Un nuevo capitán empuña el arpón contra la ballena blanca
Josep Maria Pou encarna a Ahab en la versión esencial de 'Moby Dick' que dirige Andrés Lima. “Para interpretar el personaje has de colocarte al borde del abismo”, afirma el actor
Llamadle Ahab. Josep Maria Pou encarna al física y espiritualmente desarbolado capitán obsesionado con dar caza a la ballena blanca (“¡por allí resopla!”) en Moby Dick, versión teatral muy esencial (tres actores) y condensada (¡700 páginas convertidas en 23!, 90 minutos de función) de la titánica novela de Herman Melville. El montaje, una producción en castellano de Focus dirigida por Andrés Lima y con adaptación de Juan Cavestany, llega a los escenarios este viernes (Teatro Goya de Barcelona, convertido en Nantucket) precedido de una enorme expectación. ¡Ahí es nada Pou como Ahab!, lívida cicatriz en la atezada cara, bárbara pata de madera y hueso (creada por el oscarizado estudio de efectos especiales DDT), lanzando desde el alcázar su mirada enloquecida sobre la platea, convertida en un mar en cuyas pálidas aguas el condenado Pequod traza una estela turbia y blanca.
El equipo artístico incluye a los actores Jacob Torres y Oscar Kapoya, que se reparten ellos solitos a la tripulación del ballenero, la escenógrafa Beatriz San Juan, el creador de los vídeos que se proyectan en una gran pantalla durante el espectáculo, Àngel Raió, y el músico Jaume Manresa, ex miembro del grupo Antònia Font.
"Moby Dick te descoloca, es la creación total, metaliteraria, modernísima, de un artista que decide tirarse por la borda”, apunta con pertinente símil marinero Lima
Pou y Lima han conversado con este diario tras un ensayo en el que el actor, cuyo objetivo es "cazar al inalcanzable Ahab como él trata de cazar a la ballena", no paraba de pedirle vehemente al director: "Contrólame mucho, que no quede excesivo, que no apabulle al público". Para interpretar el personaje, afirma el actor, "has de colocarte al borde del abismo”.
Junto a la escenografía en forma de pasarela que sugiere la proa de un barco, madera y marfil, y a la vez un derrelicto gastado por el tiempo y las tormentas (la ballena no aparece más que sugerida, en la pantalla), Pou y Lima explicaban apasionadamente, con un aroma de salitre, su mutua obsesión por Moby Dick y Melville. Al alcance de la mano, apoyado en la pared, el gran arpón de Ahab que esgrime el actor en la función. La hoja parecía destellar como bautizada impíamente en la sangre de los arponeros y bañada en el resplandor del fuego de san Telmo.
Qué extraña y desmesurada novela Moby Dick. “Publicada en 1851, fue originalmente un fracaso, por lo inclasificable, a la muerte de Melville se habían vendido menos de 4.000 ejemplares”, reflexiona Pou, al que la imagen de la ballena embistiendo al Pequod no se la va de la cabeza; “la gente no entendía qué era aquello, ese libro, a qué género pertenecía esa desmesura”. “Moby Dick te descoloca, es la creación total, metaliteraria, modernísima, de un artista que decide tirarse por la borda”, apunta con pertinente símil marinero Lima; “ahí dentro hay de todo, documental, aventura marina, viaje, filosofía, poesía, ciencias naturales, teatro, pesca, claro, y un insólito entrecruzar de voces, desde el narrador omnisciente a los propios personajes que interpelan directamente al lector”. Incluso se canta a coro en la novela la canción popular Adiós dama española que, por cierto, Spielberg en un guiño puso en boca de Quint , ese Ahab patán y cervecero,en Tiburón.
"Ahab dice a sus hombres: ‘sin imaginación no vais a poder seguirme’”, señala Pou. “Esa es una frase fundamenta para nosotros”
Para Lima, la novela de Melville, que oscila entre la luz y la oscuridad, incluye una reflexión personal sobre cómo afrontar la vida, “que es luchar con la ballena”. Ahab es destructor, dice, un capitán que sacrifica a su tripulación por su interés, “pero hay algo heroico debajo, que le impulsa a medirse con una fuerza muy por encima de la suya y que hace que merezca ser admirado”. “Mete a sus hombres en una misión sacrílega, una lucha contra Dios, Ahab es un carácter tan larger than life, que provoca admiración”, acuerda Pou. “Moby Dick es el bien contra el mal, de acuerdo, ¿pero quién es qué? Ahí, en esa ambigüedad, Melville conecta con Shakespeare”.
¿Cómo se lleva una novela así al escenario? Su versión teatral, explican, no trata de ilustrar el relato, de mostrar a la ballena y los mares. “Ahab dice a sus hombres: ‘sin imaginación no vais a poder seguirme’”, señala Pou. “Esa es una frase fundamenta para nosotros”. La versión teatral se centra en Ahab y es de alguna manera “lo que ocurre en su cabeza durante Moby Dick, su mundo psicótico, su enfrentamiento con su lado más oscuro”. De hecho, el espectáculo, que recoge prácticamente todo lo que dice el capitán en la novela (donde solo aparece, en un magistral ejemplo de suspense, a partir del capítulo 28), todos sus soliloquios, iba a llamarse Ahab. “Y realmente es eso, la historia, la aventura personal del personaje”, recalca Pou. “No solo una concentración brutal de la novela, sino del propio Ahab”, remata Lima. Las imágenes que se proyectan en la pantalla muestran “lo que ven los ojos de Ahab, y a veces a él mismo”; tienen un estilo expresionista de cine mudo y reflejan “el alma de Ahab”.
