Margaret Atwood: “La mujer que alquila su vientre, ¿lo hace por elección o coerción?”
La escritora canadiense reflexiona en Buenos Aires sobre la recepción de 'El cuento de la criada' en la era Trump
Un golpe de Estado en el país más poderoso del mundo. Hace tres décadas, la escritora canadiense Margaret Atwood (Ottawa, 1939) imaginó la instauración de un régimen teocrático en Estados Unidos que anulaba los derechos de las niñas y mujeres. Frente al avance de la esterilidad, las autoridades legalizaron la violación y el robo de bebés y obligaron a las mujeres fértiles a tener hijos para otras. Negarse era castigado con la ejecución inmediata o el destierro a colonias para limpiar residuos tóxicos hasta que mueren.
De visita en Buenos Aires, Atwood reflexiona sobre las coincidencias entre su novela y la realidad, marcada por la progresiva caída de la tasa de fertilidad en los países desarrollados y la creciente presión de los conservadores sobre las mujeres para que tengan más hijos. En 2017, ningún estado separa a la fuerza a las madres de sus bebés y entrega a los recién nacidos a otras personas para que los críen, pero cada vez son más las mujeres que lo hacen de forma voluntaria, a menudo a cambio de dinero, en los países que han legalizado la gestación subrogada.
"La mujer que alquila su vientre, ¿lo hace por elección o por coerción?", se pregunta Atwood en un encuentro con periodistas, celebrado este miércoles en la capital argentina. "¿Lo hace porque es generosa y quiere ayudar o está en una situación de pobreza y lo ve como la única forma de salir de ella? Si hubiese tenido dinero, ¿lo hubiese hecho igual? Hay que tener en cuenta todos estos interrogantes. Es un debate que va a continuar", dice la novelista.
Atwood remarca que en Estados Unidos "el ala derechista presiona para que las mujeres vuelvan a tener más hijos, ante la caída de la tasa de fertilidad, porque si no tienen que traer inmigrantes para sostener el país. A la larga, si dejan de nacer bebés se acaba la Humanidad".
El cuento de la criada muestra una sociedad cruel, pero la escritora remarca que no hay nada en ella que los seres humanos no hayan hecho alguna vez: "Pasan cosas terribles, pero que no inventé yo". Entre sus fuentes de inspiración estuvieron las ejecuciones grupales, la quema de libros, el proyecto Lebensborn de los nazis -con maternidades y asistencia financiera para la procreación de bebés arios con el objetivo de expandir la raza- y el plan sistemático de robo de bebés perpetrado por la dictadura argentina. "Robar bebés es viejísimo, ya aparece en la Biblia", lamenta.
Cuando se publicó la novela, en 1985, en los países europeos despertó incredulidad, porque aún estaba vigente la Guerra Fría "y Estados Unidos parecía el epíteto de la libertad y de la sociedad abierta frente al estalinismo", recuerda Atwood. En Canadá, en cambio, le preguntaban con nerviosismo si creían que podría ocurrir allí. Ahora, con la llegada de Donald Trump a la Presidencia estadounidense, su República de Gilead ha dejado de parecer un destino imposible.
Protestas silenciosas
Aunque ha publicado casi una veintena de novelas desde su debut con La mujer comestible cuando tenía 30 años, su distopía se ha popularizado ahora gracias a la serie televisiva homónima y sigue el mismo camino la adaptación de Alice Grace, publicada en 1996. La ficción ha llegado a influir en la realidad, con manifestantes que se visten como la protagonista, Defred, y adoptan su actitud para protestar contra el recorte de derechos, como ocurrió el pasado junio frente al Capitolio de Washington. "Aparecen personas que se visten como criadas y permanecen allí, sin decir nada, de forma recatada y muy silenciosa. No las pueden echar, pero todo el mundo sabe por qué y qué hacen allí", dice Atwood.
En Buenos Aires, cientos de personas -casi todas mujeres- hicieron fila el pasado lunes en la Biblioteca Nacional para escuchar a esta autora vivaz y coqueta, dotada de un gran sentido del humor que arrancó risas y aplausos entre el auditorio. Más de 200 fans quedaron fuera, pero tendrán una segunda oportunidad este miércoles, en una nueva presentación pública. "Si escribís sobre cualquier mujer que abre la boca y dice lo que piensa, van a decir que eres feminista", responde Atwood con una gran sonrisa cuando le preguntan si su escritura lo es.
Cree que para construir una sociedad igualitaria hay que empezar por la educación en casa, pero que también el lenguaje tiene mucho que aportar. Sólo así entiende que en "en esta época en la que se intenta suprimir la verdad", haya renacido el interés por George Orwell, quien, a su parecer, fue uno de los que mejor entendió "cómo el Gobierno retorció y distorsionó el lenguaje".
Aves, gatos, cómics y poesía
Atwood combina la escritura de novela y poesía y cree que al hacerlo se activan distintas partes del cerebro. "La novela tiene una longitud de onda larga, que se puede ir repitiendo, mientras que en la poesía, las ondas son muy cortas y están muy cerca las unas de las otras", compara.
Hija de un entomólogo y criada en el norte de Canadá sin televisión ni radio, ella y su hermano pasaron gran parte de su infancia entre el bosque y la biblioteca familiar. En esos años nació su amor por la naturaleza y por la escritura de cómics, que el año pasado se conjugaron en una novela gráfica protagonizada por un superhéroe que es un tercio gato, un tercio pájaro y un tercio humano, Angel catbird.
El cómic nació a partir de la preocupación de la canadiense y otros amantes de las aves por el peligro que suponen para ellas los gatos domésticos. Atwood asegura que muchas aves están amenazadas y recuerda que el origen de la expresión inglesa "el canario en la mina" se remonta al uso que hacían de los pájaros para detectar peligro en las minas, ya que al ser más sensibles, caían rápido desmayados. "Nosotros ahora estamos en la mina. Los canarios se están desmayando, después nos tocará a nosotros", dice, alarmada por la falta de reacción frente al cambio climático.
Babelia
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