‘OT Gala 3’: Los chicos no lloran
Puede que la selección musical parezca sacada de la cinta grabada que llevaba tu padre en los viajes a Benidorm, pero OT convierte a Televisión Española en un lugar, por fin, moderno de verdad
Julia va a salvar OT 2018. O esa es, al menos, la narrativa que se ha escrito en torno a su actuación. Pero esta noche Julia no parece una superheroína porque le han puesto cejas de villana. Quizá sea un mensaje antisistema: desde que Donald Trump llamó "nasty woman" (mujer antipática) a Hillary Clinton, el movimiento feminista se ha apropiado del término porque las mujeres antipáticas son, a veces, las que cambian el mundo. O quizá se deba a que a una esteticista se le ha ido la mano con la ceja izquierda y ha tenido que ir igualando la otra.
La noche arranca con Viva la vida, una canción inabarcable que nos sobrevivirá a todos y que funciona en una boda, en un partido de fútbol y en una gala de OT: los tres eventos más felices de nuestra civilización. La presentación de Willy López, el jurado invitado de la semana, es que fue el artífice del primer número 1 de David Ghetta (¿gracias?), mientras que Roberto Leal se presenta a sí mismo con una camiseta que dice "Prejudice is ignorance" (los prejuicios son ignorancia) sembrando la temática de esta gala: el activismo político más eficaz es la amabilidad.
África ha elegido para despedirse una canción que había escuchado tres veces en su vida, God Is A Woman. Y en el universo de OT, sin duda Dios es una mujer pero ha adoptado el nombre de Natalia. Dave quiere ser un "pisha rocanrolero" y canta Rock & Roll Bumerang, por supuesto, haciendo "air guitar". La siguiente actuación por desgracia no es Julia, sino Marta y Alba Reche con Just Give Me A Reason, un diálogo entre una pareja separándose. Pero como ellas son dos chicas pues no se miran a la cara en ningún momento no vaya a ser. Nos privan así del "bollo drama" que ilustra la camiseta de Alba en la academia, aunque el verdadero drama viene cuando ponen un vídeo de Marta desafinando, ella se queja porque "oye que han pasado más cosas esta semana" y Roberto Leal le da la razón para a continuación dar paso a otro vídeo de ella desafinando. Porque no parecen haber tenido suficiente con arruinarle la vida a Verónica en OT1.
Bastan 90 segundos para que esta cadena revigorice su condición de televisión pública: un vídeo de los concursantes conversando sobre situaciones machistas. Natalia confiesa que se puso a llorar en el mar porque unos mierdas le gritaban improperios por ir en topless. Marta explica el miedo que sintió cuando un coche la siguió a casa. Dave y Miki empatizan con ellas. Este vídeo es una concienciación social no beligerante, sino honesta. Puede que la selección musical parezca sacada de la cinta grabada que llevaba tu padre en los viajes a Benidorm, pero OT convierte a Televisión Española en un lugar, por fin, moderno de verdad.
Cuando María cuenta que su padre, funcionario, convenció a su jefe de que le dejara entrar más tarde porque "de 9 a 11 es que no rinde" (ese señor compuso La puerta de Alcalá y consiguió entrar a trabajar a mediodía, ese señor ha encontrado la fórmula de la felicidad) y Miki habla de cuánto quiere a su hermano Eloy (aunque luego pone semejante cara de tensión que parece que se lo ha inventado y no tiene ningún hermano), OT empieza a construir las personalidades de sus concursantes, el verdadero secreto del éxito de la edición pasada.
En La 2 están poniendo El padrino, pero ninguna escena de ese peliculón resulta tan amenazante como Natalia recitando "haces muy mal en elevar mi tensión, tú sigue así y ya verás". Natalia canta en solitario. Damion también está en el escenario, pero a ella le da igual porque simplemente está en su propio concurso. Ella se mira a sí misma en el espejo (una puesta en escena elegante y, al menos, con intención) y consigue ir más allá de la interpretación: canta con un estado de ánimo. El problema de Damion es que es su estilo, su actitud y su musicalidad son intercambiables con los de Carlos Right, Miki y Joan.
