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Cristina García Rodero presume de museo

Puertollano, su localidad natal, abre las puertas del primer centro dedicado a una fotógrafa española

Cristina García Rodero, en la inauguración del museo que lleva su nombre en Puertollano.
Cristina García Rodero, en la inauguración del museo que lleva su nombre en Puertollano.B. P.
Manuel Morales

"No sé cómo va a salir esto, yo necesito papeles para hablar". La fotógrafa Cristina García Rodero (Puertollano, 1949) juró que estaba "como una mujer de Almodóvar, al borde de un ataque de nervios" ante la inauguración de un museo que lleva su nombre y alberga su obra en su localidad natal. El primer museo dedicado a una fotógrafa en España es un orgullo más en una carrera de casi medio siglo en la que ha sumado méritos como ser el único fotógrafo español que forma parte de la agencia Magnum (desde 2009), un World Press Photo en la categoría de Arte, en 1993; el Premio Nacional de Fotografía (1996), la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2005), el Premio PHotoEspaña (2017)...

Con una colorida chaqueta, García Rodero destacó la importancia de que desde hoy haya un museo dedicado a la fotografía -financiado por el Ayuntamiento de Puertollano, que ha contado con la colaboración de la Junta de Castilla-La Mancha y la Diputación de Ciudad Real-, para el que pidió que sirva como plataforma para "formar a los jóvenes, ofrecer cursos, impulsar el coleccionismo y dar salida a la obra de otros fotógrafos".

Tras su breve intervención, precedida por la del presidente castellano-manchego, Emiliano García-Page, la fotógrafa capitaneó el recorrido por el Museo Cristina García Rodero, que ocupa las dependencias del antiguo museo municipal de Puertollano. Son más de 2.100 metros cuadrados distribuidos en tres plantas en las que se exponen cerca de 200 fotografías de la autora, casi todas surgidas de Rituales en Haití, la obra resultante de sus viajes entre 1997 y 2004 a la isla caribeña. Destacan las potentísimas instantáneas de la peregrinación a Saut d'Eau-Ville Bonheur. Allí hay una cascada a la que acuden cada 16 de julio fieles que se congregan para venerar a una virgen y a otras dos divinidades para pedir, entre baños, amor, dinero o hijos.

La segunda planta está dominada por el barro, plasmado en la peregrinación a una laguna donde los creyentes, en trance, son poseídos por el dios Loa Ogou, al que ruegan curarse si están enfermos y, en el caso de las embarazadas, una vida plena de salud para los hijos. Todo mientras se rebozan con el rostro desencajado. La contemplación de estas imágenes impacta, es un gran ejemplo de la mirada de García Rodero, la del interés por la espiritualidad humana y cómo esta se manifiesta. En el tercer piso, junto a más rezos, suplicas y carnavales haitianos, se muestran piezas sobre otros trabajos: peregrinos en Etiopía, refugiados kosovares en Macedonia o algunas fotografías del proyecto que la dio a conocer a finales de los ochenta, España oculta.

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Aquel trabajo casi antropológico lo pudo desarrollar gracias a una beca de la Fundación Juan March. Ella, que se había licenciado en Pintura por la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, se metió en la fotografía, "sin tener medios, todo era poner energía", como dice siempre. Esos arrestos le llevaron durante casi 15 años a buscar las fiestas y ritos católicos: bautizos, entierros, procesiones... en la España rural, porque era una sociedad que ella veía "que estaba llamada a desaparecer" con el gran movimiento migratorio del campo a las ciudades.

Lejos del reconocimiento de hoy, era la época en que García Rodero era una forastera a la que en los pueblos "tomaban por una vendedora, porque llevaba un bolso grande, o por una puta porque entraba en los bares y me ponía a hablar con los hombres". Pero, como escribió Julio Caro Baroja, ella tenía "la pasión de la fotografía hasta llegar a los sacrificios y esfuerzos mayores", como cuando le tocó dormir tirada en la estación de autobuses de Puente Genil (Córdoba), tapada con un mapa de "esas carreteras asesinas" que correteó de punta a punta. De aquellas fatigas emergió uno de los libros más importantes de la fotografía nacional, con un blanco y negro tan potente que al pasar sus hojas parecen oírse las risas y lamentos de los retratados. España oculta fue designado en los encuentros de Arlés como el mejor libro de fotografía del año. Después llegaron otros como Transtempo, de 2010, Con la boca abierta (2014) o Lalibela, cerca del cielo, de 2017, sobre peregrinos etíopes.

'Hacia el sacrificio' (2000), fotografía del trabajo 'Rituales en Haití'.
'Hacia el sacrificio' (2000), fotografía del trabajo 'Rituales en Haití'.CRISTINA GARCÍA RODERO (MAGNUM)

Esos libros están en las vitrinas del museo, que se une al extenso listado de centros de todo el mundo que poseen obra de García Rodero, desde el Museo del Prado, el Reina Sofía, el J. Paul Getty Museum de Los Ángeles, Museo de Bellas Artes de Houston, el Centro Portugués de la Fotografía, en Oporto; el IVAM valenciano, el MUSAC, de León; la Fundación Foto Colectania, de Barcelona...

Con la protagonista estuvo un numeroso grupo de colegas de oficio, coleccionistas, miembros de la Real Sociedad Fotográfica... lo que convirtió un acto institucional en un cálido homenaje a esta fotógrafa, que cumplirá en octubre 69 años. Mirando las obras que cuelgan de su museo subrayó: "Aquí os dejo mi cariño, mi esfuerzo y mi corazón".

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Sobre la firma

Manuel Morales
Periodista de la sección de Cultura, está especializado en información sobre fotografía, historia y lengua española. Antes trabajó en la cadena SER, Efe y el gabinete de prensa del CSIC. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster de Periodismo de EL PAÍS, en el que fue profesor entre 2007 y 2014.

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