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Crítica | Lady Bird
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Último año en Sacramento

En su apariencia, esta es una película muy fácil de codificar. En su especificidad, este un triunfo muy difícil de lograr

En Merrily We Roll Along, ambicioso musical de Stephen Sondheim recibido con frialdad en su estreno de 1981 y elevado a obra de culto en sus posteriores montajes, se narra, en cronología inversa, la distancia entre un éxito apoteósico –el del productor de Hollywood Franklin Shepard- y unos incontenibles sueños de juventud –los que compartía con sus amigos Charley y Mary -. Es un musical amargo, en el que cada salto en el tiempo da la medida de una renuncia personal, un sueño roto o una traición a los principios. No es casual que Merrily We Roll Along sea la obra de fin de curso que ensayan los estudiantes de la escuela superior religiosa que centra buena parte de la acción de Lady Bird: es la escuela donde la protagonista, la hija de diecisiete años de una familia de clase media de Sacramento, aguarda para dar el salto a una universidad que le permita abandonar la vida de suburbio y caer en un entorno donde la cultura sea tan vital como el oxígeno. Lady Bird está, pues, en un punto estratégico de su vida: la atalaya desde la que proyectar sueños, pero, también, el punto de referencia que servirá para medir renuncias y autoengaños futuros. Merrily We Roll Along no sólo proporciona muy buenas canciones a la heterogénea y nada obvia banda sonora de esta película sobresaliente: también le aporta un correlato simbólico.

LADY BIRD

Dirección: Greta Gerwig.

Intérpretes: Saoirse Ronan, Laurie Metcalf, Tracy Letts, Thimothée Chalamet.

Género: comedia. Estados Unidos, 2017

Duración: 94 minutos.

Primera película que escribe y dirige en solitario Greta Gerwig. Lady Bird es, fundamentalmente, una película de Greta Gerwig: es decir, la aportación más afinada, equilibrada y precisa a esa suerte de autoficción por entregas que la autora ha ido construyendo -¿también en cronología inversa?- en algunos de sus trabajos en calidad de actriz-guionista, como Frances Ha (2012) o Mistress America (2015). Siguiendo una estrategia parecida a la del Woody Allen crepuscular, Gerwig confía el papel de su yo más joven a otra actriz, una Saoirse Ronan cuya aparente fragilidad no neutraliza la ferocidad, ni las periódicas ingratitudes de una identidad en proceso de afirmación. En su apariencia, esta es una película muy fácil de codificar: una comedia de instituto con todas sus convenciones. En su especificidad, este un triunfo muy difícil de lograr: pura verdad sublimando líneas pre-trazadas, con atención al detalle (la precariedad económica captada sin dramatismos), amor a los personajes (de la madre al cura emotivo) y la honestidad de no negar los claroscuros.

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