La actuación de Blas Cantó consigue algo que parecía imposible: que echemos de menos a Malú. Blas se despide recomendando a los concursantes que lleven sus propias redes sociales, una estrategia que le va fenomenal a Luis Cepeda. La actuación de Joan y Miki con Friday I'm In Love hace que Robert Smith se revuelva en su tumba. (No, Robert Smith no está muerto pero damos por hecho que duerme en un ataúd). Para que Joan parezca un tipo duro le ponen una cazadora de polipiel azul marino, y tanto Miki como él cantan este clásico de The Cure como si estuvieran ensayando en su garaje tras tomarse seis cervezas y no darse cuenta de que ninguna de las cuatro guitarras (cuatro guitarras) están emitiendo sonido real.
Roberto Leal anuncia que tiene algo importante que decir y los 16 concursantes de OT 2017 se marean en sus casas temiendo que vaya a añadir otra fecha a su gira. Pero se refiere a un vídeo de Estoy vivo, que podría ser lo que Lluís Mas lleva tres semanas escribiendo en las paredes de su casa pero no, es una serie de TVE.
Y por fin actúa Julia con Born This Way. OT sabe que para fabricar a una diva es imprescindible rodearla de bailarines con arneses sadomasoquistas y Julia canta bien (muy bien), pero se nota que está contando los pasos de baile. No parece estar disfrutando. El público estaba esperando un Land of 1000 dances de Lorena y se ha tenido que conformar con un What A Feeling de Gisela.
Algunos seguidores del programa critican que se publique el porcentaje de votos (80%) que ha eliminado a África, pero dar el porcentaje es drama, es espectáculo y es televisión. Marta abraza a África con cara de "ni siquiera he memorizado tu número en el móvil" y María llora desconsolada. Por supuesto la han dejado la última porque María, en este momento, no es una concursante sino un clímax dramático.
Roberto Leal, que no ha mandado callar al público ni una sola vez (aunque no porque grite menos, siguen exclamando "¡guapa!" como si en vez de cantantes fueran Misses o la Virgen de Regla), anuncia las tres favoritas y contra todo pronóstico el trasero de Joan no es una de ellas. Natalia sí está en la terna, algo que Chenoa no logró nunca y que demuestra que 17 años después España le ha perdido el miedo a las mujeres con carácter. Las "nasty women" han ganado.
Willy López le asegura a Famous que la suya ha sido una de las actuaciones de la noche, claro que con esas gafas quizá Willy López haya visto una actuación diferente. Joe humilla innecesariamente a Joan diciéndole que suena como una trompeta de feria y le nomina junto a Miki, Dave y Damion. Tres favoritas chicas. Cuatro nominados chicos. A este paso la academia acabará convertida en una utopía matriarcal con siete amazonas que ya no tienen que escuchar chistes de caca.
Los profesores salvan a Miki y los compañeros a Dave. La parte mala es que han salvado a Dave, la parte buena es que Dave no tendrá que elegir su canción la semana que viene. Los nominados son Joan y Damion, quien podría abandonar el concurso la semana que viene sin que el 40% de la audiencia se haya aprendido bien su nombre pero cuya sensibilidad podría darnos una de las actuaciones más memorables de la edición.
Noemí Galera aparece devastada. No se la había visto así desde que Idaira eliminó a Fran Dieli hace 12 años. Quizá Noemí echa de menos a los Javis. Por mucho que se les acuse de sádicos emocionales, ellos fueron imprescindibles para el éxito de la edición pasada: saben crear contenido (en vídeos, en redes sociales y en la vida) y estimulaban a los alumnos construyendo un relato debajo de sus canciones. Ellos hicieron que Ana Guerra se bebiera un chupito en Lágrimas negras y entrase automáticamente en la cultura pop española. Los encontronazos de Manu Guix con Itziar en los pases de micro criticando las decisiones (o, mejor dicho, la ausencia total de ellas) de la profesora de interpretación, desde la actitud malrollera de Alfonso y Sabela en Échame la culpa hasta la alegría anodina de Joan y Miki en Friday I'm In Love, son cada vez más palpables en la gala. Falta emoción. Falta presencia. Falta que los concursantes estén dentro de su canción y no mirándola desde fuera como si fueran espectadores de su propio programa.
Termina la noche y la mayor expresividad que hemos sentido ha provenido de fuera: Mamen Márquez extasiada al descubrir la campanilla bífida de Sabela, una asistente del público hipnotizada ante una de las bailarinas de God Is A Woman y esas mismas bailarinas contoneándose sensualmente al ritmo de Hijo de la luna de Montserrat Caballé. Puede que sea inapropiado, pero ellas han decidido bailarla así. Y eso también es feminismo.
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