El objetivo, reflexiona Lima, “es servir a la poesía en acción que es Moby Dick, tomar el barco y partir henchidas la velas de amor por la aventura". El director recalca que hay muchas capas en la novela y que hay que asumir su inmensidad y sus contradicciones, como la de que Melville te coloca a la vez dentro y fuera de la acción.
La conversación sobre el sexo y la ballena lleva a Pou y Lima a mencionar los estudios que hablan de un impulso homoerótico en la novela
Las voces de un coro masculino añaden un tono de oratorio, de canto fúnebre. Lima apunta que le gusta ver el Pequod como un barco rumbo a la muerte con un suicida al timón. “Encuentro que hay algo muy erótico ahí, en saber que te espera la muerte y lanzarte decididamente hacia ello”, añade parafraseando al segundo oficial Stubb.
La conversación sobre el sexo y la ballena lleva a Pou y Lima a mencionar los estudios que hablan de un impulso homoerótico en la novela, a la obsesión desbordada de Melville por Hawthorne y a los pasajes más calientes de Moby Dick,como “el casi polvo” de Queequeg con Ismael en la posada, la explícita escena del procesado con las manos del espermaceti (capítulo 94), que sugiere una gran masturbación colectiva, o la del prepucio de la ballena convertido en impermeable. “El problema de Moby Dick es que contiene tantas cosas”, suspira Pou. “Incluidas ideas progresistas sobre los negros y un cuestionamiento del puritanismo y las Sagradas Escrituras”, apunta Lima.
La tripulación de treinta hombres del Pequod (el número lo cita Melville, aunque si cuentas salen en realidad 44) queda reducida a Pou y los otros dos actores, que se reparten los personajes: uno los “blandos”, Ismael, el pinche negro Pip; y el otro los “duros”, los oficiales y arponeros, Starbuck, Stubb, Queequeg... “El viaje es meternos en la mente enloquecida de Ahab”, subraya Pou.
Para el actor es clarísima la dimensión shakespeariana de la novela, como la bíblica. “Hay párrafos en que Ahab es el rey Lear”. Pou está en una situación particularmente buena para encarnar al capitán, rey del mar, khan de la cubierta, gran señor de los Leviatanes, pues ha hecho de Lear (“hacer de Ahab es hacer de Lear otra vez: el mismo viaje de aprender a ser humano”). Y también de Orson Welles (en Su seguro servidor, Orson Welles), otro gran obsesionado con Moby Dick que llevó la novela al teatro y –dos veces, ambas incompletas- al cine, y que interpretó en el filme de John Huston (1956), el más famoso sobre la obra de Melville, al padre Mapple en su púlpito hecho con la proa de un barco.
A Pou le persigue la ballena desde niño, desde que la encontró por primera vez en una edición juvenil reducida (al respecto añade que espera que la gente que cree que Moby Dick es una novelita de aventuras para jóvenes descubra en el montaje su enormidad literaria, “a la altura de Dostoyevski”). A Lima, le obsesiona la ballena especialmente desde que hizo el casting para El corazón del mar, la película de Ron Howard sobre el ataque de un cachalote al ballenero Essex (episodio real que inspiró a Melville su novela). “Iba a hacer del capitán español manco que advierte a la tripulación del Essex, pero finalmente consiguió el papel Jordi Mollà”. En todo caso, arponero decisivo en esta nueva caza de la ballena blanca ha sido, acuerdan Pou y Lima, el presidente de Focus, Daniel Martínez, que siempre ha estado obsesionado con producir una versión con Pou como Ahab.
¿Y qué es la blancura en Moby Dick? Esa blancura que marca tanto a la ballena como al capitán. “La idea básica de Melville es que lo blanco puede significar lo más oscuro”, reflexiona Lima. “El blanco es todo, la suma de todos los colores. Ahab ha decidido que la blancura es la muerte, y la blancura es la ballena”. Para Pou, el blanco “es lo inexplicable, lo inalcanzable”, el misterio irreductible de la ballena, de Ahab y de la novela.
Otros perseguidores del pálido Leviatán
William Hurt ofreció un Ahab más cercano (y sin sombrero de copa) en la miniserie de 2011 Moby Dick, que contó con Ethan Hawk como Starbuck y hacía aparecer, sorprendentemente, a la mujer del capitán. Otro Ahab destacable es el de la miniserie de 1998 protagonizado por Patrick Stewart, el capitán Picard de Star Trek, que cambió su puesto de mando en la Enterprise por el puente del Pequod.En un guiño al filme de Huston, Gregory Peck interpretaba al padre Mapple.
Vittorio Gassman encarnó un Ahab de corte romántico con toques de humor en el macroespectáculo teatral Ulises y la ballena blanca, adaptación de él mismo de Moby Dick con aderezo de otros textos, que se estrenó en Génova en 1992 y se vio en la Expo deSevilla. .Otro Ahab que hay que mencionar es el primero en el cine (mudo), que hizo en 1926 John Barrymore en The sea best. El actor repitió en el papel , ya sonoro, en 1930 en Moby Dick,de Lloyd Bacon.
Gregory Peck es la imagen más popular de Ahab. El tiempo nos ha reconciliado con su interpretación en el filme canónico, el Moby Dick de John Huston (1956), con guion de Ray Bradbury. Huston quería haber hecho él mismo de Ahab o que lo hubiera encarnado su padre, Walter Huston (pero este falleció en 1951). Consideraba que Peck no daba la talla. El actor hubo de enfrentarse también con otra gran ballena blanca, Orson Welles, que en el filme aparece en el papel del padre Mapple en su púlpito-barco pero que habría hecho un magnífico Ahab (hizo el suyo propio en teatro y en un filme que nunca acabó).
Babelia
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