Mi carnal Guillermo
El actor y director español cuenta su historia de amistad, colaboración y admiración con Del Toro, favorito en los Oscar de este año
¿Cómo referirse a una persona con la que compartes gustos, a la que quieres, con la que te diviertes, con un sentido del humor afín y a la que además admiras?
Cuando hace un par de décadas, tras conocernos en el festival de Sitges, Guillermo me dedicó uno de los premios que ganó por Cronos, su primer largometraje, dijo que yo era su “carnal”, que es como califican en México a los hermanos y a los amigos. Así que desde entonces pienso en Guillermo como mi carnal.
Que mi carnal haya sido nominado a 13 premios de la Academia de las artes y las ciencias cinematográficas de Estados Unidos (o si queréis ahorrar letras, la de los Oscar) por su película La forma del agua, tiene todo el sentido. Guillermo lleva más de un cuarto de siglo dedicado en cuerpo y alma al cine. No conozco a nadie que ame más su oficio. Que Guillermo sea conocido ahora en todo el mundo por sus películas no ha sido sencillo.
Guillermo ha sufrido y ha peleado lo indecible. Las horas de sus días se han multiplicado para alumbrar proyectos que al final nunca vieron la luz. Ha batallado con todas sus fuerzas para ser vencido varias veces, y, aun así, se ha levantado, se ha sacudido el polvo y ha salido victorioso muchas veces más. La industria de Hollywood tiene una tendencia a absorberte, poseerte y dominarte; por ello tiene fama de implacable. Conseguir que la maquinaria trabaje para ti, o al menos contigo, conseguir salir de ese engranaje para oxigenarte y volver para ser recibido y felicitado exige una maestría que muy poca gente posee. Tener una voz, una personalidad, un estilo reconocible, una visión concreta en el mundo del cine es algo reservado a unos pocos maestros. ¡Y no sabéis la ilusión que me hace que uno de esos maestros sea un carnal mío!
Con el amiguete comparto recuerdos de infancia, de las series y películas que nos marcaron, comparto las penas y alegrías familiares que nos han ido aconteciendo a lo largo de la vida, un gusto casi religioso por la gastronomía y las buenas sobremesas y tertulias. Por supuesto, él me aventaja claramente siempre en todo: en el amor por los clásicos y la curiosidad por las cinematografías de otras nacionalidades, la acumulación de proyectos fascinantes que llevar a cabo, el descubrimiento y el lanzamiento de nuevos talentos… En todo. Hasta en su megacolección, que ahora acaba su gira triunfal tras estar expuesta en varios museos del mundo, esa colección de artefactos que maravillan, esas inquietantes antigüedades, muñecos de látex tamaño natural , ilustraciones y páginas originales de cómics…
Ahora Guillermo, tras 25 años dedicado al cine, ha firmado su película más redonda, una oda al cine, al fantástico, a la fantasía. Una película que es como un trabajo de orfebrería, tan cuidada y elegante, tan milimétrica, tan sutil, tan terrorífica y tan romántica… Incluso a veces al borde de la cursilería, pero no, Guillermo es sensible sin ser sensiblero, no cae en ningún momento en viejos clichés porque los conoce y domina todos. Desde la música a la fotografía, pasando por la ambientación y los decorados, en los que imagino la mano de Guillermo hasta el último detalle, todo es perfecto.
Perfecto para el relato, para acompañar la narración de este cuento. Porque una vez más Guillermo nos sumerge en un mundo de cuento, aunque el telón de fondo sea la guerra fría (o la guerra civil española). Uno imagina los cuentos de Guillermo como esos cuentos que no se podían dejar de oír, que se contaban al lado del fuego de una hoguera.
La cumbre escarlata, su anterior película, otro prodigio, otro cuento, otra muestra de la elegancia como narrador de Guillermo, no fue un éxito. Un romance gótico que se vendió como película de terror, que se promocionó de manera errónea y que se estrenó tarde y mal, por lo que no encontró en las salas a su público (que afortunadamente la empieza a descubrir ahora en Blu-ray y en DVD). Más de un año de trabajo y esfuerzo se ven reducidos a cenizas con los números de la taquilla del fin de semana.
Guillermo rápidamente se lamió las heridas y volvió a la carga con una película sobre la que tuviese el control absoluto. Una pequeña joya con la que hacer exactamente lo que a él le apeteciera hacer, sin interferencias de los grandes estudios. Una película donde, una vez más, como en otras ocasiones, arriesgaría todo lo que tenía: sus posesiones, ahorros e incluso su sueldo en la apuesta a un número ganador, el suyo. Y así llegó La forma del agua (que podría llamarse La forma del cine).
Debería sentir envidia por todo lo que ha conseguido este cabrón al que conocí cuando los dos empezábamos con la misma edad. Pero no puedo: solo siento alegría, orgullo y entusiasmo. Ya os he dicho que es mi carnal.
Santiago Segura aparece en cuatro películas de Guillermo del Toro y en La forma del agua se repite un diálogo de Torrente.
Babelia
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