo la cristalera del Kursaal desde la que se divisa la playa de Zurriola y decía: “Ahí me voy a meter en cuanto pueda. Nado en todas las ciudades donde encuentro mar”.
Con el salitre a cuestas, después, este actor británico de 70 años que formó parte de la Royal Shakespeare Company, salió a escena para rememorar en Lincoln Portrait al presidente de Estados Unidos que abolió la esclavitud. Lo hizo junto a la Orquesta Sinfónica de Cincinnati y el director Louise Langrée. Entre todos, clausuran estos días la Quincena donostiarra con esta obra de Aaron Copland y algunas más, como la Quinta de Chaikovski o la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Dvorak, el miércoles: “Podemos considerar esta pieza dedicada a Lincoln una declaración de principios democráticos teniendo en cuenta quién es ahora el inquilino de la Casa Blanca”, comentó Dance a EL PAÍS.
Cuestión de formas de ejercer el poder: blanco o negro. ¿Lincoln o Trump? ¿Los discursos del presidente que pasó a la historia por un hito en la igualdad de derechos de la minoría negra o los tuits incendiarios de quien indulta a sheriffs racistas? Las circunstancias obligan a alinearse. “Pronunciar estas palabras de Lincoln en público representa hoy una responsabilidad. Hablamos de cuestiones que se encuentran en peligro en esta época. Por lo demás, asuntos que no le cabrían al actual presidente en uno de esos mensajes que lanza de madrugada con 140 caracteres”, afirma Dance. Si después de criticar al incendiario presidente le da por atacarle a deshoras, para Dance será un honor. “Desde luego, mucho mejor”, afirma. Hay enemigos que ennoblecen.
Vivimos una época sospechosa para el matiz. Y de eso sabe quién durante algunas temporadas ha encarnado a todo un símbolo del dominio en la era de la televisión moderna: Tywin Lannister, el patriarca de la familia más cruel creada por la ficción audiovisual contemporánea para la fascinante Juego de tronos.
Dance lamenta que lo mataran tan pronto: “Estaba en las novelas de George R. R. Martin, que no leí cuando empecé a hacer la serie, ni después tampoco. Con los guiones me bastaba para comprender lo brillante que resultaba todo en cada línea”, asegura. Por varias razones, a su juicio. “La trama no deja de sorprender al espectador, continuamente. Cuando te acomodas pensando que puede pasar esto, te llevan a otra parte”, afirma. “Los ingredientes van bien medidos: su cuota de violencia, de sexo, que regresará… -según cree-, personajes a quienes quieres seguir. No han escatimado en gastos. Nos lo presentan como algo equiparable al cine en televisión. Han invertido muchísimo dinero en buena dirección”.
Y por supuesto, algo que Dance controla desde su formación: el dominio del ingrediente shakesperiano. “Sus tramas eran jacobinas, y jacobino, en ese sentido, significa increíblemente violento. Sangriento a más no poder. Pero en un sentido mayoritario, comercial de la época. Por eso, al trasladarlo al presente con esos códigos, en HBO se han mostrado muy despiertos”.
Sin olvidar la política. Hay un momento en la sexta temporada en la que Arya Stark contempla en la calle cómo una compañía teatral representa la muerte de Joffrey Baratheon, hijo de Cersei Lannister. La gente le llora. Es una de las secuencias favoritas de Dance, ya fuera de la serie. Demuestra cómo los Lannister han ganado el relato de los hechos. Conmueven al pueblo: “Populismo. He ahí un gran ejemplo, tan moderno y tan teatral al tiempo. Y se plasma perfectamente, como signo de los tiempos”, comenta el actor.
Una treta para perpetuar el poder. Con el predominio del mensaje con las bazofias manipuladoras de lo que hoy llaman en modo de eufemismo lacerante, la posverdad. “Porque tanto más importante que ostentarlo era conservarlo para quien fue mi personaje”. Lo dice el actor que ha dado vida a todo un Maquiavelo con planta, mirada de sabiduría penetrante al servicio del mal, posaderas para aguantar las cuchillas que rodean el trono de hierro y ciencia y conciencia –más retorcida que noble- para traspasar la herencia a sus descendientes con lecciones claras: “Que el poder corrompe, pero que debe hacerse lo que sea necesario para mantener el status quo. Justificar lo que sea en torno a un fin”.
"Podemos considerar esta pieza dedicada a Lincoln una declaración de principios democráticos teniendo en cuenta quién es ahora el inquilino de la Casa Blanca”
No le falta trabajo. Tiene tres películas a punto de salir. Entre ellas Euphoria, de la sueca Lisa Langseth, o That good night, el último filme rodado por su adorado amigo John Hurt, en el que participa también Dance. “Ando ocupado, efectivamente”. Aun así, echa de menos la presencia en Juego de Tronos. Y no se muestra en absoluto harto de que le pregunten por ello: “Prefiero aparecer en obras en las que sabes que te miran a pasar inadvertido”, comenta.
No ha sido así estos días en San Sebastián. Menos con los fragmentos de discursos de Lincoln que Copland utilizó para esta obra. Palabras como libertad, tolerancia, respeto, derecho, civilización siguen cobrando su necesario significado ante la sombra de la barbarie y retumban ahora en la voz perfectamente modulada de Charles Dance dentro del Kursaal. Hoy, con todo el eco necesario...
Babelia
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