Benidorm
En ‘Radio Gaga’, Peinado y Burque no engañan: los dos escuchan mucho más de lo que hablan, lo que permite oír las opiniones de los protagonistas, los invitados
Si hay un icono del auge del turismo en España, es Benidorm, que de pueblo de pescadores pasó a tener el panorama urbano más semejante a Manhattan de Europa. Allí fueron Quique Peinado y Manuel Burque para inaugurar la segunda temporada de Radio Gaga, el estupendo programa de #0.
En realidad, Radio Gaga es el sueño de todos los corresponsales televisivos, pues a menudo sus crónicas son más radiofónicas que audiovisuales. Cuestión de presupuesto o de molicie periodística. Peinado y Burque no engañan, con una ventaja: los dos escuchan mucho más de lo que hablan, lo que nos permite oír las opiniones de los protagonistas, los invitados, y no el previsible egocentrismo del entrevistador.
Decir Benidorm es decir disparate urbanístico al mismo tiempo que paraíso de jubilados y así lo recogía el primero de los programas de la segunda temporada. Historias personales sin edulcorar con un denominador común: las ansias de disfrutar de lo que queda del día. Jubiladas con cáncer de páncreas que no renuncian al placer de vivir, damas separadas de sus maridos desde hace 16 años, los mejores de su vida, camioneros que bailan el tango a los 84 años... una serie de personajes anónimos que se resisten a tirar la toalla frente a lo despiadado de un sistema que hace tiempo que entronizó la rentabilidad.
Claro que, por nuestros pagos, “rentabilidad” equivale a menudo a corrupción, moral y económica, que considera que el que más tiene es el más listo, aunque siempre surgen iluminados que reprochan a los pensionistas no haber invertido lo suficiente en activos financieros. ¿Como en las preferentes de Bankia, señor Linde?
Ya se anuncian los próximos programas: adolescentes que luchan contra la anorexia y la bulimia; personas sin hogar que quieren rehacer sus vidas; conversos al Islam que conviven con hippies y budistas en plena Alpujarra y familias que coexisten con el cáncer infantil. Y todo sin acritud.
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