Pensar al sprint
El aforismo vive una edad de oro con antologías y colecciones dedicadas al género
La revolución digital tiene dos ventajas: la primera, que la gente se ríe sola mientras mira el móvil; la segunda, que el aforismo, tan cultivado en Twitter, es uno de los géneros de moda. Eso si es que es un género literario y no un estado del espíritu, como sostenía Rafael Dieste. José Bergamín, que dijo que ser radical no es más que una forma subterránea de andarse por las ramas, dijo también que el aforismo no es breve sino inconmensurable. Sabía de lo que hablaba: fue el campeón de la chispa de la generación del 27, aquel grupo cuya capacidad para crear imágenes debe tanto a sus propios fantasmas como a las greguerías de Gómez de la Serna y a la finura de Juan Ramón Jiménez.
Las sentencias del padre de Platero están recogidas en dos volúmenes titulados -a su manera, es decir, con jota- ‘Ideolojía’. A ellos acudió Andrés Trapiello para preparar su selección juanrramoniana de Aforismos (La Veleta) y lo mismo ha hecho José Luis Morante con la suya para La isla de Siltolá, editorial con colección propia dedicada al género, igual que Cuadernos del vigía y Renacimiento. Esta última lleva ya una veintena de títulos en la serie A la mínima, dirigida por Manuel Neila, autor en el mismo sello de la antología Bajo el signo de Atenea, que incluye a 10 escritoras “de hoy” como Erika Martínez, Gemma Pellicer, Isabel Bono y Carmen Camacho.
Al contrario de lo que pasa con los novelistas, entre los que es frecuente encontrar especímenes que dicen no leer para que no les influyan, no hay escritor de brevedades que no sea también lector y analista. Se entiende, pues, que la propia Camacho sea la autora de Fuegos de palabras (Fundación José Manuel Lara), un volumen de 500 páginas con hechuras de caja de clavos aunque el subtítulo diga que es una selección del “aforismo poético español” entre 1900 y 2014. Uno de sus aciertos es colocar junto a fijos como Machado, Ory, Ferlosio, Oliván o Andrés Neuman a escritoras como Gloria Fuertes, Chantal Maillard o Julia Otxoa. También a creadores laterales como El Roto o Accidents Polipoètics, aquel dúo que, desde un escenario, nos enseñó que lo que los marineros tienen en cada puerto es una suegra y que los aforismos son “esos perros enanos que intentan morderte si les acaricias”. Max Aub, otro esprínter, estaba en lo cierto: a veces es mejor tener gracia que tener razón.
Babelia
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