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Paul Thomas Anderson: el hombre que puso fin a Daniel Day-Lewis

“Somos amigos además de trabajar juntos”, asegura el director de 'El hilo invisible', sobre su relación con el actor británico

Paul Thomas Anderson, en el rodaje de 'El hilo invisible'.
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Crítica | 'El hilo invisible'. Por C. BOYERO

Conversar estos días con Paul Thomas Anderson es como hablar con un médium. Apenas utiliza el singular, todo el rato con el “nosotros, nosotros, nosotros”. Y se pasa las entrevistas adivinando, conjeturando o dando pistas sobre el adiós del que describe como “el mejor actor nacido para la interpretación”: Daniel Day-Lewis. “Somos amigos además de trabajar juntos”, puntualiza lo obvio tras dirigir al actor de actores en Pozos de ambición y ahora en la que será la última película del irlandés nacido en Inglaterra, El hilo invisible, que se estrena hoy en España. “Quizá puedo aclarar algo. Pero sin repetir sus palabras es que simplemente ya no siente lo que sentía”, parafrasea a EL PAÍS. No aclara mucho. El 20 de junio de 2017 Day-Lewis dijo que se retiraba de la interpretación y eso convierte a PTA, iniciales por las que se le conoce en la industria, en el hombre que puso fin a su carrera. “No es que lo viera venir pero tampoco me sorprende. Habíamos hablado de ello. Lo que me sorprendió es el anuncio porque con lo infrecuente que es su trabajo simplemente podía no haber dicho nada”, resume sin perder el humor de una noticia que llegó cuando ya habían acabado el rodaje.

Se ríe ahora. Curioso, porque entre los de su generación, Quentin Tarantino, Wes Anderson o Richard Linklater, entre otros, siempre pareció el más serio. A sus 47 años, el artista más respetado de su quinta, con ocho largometrajes considerados todos gemas del cine y un total de ocho candidaturas al Oscar como realizador, guionista y productor (incluidas las dos que acaba de recibir de la Academia por El hilo invisible) ha aprendido a reír. Eso sí, ni una estatuilla. Sobre su película, reflexiona: “Claro que hay una cierta melancolía en esta historia, pero lo que realmente sorprendería al público es ver lo divertido que es Daniel, lo que le gusta reír y el sentido del humor tan puñetero que tiene”, describe. No puede dejar de hablar de él. A Day-Lewis le atribuye no solo el protagonismo de su último largometraje, un drama psicológico y romántico con pinceladas de suspense en el mundo de la moda, sino su trabajo conjunto desde el guion al diseño de vestuario. “Trabajar con él es como disponer de un gran lienzo, de una enorme caja de juguetes en la que no sabes lo que te vas a encontrar”, compara.

Le da el crédito por mejorar su guion, completando sus frases con ideas que nunca supo si se le ocurrían en el momento o las traía preparadas. O por su saber vestir. “Todos los días, antes de empezar a rodar, disfrutábamos de una minipasarela de moda. Hasta que le decía eso de ‘Sorpréndeme’. Todo le cae tan bien, tan elegante”, añade con admiración. Nacido en el Valle de San Fernando, dormitorio de Los Ángeles, PTA admite que no es un sitio conocido por su estilo o por su gusto por muy estilizadas que sean sus películas. El director tampoco cree en “la locura creativa” que muestra en ellas ni se identifica con Reynolds Woodcock, el protagonista de El hilo invisible, un hombre obsesionado con la perfección y con el autocontrol. El quinto de siete hermanos y padre de cuatro sabe cuáles son sus prioridades en la vida (“No necesariamente el cine, aunque las ideas me queman”) y hace del caos su ambiente natural. “Pero si es cierto que desde pequeño aprendí a levantarme un par de horas antes que mis hermanas para disfrutar de ese momento. Las mejores ideas nacen de estar tirado en la butaca”, confiesa.

Day-Lewis también intervino en la elección de Vicky Krieps como el objeto de su pasión, esa Alma que el personaje adora y repudia a la vez. “Alguien que tiene que vérselas cara a cara con Daniel Day-Lewis y salir no solo con vida sino victoriosa”. A PTA le da la risa de recordar a su amigo diciéndole a la semana de rodaje que Vicky le “intimidaba” de lo buena que era. “Intento quitarle hierro a su marcha porque en el fondo confío en que reconsidere. Es demasiado bueno para perderlo”, suspira menos optimista. ¿Quizá el final de un Day-Lewis actor pueda significar el nacimiento de un Daniel con quien escribir su próximo guion? “No quiero dejarle marchar. A su lado tienes una poción mágica que sería estúpido no probar. Se prepara y se concentra como un atleta algo que luego une a su talento natural", desgrana del hijo de artistas. "No sé lo que hará. Es un gran pintor y es de todos conocido que durante un tiempo fue zapatero. Es un artista con las manos. Pero este es su elemento. Escogió la profesión adecuada y hemos tenido la suerte de verle, de trabajar cada día a su lado y poder disfrutar de algo fantástico delante de tus narices”.

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